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Enfermedades de la siesta

1994/02/01 Agirre, Jabier - Medikua eta OEEko kidea Iturria: Elhuyar aldizkaria

También en los países con mayor afición al trabajo (Japón y Estados Unidos, p. ej.) Se han dado cuenta de que la siesta o el biao tiene sus ventajas, y lo que hasta hace poco era una cosa “inútil”, se ha convertido en un descanso imprescindible para mejorar la salud, mantener el buen humor y reducir el riesgo de infarto.

¿A qué llamamos siesta?

La palabra siesta, y así se llama la pereza y el tiempo de sueño tras las comidas, es originariamente latín, parece provenir de la sexta hora de los romanos (“sexta”). He encontrado en los diccionarios las palabras BIAGO, BIAO, pero creo que difícilmente van a quitar el lugar que ganó durante años al préstamo.

El mejor momento para la siesta comienza entre ocho y doce horas después del sueño nocturno. Por lo tanto, la persona que se acuesta a las 12 de la noche y se levanta a las 7 de la mañana sentirá la necesidad de dormir hacia las 4 de la tarde.

La siesta ha sido considerada desde siempre como una costumbre y un invento español; para poder unirse a países más desarrollados es necesario olvidarse o descartarse. Pero, aunque se ha creído lo contrario, la siesta no es un mero signo de infortunio, ni se puede asociar simplemente a muchas comidas. Diversos estudios realizados con el objetivo de analizar los ritmos biológicos del sueño y la mirada han demostrado que el cuerpo humano tiene una tendencia natural a soportar estos períodos de sueño en las primeras horas de la tarde.

Informando de las investigaciones

La necesidad de la siesta o el “sueño” del cuerpo se demostró por primera vez en 1986, cuando el profesor Scott Campbell del Instituto de Fisiología Circadiano de Boston y los investigadores de sueño del Instituto Max Planck de Munich demostraron que la siesta está relacionada con las temporadas biológicas.

El mejor momento para la siesta comienza entre ocho y doce horas después del sueño nocturno. Por lo tanto, la persona que se acuesta a las 12 de la noche y se levanta a las 7 de la mañana sentirá la necesidad de dormir hacia las 4 de la tarde.

Pero las investigaciones de los últimos años han demostrado que dormir después de comer tiene unas características terapéuticas inmejorables, ya que además de mejorar la digestión, también ayuda a prevenir el infarto. La siestita de media hora diaria reduce en un 30% la probabilidad de padecer enfermedades coronarias. ¿Y por qué? Con este descanso se reduce el gasto cardiaco y la tensión arterial.

La siesta, por su parte, es un antídoto contra el estrés y los nervios que provocan o provocan las sociedades desarrolladas, y una medida para mantener el equilibrio psicológico en su punto de partida, sobre todo para personas con horarios de trabajo fuertes. Los científicos coinciden en que después de la siesta el cerebro funciona mejor, que la agilidad mental es mayor, que los reflejos crecen y el humor también mejora.

Los beneficios de la siesta se pierden si es demasiado largo. Para que tenga efectos beneficiosos para el cuerpo y no confunda el sueño nocturno, la siesta debería estar entre 30 y 90 minutos, según ha subrayado el doctor Broughton, profesor de neurología de la Universidad de Ottawa.

Las personas de más de 65 años son las más siegas. Y gracias a esos descansos de la tarde, aproximadamente la mitad de los jubilados consigue dormir más de ocho horas al día.

Según las comunidades autónomas, los catalanes son los que menos pernoctan en toda España, mientras que los vascos somos los más lotones según los datos del último Congreso Nacional de Neurofisiología Clínica.

Además de todo lo anterior, en la actualidad la siesta se considera rentable. Los que disfrutan y practican esta costumbre no son perezosos ni inútiles. Y el ejemplo más claro lo podemos ver en la zona de Japón, una sociedad tan laboriosa como es la que recomienda realizar una siesta para un mejor rendimiento en el trabajo. De hecho, varias empresas europeas y japonesas han habilitado oficinas especiales para sus empleados, para que puedan hacer pequeñas brochetas de dormir, tras comprobar que tras una de ellas la productividad aumenta un 20%.

El mayor enemigo de la Siesta, sin embargo, es el progreso. A medida que el pueblo se industrializa, sus habitantes van renunciando paulatinamente a esta costumbre, ya que los horarios de la tarde se reparten y organizan de otra manera. En España, por ejemplo, sólo un 10% de la población practica este hábito saludable.

El primer ministro de Gran Bretaña, Winston Churchill, rompió innumerables convicciones sobre la siesta, al confesar que en la Segunda Guerra Mundial se producía la siesta cada día para “reponer fuerzas”.

Por su parte, Salvador Dalí obligaba a los invitados que se reunían en su casa, además de realizar la siesta, a retornar a descansar después de comer. Este artista catalán, por su parte, hacía la siesta más corta, ya que al finalizar el café se dormía en la mesa con la arqueta en la mano hasta que se caía sobre el plato. Entonces, el ruido le indicaba que había dormido lo suficiente.

El último español galardonado con el Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, es también un simpatizante derrocado. Y dice que es aficionado a las siestas clásicas porque hace “pijama, padrino, con urinarios”.

Siesta ha perdido su fama y su mala fama. Bien hecho (es decir, nunca superior a hora y media), relaja, descansa y reduce el riesgo de infarto.

Napoleón Bonaparte, Thomas Alba Edison, Victor Hugo, Benjamin Franklin, Margaret Thatcher, George Bush, Jacques Chirac, ... y otras personalidades son algunos de los personajes que componen el listado de los siestantes. Como curiosidad, en los Juegos Olímpicos de Barcelona el atleta Fermin Cacho hizo una siestita antes de correr los 1.500 metros... y se puede decir que ganó la medalla de oro.

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