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Inundaciones: nuevas soluciones al problema de siempre

2013/04/01 Lakar Iraizoz, Oihane - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Río Cadagua en Alonsotegi, en la lluvia de febrero. Ed. © Luis Jauregialtzo/ARGAZKI PRESS

Los vecinos de Txomin-enea, en el barrio de Martutene de Donostia, han sido desalojados de sus casas, que deben ser demolidas para liberar el terreno que ocupan. De esta manera se cumplirán dos objetivos: evitar los reiterados daños sufridos por estos ciudadanos como consecuencia de las inundaciones y devolver al río la tierra que reclama en cada una de ellas.

La Agencia Vasca del Agua, URA, cuenta con 30 proyectos prioritarios para la realización de obras que minimicen el riesgo de inundaciones en zonas ya urbanizadas. Entre ellas se contempla el traslado de viviendas y polígonos industriales. Se trata de proyectos ambiciosos y de gasto que tienen como objetivo "buscar un equilibrio entre el cuidado del medio ambiente y la protección de las personas", afirma José María Sanz de Galdeano, director de planificación y obras de URA.

De hecho, "durante décadas, incluso siglos, los núcleos urbanos e industriales se han construido en zonas inundadas, y hemos recibido en la base una función de gobierno de los mismos. Ahora, en cambio, intentamos dar salidas al agua y no dañar las márgenes de los ríos", explica el responsable de URA.

Sin embargo, les resulta imposible jugar siempre de esta manera, “a veces sólo tenemos que hacer un duro trabajo. La mayor parte de las intervenciones que se están llevando a cabo en el río Gobela, por ejemplo en Getxo, van por este camino, estamos creando un canal paralelo para que se cumpla en la época de las grandes aguas. Ahora, sin embargo, vamos a entrar en la última fase, en la calle Errekagane, en el centro del pueblo, donde no podemos más que aumentar los muros, es decir, atacar un poco más el río", dice Sanz de Galdeano.

Las medidas que ahora se consideran excepcionales, hasta hace poco eran actuaciones habituales a la hora de tomar medidas para hacer frente a las inundaciones: encauzar el cauce de los ríos mediante muros, canalizarlo, dragarlo y "limpiar" los ríos, es decir, eliminar la vegetación y otros elementos del hábitat. "Los gestores de los ríos han tenido poca imaginación durante años", ha destacado Sanz de Galdeano. Por ejemplo, en cuanto a las canalizaciones, en la CAPV la red fluvial cuenta con 2.028 kilómetros lineales, de los que el 10% se encuentran canalizados (según datos del Gobierno Vasco de 2005).

José María Sanz de Galdeano es Director de Planificación y Obras de la Agencia Vasca del Agua URA. Ed. © URA-Agencia Vasca del Agua

Estas medidas son las que "demandan cada vez que los ríos suben, desde los alcaldes hasta los agricultores o cualquiera de las calles. Pero son tan incorrectos como los generales". Así lo explica Alfredo Ollero, profesor de geografía física de la Universidad de Zaragoza, en un artículo de opinión publicado a finales de enero en el blog Cuidando Ríos. "Los medios de comunicación aportan, además, una visión única de los damnificados y argumentos científicos que raramente dan", denuncia.

Más beneficiosos que nocivos

El objetivo de las intervenciones tradicionales es aumentar la sección del cauce y el alisado de los ríos para permitir el paso de un mayor volumen de agua sin desbordamientos. "Los ríos son considerados como cauces fluviales por quienes los demandan, así como sus enemigos", explica Oller. Sanz de Galdeano, en la medida en que planifica los trabajos a realizar en los ríos, conoce de primera mano estos requerimientos y considera que "los vecinos no tienen por qué conocer qué es lo más conveniente. Ellos viven en zonas de inundación y ven con demasiada frecuencia en peligro sus casas, sus lugares de trabajo y sus familias. Pues bien, lo que los observados y sentidos en las crecidas no se ajusta a lo que convenga al medio ambiente".

Sin embargo, los expertos son conscientes de que estas no son, en general, medidas efectivas en la gestión de las inundaciones. "Estos trabajos provocan grandes cambios que hacen pensar que el riesgo disminuye. Pero muchas veces son en detrimento de quienes lo solicitan", explica el doctor en ecología Joserra Diez.

Joserra Diez es doctora en Biología. El grupo de investigación de Ecología Fluvial de la UPV investiga el funcionamiento de los ríos. Ed. © Joserra Diez

Al igual que en el caso del muro de la zona de Errekagane en Getxo, cuando los ríos se encauzan o canalizan en una zona, es en esta zona donde se puede hacer frente al problema de las inundaciones, ya que con los muros se incrementa la altura del cauce. Sin embargo, Diez ha destacado que por debajo de este tramo tramitado puede ser mayor el efecto de las grandes aguas, "debido a la mayor velocidad del agua en el tramo canalizado. Además, si el río está comprimido entre los muros, la presión sobre el subsuelo es mayor, lo que provoca afloramientos de agua en zonas más alejadas del cauce".

