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Fiebre: ¿hay motivos para preocuparse?

2003/01/01 Agirre, Jabier - Medikua eta OEEko kidea Iturria: Elhuyar aldizkaria

La fiebre nos indica que algo en nuestro cuerpo no funciona correctamente: normalmente es señal de que hay un virus o una bacteria. Si la fiebre no es muy elevada, no hay por qué preocuparse. Sólo cuando la temperatura es alta (por encima de los 39ºC) o afecta a personas con menores defensas (enfermos crónicos, niños muy pequeños o crónicos, niños muy pequeños o mayores).

La fiebre es un mecanismo de defensa que nos ayuda a “luchar” contra un organismo externo (micro) invasor. Y si no es muy alto, no es necesario tomar medidas especiales en su contra, basta con no intentar subir más. No obstante, en caso de fiebre es conveniente siempre avisar al médico ya que la enfermedad que la produce puede requerir tratamiento.

¿Por qué tenemos fiebre?

La fiebre es uno de los componentes del complejo mecanismo de defensa de nuestro cuerpo. Su misión es luchar contra el enemigo e informar de ello.

Termostato natural

En el cerebro, y concretamente en el hipotálamo, tenemos una especie de termostato que regula la temperatura corporal. Cuando el cuerpo sufre un ataque, como un virus, este mecanismo segrega sustancias que elevan la temperatura corporal.

¿Qué nos indica la fiebre?

La causa principal de la fiebre son las infecciones, infecciones por virus o bacterias, pero la fiebre también puede aparecer en otras situaciones, como enfermedades inflamatorias, tumores o desequilibrios de la glándula tiroides. Las mujeres pueden sufrir un ligero aumento de la temperatura durante la época de ovulación (por eso, medir la temperatura basal es un método muy útil para saber en qué día una mujer puede quedar embarazada).

¿Cuándo tenemos fiebre?

El cuerpo humano no es un reloj, por lo que no es tan fácil decidir cuándo tenemos fiebre, es decir, cuándo tenemos una temperatura superior a la necesaria. Sin embargo, algunos valores o referencias generales pueden ayudarnos.

Temperatura normal

La temperatura corporal normal es de unos 36,5 ºC. Hay que tener en cuenta, no obstante, que cada persona tiene su propia temperatura corporal y que a la misma temperatura puede que una tenga unas décimas de febril y otra no.

¿Cuándo se puede decir que es fiebre?

Normalmente se denominan fiebre a valores superiores a 38ºC. Los valores de 37ºC a 37,9ºC se denominan febrícula o punto de inflamación, es decir, aunque aparentemente la temperatura esté ligeramente incrementada, no se considera febrícula.

¿Cuándo tomar la temperatura?

El mejor momento es por la mañana, nada más levantarse. Es entonces cuando se producen los valores más fiables. Y es que si lo tomamos en cualquier otro momento del día, deberíamos intentar no hacerlo después de comer o cenar, ni después de un esfuerzo físico importante, ya que en ambos casos la temperatura puede aumentar considerablemente. Es normal que los valores suban un poco por la tarde.

¿Cómo debemos actuar ante la fiebre?

No siempre es necesario actuar contra la fiebre. Sólo cuando los valores sean muy altos tendremos que tomar medidas para reducir la temperatura.

¿Cuándo es necesario bajar la fiebre?

Si la persona adulta y en buen estado de salud no es necesario actuar contra la fiebre, a menos que pase de 39ºC o 40ºC. Basta con mirar al bienestar del paciente: no conviene sobrellevar la ropa y, además, debe comer rápido y sobre todo beber mucho líquido. Además de la fiebre alta, escalofríos, dolores de cabeza, picor al orinar, etc. En caso de aparecer, conviene avisar al médico para que decida.

Riesgos de la fiebre

Cuando la fiebre es alta o dura demasiado tiempo puede tener efectos nocivos. La fiebre aumenta la frecuencia cardiaca y puede provocar deshidratación, sobre todo en niños pequeños, ancianos y personas con sistema inmunitario disminuido. Algunos niños, con fiebre alta, pueden presentar problemas neurológicos, como convulsiones. Eso sí, es un síntoma que hay que informar al médico.

¿Y los medicamentos? ¿Antirrábicos o antibióticos?

Cuando la fiebre es elevada (o alta), siempre se pueden utilizar medicamentos especiales para la fiebre: aspirina (ácido acetilsalicílico), paracetamol o anti-inflamatorios no esteroides. Los antibióticos sólo son útiles en infecciones bacterianas (neumonía, cistitis) y deben tomarse siempre bajo prescripción médica. Si la infección es causada por un virus como la gripe, los antibióticos no son necesarios. En este caso, la propia gripe será la encargada de destruir los gérmenes.

¿Cómo medir la temperatura?

  • Limpiar el termómetro con alcohol o agua y jabón.
  • Si es un termómetro con mercurio, comprobar que está por debajo de 35ºC. Si no fuera así, cogerlo por el lado opuesto a la gota de mercurio y agitarlo bien hasta que la temperatura disminuya.
  • El termómetro puede colocarse en el brazo, ingle, boca o ano. Estas dos últimas zonas proporcionan la temperatura más precisa, pero en la boca marca medio grado más y en el glúteo casi todo el grado más que en el brazo o la ingle.
  • El termómetro debe mantenerse entre 1 y 2 minutos en la boca y el culo, y entre 3 y 4 minutos en el dorso y la ingle. En caso de detectar fiebre es recomendable volver a medir la temperatura entre 3 y 4 horas.

¿Qué hacer cuando los niños tienen fiebre?

A los niños la fiebre se eleva muy fácilmente porque su ‘termostato natural’ aún no está completamente regulado. Y aunque no es más que un síntoma, hay que cuidar especialmente la fiebre en los niños para evitar riesgos.

  • No abuse de ropa. Es un error que cometen padres y abuelos. No usar mantas y cuidado con la calefacción.
  • Buena ventilación de la sala. Abrir la ventana de la habitación dos o tres veces al día, tomando medidas para no enfriar al niño.
  • Dar a beber al niño. Fácil deshidratación. Para evitarlo aplica líquidos (agua o zumos de fruta hechos en casa) cada 10 minutos.
  • Bañarse en aguas templadas. Sumergir poco a poco en un baño con una temperatura entre 2-3 ºC inferior a la de su cuerpo.
  • Utilizar antitérmicos. Utilizar aspirina, paracetamol o ibuprofeno a partir de 38ºC en dosis adaptadas al niño.
  • Refrescar al niño. Colocar trapos o compresas empapados en agua fría en la frente, nuca y muñecas y renovarlos cuando se calienten.
  • Avisar al médico. Aunque hemos escrito el último en esta lista, es lo más importante que hay que hacer.

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