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Yogur fresas

1998/05/01 Zabala, Joserra Iturria: Elhuyar aldizkaria

½ Aunque parezca mentira, los Estados subvencionan las industrias con mayor impacto ecológico y las fuentes de energía. Una central nuclear se beneficiará más fácilmente de las ayudas oficiales que una instalación de energía solar. ½

No sé si desnatado o completo, de trozos de fruta o de aroma, es cierto que este tipo de yogur ha tenido una especial importancia para impulsar el informe titulado “Factor vier” (factor 4) sobre la economía creada por el Club de Roma, y que, a su vez, ha puesto de manifiesto el mismo concepto de ecoturismo.

Los autores del citado informe, Ernst Ulrich von Weizsäcker, L. Hunter y Amory B. Lovins han contado la historia y les tendremos que creer: Una mañana de 1993, la opinión pública alemana se despierta agitada con los datos de una investigación realizada por la periodista Stefanie Böge.

En el artículo se explicaba el camino que sigue un yogur hasta que llega al domicilio del cliente: accesorios, materiales de envase, tapas y yogures, con más de 3.500 kilómetros de recorrido en total, pero hay que añadir los kilómetros de proveedores anteriores de los diferentes componentes hasta llegar a los 4.500 kilómetros. Un yogur ambulante y bien mezclado.

A los alemanes les encanta el yogur de fresas y quizá no tanto las otras realidades del día a día, pero estos datos provocaron la polémica. La conclusión era sencilla: hay que consumir productos locales, fomentando la descentralización económica. Paralelamente, la cuestión puso sobre la mesa la importancia y la utilidad de los impuestos, que de otra manera no podían entenderse los beneficios económicos del yogur.

Aunque parezca mentira, los Estados subvencionan las industrias con mayor impacto ecológico y las fuentes de energía. Una central nuclear se beneficiará más fácilmente de las ayudas oficiales que una instalación de energía solar. De esta manera, quienes utilizan el transporte y el petróleo a tope, como nuestro excéntrico yogur, reciben más ayuda.

Estas contradicciones fueron denunciadas por el Club de Roma en el citado informe. A través de los impuestos el Estado recauda dinero de personas y empresas. Con ello se paga toda la maquinaria estatal: ejército, infraestructuras, ayudas sociales. El dinero recaudado a través de los impuestos puede ser utilizado, entre otras cosas, para reducir las desigualdades entre las personas o para conseguir una sociedad más ecológica, en la que las ecotasas pueden tener importancia, es decir, reforzar otro modelo de desarrollo.

Los impuestos tienen consecuencias medioambientales fundamentales. Como se ha mencionado anteriormente, muchas de las actividades nocivas para la naturaleza pueden reducirse a través de las ecotasas, haciéndolas más caras. Por ejemplo, si las fuentes de energía que no se renuevan tuvieran más impuestos, las propuestas de reducción de otras energías y gastos energéticos se verían reforzadas de alguna manera. En nuestra realidad diaria, esto está ocurriendo en algunas zonas: el precio del agua ha subido y los consumidores no pueden, como ocurría anteriormente, dejar las averías sin reparar o rastrear el agua sin ningún problema, entre otras cosas porque es más caro.

Sin embargo, el sistema fiscal actual no tiene en cuenta el entorno o las necesidades sociales, sino los intereses de los mayoristas y de las multinacionales, que normalmente no pagan precios reales, es decir, el producto más el impacto ambiental. Si no, con las ecotasas no podríamos comprar yogures pasajeros.

En definitiva, hemos descubierto que en ecología, como en la mayoría de los ámbitos de la vida, dependemos de la economía y del dinero, y que para cambiar algo los ecologistas quizás necesitaremos más de la ayuda de los biólogos que de los economistas. Mientras tanto, los alemanes, olvidados de la polémica que apenas se ha conocido en Euskal Herria, siguen comiendo el yogur de fresas de siempre.

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