Otro problema asociado a los muros de protección frente a las crecidas de los ríos es que su seguridad es limitada. Así dice Sanz de Galdeano: "La gente cree que así no tiene peligro, y así es, mientras las paredes son capaces de mantener la inundación. Pero si el agua sube hasta superar ese nivel, el daño causado será mucho mayor". Entre otras cosas, debido a la existencia de muros, el agua que sale al exterior no puede volver al río y la zona inundada permanece encharcada durante más tiempo.

Por otra parte, los dragados y limpiezas causan un impacto mucho mayor sobre el ecosistema que la ventaja que se consigue con ellos, y sus efectos secundarios también pueden ser graves. Y además, los expertos coinciden en que con ellos no se soluciona ningún problema: "sirven para poco; sólo tienen efecto placebo", dice Diez. Oller explica que "en crecidas se acumulan materiales en zonas previamente limpiadas. Así que limpiar los ríos es tirar dinero en vano".

En los casos y momentos puntuales, sin embargo, se considera aceptable la realización de este tipo de limpiezas, como "cuando se ha apilado material por algún puente, o en alguna zona de estrechamiento de ríos, o cuando haya algún obstáculo", ha señalado Sanz de Galdeano. Para llevar a cabo este tipo de limpiezas puntuales, el pasado año la partida para el conjunto de la CAPV fue de 3 millones de euros.

Obras de encauzamiento del río Oria en Itsasondo. Ed. © Jorge González

Sin embargo, cuando se realizan dragados y limpiezas integrales, no se elimina la basura del río, sino sedimentos, vegetación viva y troncos, "es decir, se destruye directa e indirectamente la biodiversidad del río, se eliminan los lectorados... se dañan muchísimo los ríos", ha subrayado.

Además de la afección a la biodiversidad, las zonas fluviales y las infraestructuras asociadas a las mismas pueden verse afectadas por dragados, según ha precisado Diez: "al retirar el sedimento y los troncos, el agua erosiona el fondo fluvial, lo que tiene consecuencias como la disminución del nivel freático y la desestabilización del fondo. Asimismo, los puentes pueden llegar a desestabilizarse si el agua, mediante una bancada, deja en el aire las zapatas de los puentes, ya que cuando se dimensionaron no se tuvo en cuenta que la erosión del río fuera semejante. Lo mismo puede ocurrir con las escolleras creadas para sostener las márgenes de los ríos, por la misma razón".

Infraestructuras fluviales nocivas

Las infraestructuras que se generan en el entorno de los cauces fluviales generan en muchas ocasiones un aumento del riesgo de inundación. Por ejemplo, cuando se asfaltan zonas cercanas a ríos para crear carreteras, aparcamientos u otras infraestructuras, todas ellas se impermeabilizan. Como consecuencia, la lluvia que verte en ella llega mucho más rápido a los ríos.

Las lluvias de enero provocaron la salida del río Arga en varios puntos. Ed. Las huertas de Funes inundan. Ed. : © Jagoba Manterola/PRESS FOTOGRÁFICO

Los puentes también tienen mucho que ver como torrentes. De hecho, ha habido ocasiones en las que se ha producido un cambio en la estructura de un determinado puente, con la consiguiente desaparición de las inundaciones que se producían en la zona. Así lo vio el equipo de Diez en el proyecto de restauración del río Nervión en la zona de Mercabilbao: "en el estudio hidráulico vimos claramente que un puente situado 500 m por debajo aumentaba la inundación que se producía en esta zona".

El cambio de estructura de los puentes supone necesariamente una modificación del mismo, por lo que, como ha recordado Sanz de Galdeano, a veces "no podemos hacerlo porque los puentes están totalmente protegidos por su valor patrimonial. En muchas ocasiones nos ha ocurrido proponer la modificación de un puente y por ello nos hemos negado". Entonces, "tenemos que volver a incidir en la mente para proteger a las personas, al medio ambiente, y en ese caso también al patrimonio".

Las dos caras de los embalses

Otras infraestructuras de gran importancia en la gestión de las inundaciones son los embalses. Por su capacidad de captación de agua, son elementos de gran número de vértices. Su efecto positivo es que frenan los niveles más elevados de las crecidas, evitando así crecidas en zonas más bajas de los embalses. Considera ejemplar la gestión realizada por Sanz de Galdeano en las lluvias de enero en el río Zadorra: "El caudal del río era de 300 m3/s y el agua retenida en los embalses sólo permitía el vertido de 50 m3/s desde la presa. La gestión fue realmente excelente".

