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Falsas creencias y malezas
2020/09/18 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria
Publicado en Berria el 15 de septiembre de 2020
Ed. Wikipedia
Las personas somos propias de buscar sentido a lo que percibimos, de encontrar una relación causa-efecto. Este mecanismo es fundamental para la supervivencia de nuestra especie, pero a menudo nos lleva a creer creencias falsas. Los psicólogos lo llaman ilusión causal, y más que un ejemplo de ello se ha extendido en tiempos en los que el deseo y la necesidad de interpretar la realidad son tan fuertes.
Por ejemplo, está bastante extendido que las antenas de tecnología 5G tienen que ver con la expansión del coronavirus. Detrás de esta convicción puede existir una falsa relación causa-efecto: la presencia de estas antenas en algunas de las zonas en las que se produjeron los primeros brotes mayores y mediáticos, puede dar lugar a que en el botepronto se considere que una es consecuencia de otra.
Si se analiza racionalmente, sin embargo, es fácil comprender que el enlace es falso: el virus se transmite a través de gotitas y aerosoles expulsados de las vías respiratorias, y las ondas electromagnéticas que utiliza la tecnología 5G no tienen ninguna incidencia en dicha transmisión. Además, se ha comprobado que en aquellos lugares en los que no hay restos de antenas 5G el virus se ha extendido con facilidad, desgraciadamente.
Sin embargo, es muy difícil que, una vez que hemos dado por buena una idea, la rechazemos; desaprender lo que aprendimos por primera vez. Por eso hay quien cree que el covid-19 no es más grave que una gripe, ya que así se abrió al principio. De hecho, los primeros casos graves confirmados del covid-19 y los muertos se produjeron entre mayores de edad, mientras que parecía que no afectaba a jóvenes y sanos.
Durante estos meses la realidad ha anulado esta primera impresión. No tanto como el jefe, pero también el joven mata las enfermedades y algunos supervivientes están sufriendo graves consecuencias. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud estima entre 290.000 y 650.000 muertes anuales por gripe estacional. Cuando quedan casi tres meses para que finalice el año 2020, son más de 900.000 las muertes confirmadas por COVID-19 (si se tiene en cuenta las no confirmadas, probablemente serán más).
Esta puede ser también una de las causas de negación de la eficacia de la máscara, ya que en un principio los propios responsables sanitarios indicaron que no eran necesarios. Con el tiempo, cada vez hay más evidencias de que la distancia no es suficiente para impedir la transmisión del virus: el virus también se propaga en los aerosoles, que llegan más lejos que las gotitas mayores y permanecen más tiempo en el aire. Por tanto, las máscaras se han convertido en un recurso importante para reducir el riesgo de infección.
Además de la ilusión causal y la perseverancia de lo primero aprendido, existe otro mecanismo psicológico que nos afecta a todos y que a veces nos lleva a no aceptar la evidencia: a rechazar lo que no se corresponde con nuestros intereses. Un ejemplo clásico es el de las primeras investigaciones que unían el consumo de tabaco con el cáncer de pulmón: en opinión de algunos, estas investigaciones tenían errores, pues la mayoría de los que así lo decían eran eran fumadores. Al mismo tiempo, al ser una máscara incómoda, algunos descartan investigaciones que demuestren su eficacia.
Además, hay matorrales impulsados por grupos interesados. La clave del éxito de muchos de ellos es ofrecer explicaciones y soluciones sencillas. Ante esto, la solución es pensar por el método científico, sabiendo que la ciencia, en la mayoría de los casos, no encuentra respuestas fáciles y rápidas.
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