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La enfermedad de montaña te atrapa

2000/04/16 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia

El hombre, vestido de su fuerza, de su valentía y de su capacidad para soportar el cansancio, mira hacia arriba y asciende en busca de cumbres. En las mismas vías o cumbres, junto con el disfrute, han sido muchos los que han sufrido la enfermedad de la montaña, una enfermedad que surge a partir de una altitud. Así, por ejemplo, el 28 de marzo. Durante el trekking en la zona del Everest, en 5.000 metros, un turista alemán murió de un ataque al corazón por la enfermedad de la montaña.

Como la mayoría de los mamíferos, para que el ser humano pueda sobrevivir necesita oxígeno. Una disminución brusca de la cantidad de oxígeno que le llega hace que muchos procesos cerebrales y corporales se ralenticen. Si la reducción de esta cantidad es elevada y relativamente larga, se pueden producir lesiones cerebrales sin vuelta atrás hasta llegar a la muerte.

Para llegar a la cima los montañeros tienen que pasar un periodo de aclimatación, ya que tienen que acostumbrar al cuerpo a una baja presión atmosférica de bajo contenido en oxígeno. Y es que la mayoría de las veces se necesitan días fatigosos para ascender a la cima, y unas horas para bajar. Además del estado del cuerpo, las causas de la enfermedad de la montaña pueden ser otras, como el clima. La disminución de la temperatura a medida que sube, la mayor sequedad del aire al subir más arriba, la mayor radiación del Sol en altura, etc. pueden causar una enfermedad. Lógicamente, el factor más destacado es la altitud. Por encima de los 2.800 metros comienza a producirse un descenso notable de la presión atmosférica y por encima de los 4.800 metros comienza a producirse un descenso notable de oxígeno. A partir de esta altitud el ser humano no podría vivir, ya que alteraría el metabolismo corporal y perdería peso continuamente.

Necesidad de aclimatación

Sin un periodo de aclimatación previo, si subes a 6.000 metros de un balón desde el nivel del mar, en pocos minutos perderás el conocimiento. ¡Si subes más arriba o estás demasiado tiempo arriba listo! Te sumergirás en los brazos de Herio. Para sobrepasar los 3.500 a 4.000 metros es imprescindible que el cuerpo se adapte a las bajas presiones del oxígeno, es decir, la climatización. Este proceso se realiza lentamente en recorridos de aproximación. Cuando la aproximación se realiza de forma rápida y brusca -utilizando aparatos mecánicos o airéticos-, la no aclimatación puede suponer un riesgo para los montañeros.

En la época de aclimatación comienza en primer lugar la adaptación respiratoria y cardiaca, ya que con la intención de sustituir la reducción de oxígeno se incrementa la frecuencia cardiaca y aumenta el ritmo respiratorio. A su vez, el hematocrito, porcentaje de glóbulos rojos, aumenta, ya que con más glóbulos rojos se puede transportar más oxígeno. Sin embargo, esto ocurre después de un tiempo considerable de altitud, no de repente. La pérdida de capacidad de trabajo físico, la retención de fluidos, la hiperventilación… son fenómenos que tienen lugar durante la aclimatación.

Dado que el estado físico de las personas nunca es el mismo, no es posible dictar normas universales para una correcta aclimatación. Sin embargo, los consejos generales sí: Subir entre 350-400 metros por día hasta alcanzar los 5.000 metros; entre 5.000 y 6.000 metros, un máximo de 250 metros por día; y por encima, entre 150 y 200 metros por día. Si aparecieran problemas, se recomienda bajar y descansar un par de días.

¿Cómo saber que viene la enfermedad?

El síntoma más común de la enfermedad de la montaña es el dolor de cabeza, el dolor de la parte posterior de la cabeza. Con el movimiento y el giro de la cabeza aumenta el dolor, además de tener una gran sensibilidad al ruido y a la luz. Se considera una pequeña demostración del edema cerebral. Además del dolor de cabeza, el ritmo o frecuencia respiratoria es un síntoma claro. Mala señal cuando al montañero, en reposo, se acelera el ritmo respiratorio. De hecho, para combatir la escasez de oxígeno, el cuerpo acelera el ritmo respiratorio. El insomnio y las arritmias del sueño también pueden ser una muestra de la enfermedad de la montaña. La arritmia del sueño no es difícil de detectar, sólo hay que fijarse en lo que está durmiendo: ahora su respiración puede ser rápida y fuerte, al cabo de unos segundos el ritmo se ralentizará y pronto dejará de respirar durante unos segundos. Puede ser un síntoma de la enfermedad de la montaña.

Los síntomas más graves que los descritos, que dejan más patente la enfermedad, son: náuseas, vómitos, incapacidad para coordinar el movimiento, disminución de la cantidad de orina, aumento de peso, pérdida de sensación de riesgo, sueño, etc., pulmones y edemas cerebrales. Para los montañeros es importante conocer estos síntomas. Por ejemplo, si la actitud de un amigo cambia bruscamente, hace o empieza a decir cosas que no tienen sentido, no presta atención a lo que está alrededor… pueden ser síntomas de enfermedad de montaña y no puede suponer más peligro para él y para los demás. En estos casos es necesario adoptar actitudes duras, consistentes, que obliguen a descender a quien manifiesta los síntomas de la enfermedad de montaña.

A menudo se puede pensar que el montañero no será atacado por la enfermedad. Creencias. Las estadísticas revelan que la mitad de los montañeros que recorren más de 4.300 metros de altitud han sufrido alguna vez la enfermedad de la montaña. A la hora de repartir esas medias que han sobrepasado esa altitud, las personas que mejor se enfrentan a la enfermedad son las personas mayores, mientras que las personas mayores y muy jóvenes son más vulnerables. Si estas vacaciones vas a ir a las montañas altas, si no te acuerdas de los consejos que te hemos dado antes.

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