Salida del río Zadorra en Arganzón, en enero. Ed. © Juanan Ruiz/PRESS FOTOGRÁFICO

Esta gestión tiene, sin embargo, un riesgo. En el propio Zadorra se produjeron importantes daños en 2003 debido a la inadecuada gestión de los embalses. "En ese momento el nivel de todos los ríos de la zona era muy elevado y se esperaba más de lo suficiente para iniciar la liberación de agua, ya que las normas así lo habían establecido (la prioridad era recoger el agua). Pues los daños fueron muy grandes, cuando empezaron a liberarse porque hubo que liberar muchas aguas a la vez", ha recordado Sanz de Galdeano.

Este hecho de 2003 dio a conocer a los gestores de los embalses y a las administraciones implicadas. "En la actualidad lo tenemos definido con precisión y en función de criterios ajenos a los de aquella época, en qué momento debemos empezar a liberar agua y con qué caudal. Y sin embargo, cuando hay predicciones meteorológicas preocupantes, no seguimos esas curvas y antes empezamos a desaguar", explica el gerente de URA.

En relación a la capacidad de retención del agua de los embalses, Sanz de Galdeano advierte de que también hay otro lado de la moneda: "Debido a la construcción de un embalse hay zonas que a menudo dejan de quedar bajo el agua. Pues bien, si se autoriza la ocupación de estas zonas, y en algún momento se produce una inundación muy importante, si el embalse no es capaz de mantener este agua, el daño que se puede causar puede ser muy grave. Es decir, se crea una falsa sensación de seguridad que en casos graves puede provocar un desastre".

Cambios en la organización territorial

Un vecino del barrio de Martutene sacando agua de casa en las inundaciones de noviembre de 2011. Ed. © Jon Urbe/PRESS FOTOGRÁFICO

Como muestra el ejemplo del Zadorra, los gestores de los ríos están cambiando su actividad. Son muchos los factores que lo han impulsado, entre los que se encuentran los conocimientos adquiridos de experiencias anteriores, la incorporación de técnicos que percibían el medio ambiente desde otro punto de vista y la entrada en vigor de normativas sobre el agua como la Directiva Marco del Agua Europea. "No creo que las conductas hayan cambiado de blanco a negro respecto a las que se hacían hace 10-15 años, pero están cambiando. Y la sociedad en general está más preocupada por el medio ambiente", afirma Sanz de Galdeano.

Otro indicador de este cambio es la ordenación del territorio. Sanz de Galdeano de la Agencia URA habla: "Desde que comenzamos a dar más espacio al río, hemos visto la necesidad de retirar lo construido en algunos lugares, de ahí los 30 proyectos prioritarios previstos. Además, el Plan Hidrológico a aprobar (para las cuencas internas de la CAPV) es muy exigente en este aspecto. Según él, no se podrá construir en zonas de alta inundación (denominadas áreas de flujo preferente). Y no se autorizará la construcción, aunque sea ésta la única posibilidad de ampliación en un determinado municipio. En esta casa, al menos, lo tenemos muy claro. Por supuesto, no siempre es fácil, porque los ayuntamientos tienen mucho que decir y puede haber falta de coordinación, pero también se ha avanzado mucho".

Para la ecologista Joserra Diez también se ha avanzado en materia de ordenación del territorio: "Hace unos años, en muchos de los proyectos, se elevaba el nivel del suelo mediante rellenos y escolleras para poder construir en zonas de flujo preferente y terrenos colindantes. De este modo, el suelo se encuentra a un nivel superior al que se inundaría oficialmente en crecidas, por lo que no ha sufrido problemas de construcción. Creo que muchos polígonos están así construidos a orillas de los ríos".

Entre las razones que justifican el cambio de los últimos años, Sanz de Galdeano ha añadido a las citadas una nueva: "la crisis está ayudando muchísimo. Conozco las planificaciones abandonadas por la crisis para construir viviendas de protección oficial sobre zonas de inundación, por ejemplo".

Inundaciones por el desbordamiento del río Zadorra en Trespuentes. Enero 2013. Ed. © Juanan Ruiz/PRESS FOTOGRÁFICO

Sin embargo, la crisis no ha paralizado todos los planes y todavía hay proyectos para construir en sitios innecesarios. Diez ha traído otro ejemplo significativo de hace pocos meses: "En julio de 2012 el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco consideró ilegal el plan de construcción de 480 viviendas en Aiegui, Ondarroa. De hecho, este plan implicaba la urbanización de una gran zona del estuario de Artibai, con el consiguiente adelgazamiento de la zona de protección y la pérdida de capacidad natural de los humedales para paliar los efectos de las inundaciones. Eso nos demuestra que todavía tenemos mucho que aprender".

