Cornelius Rhoads: la guerra como remedio
2019/10/08 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia
Barin, al sur de Italia. Año 1943 y II. La Guerra Mundial estaba en plena ebullición. El médico estadounidense Cornelius Rhoads (1898-1959) se quedó mirando a los innumerables heridos del hospital: la guerra no iba a traer nada bueno. Nunca. ¿Nunca?
—¡Señor Rhoads! —le gritó una enfermera—. Unos aviones alemanes bombardean el puerto y dejan en el fuego al USS Liberty. El barco transportaba cien toneladas de gas mostaza. ¡Hay muchos heridos!
¡Más heridos! El señor Rhoads comenzó a trabajar. Observó en qué consistía el efecto del gas mostaza: inmediatamente después de que se produjeran los gases, el número de glóbulos blancos (leucocitos) de los pacientes aumentaba, mientras que en los próximos días los heridos quedaban prácticamente sin glóbulos blancos muchos de los afectados por la exposición violenta del gas murían.
Con el paso de los días, Rhoads se sorprendió: además del daño a los leucocitos, apenas había otras infecciones en los pacientes.
—¡Parece que el gas mostaza sólo afecta a los glóbulos blancos! —se dio cuenta con gran asombro de que le pareció realmente extraño. ¿Se podía sacar algo de aquella rareza? ¡Pues sí! De hecho, fue el punto de partida de la quimioterapia: en la leucemia, los glóbulos blancos se multiplican sin medida y causan grandes daños. Ahora tenían un poderoso arma contra esta enfermedad.
La contrapartida fue cara, pero las bombas desafortunadas provocaron una feliz conclusión.
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