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El lenguaje de los fósiles una historia llena de fraudes

2001/07/22 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia

Para los
paleontólogos el mes de junio ha sido rico, lleno de descubrimientos. Por un lado, en Egipto han aparecido restos de uno de los dinosaurios más grandes del mundo, un gigante de 80 toneladas y 30 metros, y por otro, en Rusia se han encontrado restos de la bestia Suminia, un animal herbívoro del tamaño de la ardilla que vivió antes que los dinosaurios en la Tierra.

Los descubrimientos han llevado a los científicos a revisar algunas de las teorías vigentes. Antes de decir nada, sin embargo, será mejor comprobar correctamente los hallazgos, ya que han metido en más de una ocasión a los paleontólogos.

La paleontología estudia los seres, animales y plantas, que vivieron en el pasado en la Tierra, es decir, los fósiles. La paleontología no es sólo descriptiva, quiere saber cómo vivían los seres que han existido, en qué medio se movieron, por qué murieron, cómo eran sus relaciones genéticas, etc. Todo ello basado en la investigación de los fósiles. Por tanto, la paleontología es un tema muy complejo. A pesar de esta complejidad, los resultados de los trabajos realizados por los paleontólogos son evidentes, hoy en día casi plenamente aceptados, tanto por creacionistas como por su aplicación.

Sin embargo, en la historia de la paleontología han existido tiempos más negros que los actuales, hasta el punto de que en esa interpretación del pasado se ha puesto el término ‘fraude’. Hay varios ejemplos:

El hombre de Piltdown . Sucedió en 1912 en Inglaterra. Tras descubrir restos de un cráneo en el pueblo de Piltdown, concluyeron que en el pasado de la isla había homínidos. El Museo de Historia Natural, la Sociedad Geográfica y científicos de prestigio investigaron el descubrimiento y confirmaron su valor. 1953. Para estudiar la huella de cráneo se utilizaron técnicas anatómicas. En 1953 se volvió a estudiar el fósil, pero con técnicas químicas. Llegaron a la conclusión clara: las huellas no pertenecían a ningún ser humano y, además, todo fue un fraude. Las huellas estaban hechas con el cráneo de un ser humano y la mandíbula inferior de un orangután. Nunca se ha sabido quién preparó el fraude.

Cráneo descubierto en Sudáfrica, el hombre es la huella más antigua.

El hombre de Nebraska fue un error, no un fraude. En 1922 el director del Museo de Historia Natural de Estados Unidos, Henry Faifield Osborn, recogió un tejo descubierto en Nebraska. Tras su investigación, Osborn señaló que este tejo tenía características de monos y humanos, por lo que podía pertenecer a algún homínido. Otros científicos de temporada se sumaron a la tesis de Osborn. Cinco años después, en 1927, se descubrieron más restos del hombre de Nebraska. Estos restos dejaron claro que el tejo no era del hombre de Nebraska, sino de una especie de cerdo desaparecida.

Las luchas en paleontología han sido más desesperadas que la anterior, como la del niño de Taung. También ocurrió en 1912. Un joven investigador, Raymond Dart, descubrió en Sudáfrica fósiles de huesos, restos del cráneo y la cara de un niño, según todas las apariencias.

El joven investigador señaló que eran los restos humanos más antiguos descubiertos en la Tierra, de la especie Australopithecus africanus. Los profesores, investigadores y científicos más prestigiosos de la época dejaron sin efecto el descubrimiento de Dart. Él no se resignó y 30 años después, con técnicas bioquímicas, tuvieron que aceptar el valor del descubrimiento. El descubrimiento de otras siete huellas del Australopithecus africanus también contribuyó a comprobar el descubrimiento del Raymond Dart.

El caso del Ramapithecus también sacudió las bases de la paleontología. En 1958 dos investigadores de Oxford y Cambridge señalaron que el primer antepasado del hombre era el Ramapithecus, un primate con 30 millones de años de antigüedad y mucho parecido al orangután. Las pruebas bioquímicas realizadas en 1983 determinaron que el Ramapithecus era ajeno a la evolución humana.

También han influido los fraudes con los dinosaurios. El año pasado, por ejemplo, se resolvieron dos casos. La primera tuvo lugar en el Museo de Cardiff de Gales. El fósil del dinosaurio que ha permanecido durante 116 años ante los visitantes no era real, ya que estaba fabricado con huesos, yeso y pintura. Al ver que los responsables del museo comenzaron a caer trozos de yeso, se dieron cuenta del fraude. Tomaron la cuestión de la filosofía y, unidos al caso del falso dinosaurio, han organizado una exposición sobre los fraudes que se han producido en la historia de la ciencia. Algo parecido ocurrió en el Museo Smithsonian de Chicago. Desde 1905 han tenido en público el fósil de un triceratopo, hasta que el año pasado se dieron cuenta de que era una estructura realizada con huesos de otros 14 animales.

Además de estos casos en la historia de la paleontología, en la actualidad existen debates. Quizás el hombre de Orce sea el más representativo. En 1982 se descubrió el fósil de un cráneo en el yacimiento de Venta Micena en Granada. Fue descubierto por el paleontólogo José Gilbert y él mismo afirmó que eran restos de un homínido niño de entre 1,5 millones y 1,8 millones de años de antigüedad. Los científicos aceptaron el descubrimiento y el de Orce sería el hombre más antiguo de Eurasia. Sin embargo, actualmente hay científicos que afirman que las huellas son de un caballo, no de homínidos. Según los estudios bioquímicos que se han realizado, el origen de las huellas es humano, pero el debate está ahí.

Como se ve, el debate sobre los antepasados y el pasado del ser humano no cesa. No se puede negar que a veces se ha actuado con ligereza, pensando que las hipótesis se extienden y se convierten en tesis, mientras que en otras ocasiones se ha actuado con mala intención, adaptando el pasado a la propia teoría. Sin embargo, en la mayoría de los casos, a pesar de que se ha trabajado científicamente, también se han producido errores, ya que las nuevas técnicas han anulado las pruebas que se aceptaban en un tiempo. Las técnicas del futuro serán testigos de ello.

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