En este sentido, ha añadido que en los municipios pequeños se dan las intervenciones y trabajos más violentos, “porque tienen menos asesoramiento técnico y, en definitiva, son ellos los que tienen la competencia de decir qué uso se le da al suelo. Ahí empieza el problema".

De hecho, Sanz de Galdeano considera que el primer paso que hay que dar para que la gestión de las inundaciones sea efectiva es la no ocupación de las zonas aún no ocupadas: "Si no nos permitimos empeorar la situación, tendremos que invertir menos en la recuperación del medio ambiente y en la protección de las personas ya que estarán en zonas seguras. Es decir, tenemos que mirar más allá del corto plazo y aprender a vivir con inundaciones. Porque en el entorno en el que vivimos, seamos siempre inundables".

Respuesta eficaz frente al riesgo
Los sistemas de alerta asociados a las inundaciones se coordinan en la CAPV desde la Dirección de Atención de Emergencias y Meteorología del Gobierno Vasco. El director, Pedro Anitua, ha explicado que "el equipo de trabajo se pone en marcha 48 horas antes de las inundaciones en base a las previsiones meteorológicas. Tenemos en cuenta dos factores: la lluvia prevista y el estado del territorio, es decir, las precipitaciones anteriores".
Con esta información, "si la situación es complicada, ponemos en marcha una situación de emergencia, es decir, informamos a las Diputaciones, Ayuntamientos, Servicios, etc. para que estén atentos. Pero todavía no ha pasado nada porque estamos a las 48 horas del suceso", dice Anitua. Paralelamente, se apuntan dos mecanismos de seguimiento: "Por un lado, en las 45 estaciones que Euskalmet tiene instaladas en los ríos, recibimos información de caudal cada 10 minutos, y por otro lado, nos fijaremos en el sistema de simulación de la agencia URA para prever el estado de los ríos con la lluvia prevista".
A medida que avanzan las horas, se van comprobando los niveles de cumplimiento de los pronósticos. "Los pronósticos no son capaces de decir cuántos litros de agua va a verter en un valle en concreto; puede llover en un valle o en el contiguo. Pues bien, si a través de los sistemas de seguimiento vemos que la situación empeora en un valle determinado, vamos poniendo en marcha los recursos: avisamos a los Ayuntamientos para que tomen las medidas necesarias (retirar los coches junto a los ríos, avisar a los vecinos...), enviamos unidades móviles a la harana (bomberos, unidades de salvamento de la Ertzaintza, DYA, Cruz Roja, etc.) y, sobre todo, hacemos un seguimiento continuo de estos ríos para que se adapte al nivel de alerta.
Para informar a los vecinos e interesados, "utilizamos todos los medios que se nos han ocurrido -dice Anituak--: enviamos emails a todos los inscritos (en este momento tenemos 950 destinatarios por particulares, Ayuntamientos, medios de comunicación, etc.); si hay alerta naranja, además, enviamos SMS y llamamos a los ayuntamientos. Y además en Twitter informamos de la situación en tiempo real, también en la web".
Las tecnologías avanzan, los miedos retroceden
"Históricamente los ríos han tenido mucho miedo y lo tenían muy en cuenta para construir núcleos de población", afirma el ecologista Joserra Diez. De hecho, "queda claro en las inundaciones, ya que normalmente el agua no llega a los edificios antiguos". Los márgenes de los ríos se utilizaban antiguamente para huertas y campos de cultivo, ya que son zonas muy fértiles, por ejemplo, porque se fertilizan en inundaciones.
XV. En el siglo XVIII se iniciaron las primeras construcciones junto a los ríos, "las primeras fueron las ferrerías -dice Diez-, ya que se aprovechaban de la energía del agua". Después, XVIII. En el siglo XIX, muchas de estas ferrerías se convirtieron en molinos y se construyeron muchos nuevos, ya que fue entonces cuando comenzó a expandirse el maíz, lo que unido a ello supuso un enorme aumento de la población rural. Sin embargo, aparte de estas infraestructuras concretas, "han existido regulaciones para no construirse en zonas inundables", ha subrayado Diez.
A medida que avanza el ingenio y la tecnología, "se han ido transformando y ocupando cada vez más zonas de inundación. Los embalses tienen mucho que ver en ello, ya que la regulación ha generado una falsa sensación de seguridad en las zonas bajas", ha precisado el ecológico. En general, la ocupación de las márgenes se inició a partir de los años 50.
Para Diez, las inundaciones de 1983 fueron "un gran punto de inflexión. Fue entonces cuando las administraciones comenzaron a construir mapas de inundación y se plantearon la gestión del riesgo como tal".

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