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1998/02/01 Elosegi Irurtia, Migel M. Iturria: Elhuyar aldizkaria
En la salida de la mañana al monte me he dado cuenta de que nos ha llegado el invierno. Y es que he traído los termómetros, la barbilla, la nariz y los oídos de mi euskaldun, completamente dorados y dolidos de frío. El viento entraba hasta los huesos y tras mojarme los pies al amanecer, los dedos no se me han templado hasta el mediodía. De todas formas, volviendo a casa, tomando la ducha caliente, chupando la sopa de huerta hirviendo y sentado junto al fuego bajo, pronto me he calentado. Muy dulce, me he puesto a pensar qué hacen los animales que están fuera para no acabar con los fríos, hasta que me he quedado dormido en cinco minutos.
Tiempos duros
El invierno es sin duda la estación más dura para la mayoría de los animales. Cuando nieva con ganas, por ejemplo, los que se mueven con gravedad son los montones. Para sobrevivir en esta dura época muchos tienen que ir de arriba abajo, de la montaña a los valles y a los orificios protegidos de los vientos helados. Pero para darse cuenta de ello no hace falta ir lejos. En los pueblos y ciudades es fácil fijarse en ello. Así, en las nevadas pueden aparecer en el balcón, en los jardines o en el parque de la calle en busca de algo que nos permita ventrarse. En muchos lugares la gente les echa migas y/o alpistes y, por supuesto, se disfrazan con mucho gusto estos regalos.
Durante la tormenta de nieve, la mayoría de los mamíferos buscan y esperan, en la medida de lo posible, algún tipo de protección. Muchos pinares, encinares, matorrales, charcas y bosques jóvenes entran en busca de los rincones más templados. Afortunadamente, en la zona blanco-blanca también es frecuente encontrar algún verde, y la mayoría de los herbívoros pueden comer hojas de pino, puntas de zarzas, hiedra, cortezas arbóreas o hojas de acebos. Este último árbol, el acebo, es de gran importancia para algunas especies. Además de estar vestido de hoja, este árbol da en invierno frutos rojos muy conocidos y comen muchas aves y mamíferos. Por ejemplo, el gallo es uno de los que logra sobrevivir en estos tiempos gracias a los frutos del acebo.
Leyendo pistas
La nieve tiene muchos atractivos. En cuanto a la observación de animales, cuando nieva no es difícil encontrar las patas de los mamíferos que habitualmente son difícilmente visibles. Por lo tanto, basta con estar atentos a la nieve para detectar sus movimientos y, en definitiva, aprender sobre su modo de vida. El zorro, por ejemplo, ha bajado esta noche hasta el pueblo y se ha atrevido a caminar entre casas con la esperanza de algo que le permita vomitar.
Algo más arriba encontramos restos de demolición. La poteka-poteka ha ido hasta un montón de hierbas y, abriendo el agujero, ha comido unos rayos de hierba. Los restos de jabalí los encontramos en el casco superior. En estos altos nosotros entrábamos en la nieve hasta la cintura, por lo que los jabalíes, forzosamente, debían entrar o llegar a los oídos. Sin embargo, se colocan unos detrás de otros y van en línea arrastrando el vientre en la nieve de un monte a otro. Una vez más, los jabalíes nos han enseñado que tienen una época muy especial.
Selección rigurosa
Sobrevivir en esta situación no es fácil. A pesar de que durante varios días puede vivir gracias a las reservas corporales sin que se vientre nada, la tormenta de nieve durará el día... o si después llegaran las heladas, muchas pasarán por alto. En el Gorbeia, o en los bosques de Quinto Real, los ciervos y corzos se pueden ver a menudo desde las inmediaciones de la carretera y en ocasiones se puede encontrar algún ejemplar muerto.
“¡Qué dura vida! ¡Bestia gizarajoak! Sí, así es. Pero este es el buen ejemplo de la selección natural. Algunos animales mueren, pero otros muchos avanzan. Estos últimos son los más fuertes, los más duros, los más rápidos y los más saludables, y por supuesto, de esta manera se asegura la mejora y la supervivencia de la especie.
Ya hemos mencionado el efecto nocivo de la nieve en muchos animales. No obstante, puede tener efectos beneficiosos. Las parcelas de nieve que habitan en Ranero, Aizkorri, Aralar y los Pirineos, por ejemplo, abriendo agujeros bajo la nieve casi sin el peligro de los depredadores, pueden buscar comida. A menudo, y sobre todo en días de viento, la temperatura exterior suele ser a cero, pero bajo la nieve, tan sólo próxima a cero, es decir, más templada. Algunas plantas también sobreviven en invierno gracias a la capacidad aislante de la nieve.
Muertos comida de otros
Ya se ha mencionado que la nevada puede ser filtrante apuntado y eliminar los ejemplares más débiles. Sin embargo, no pienses que esos animales que mueren se pierden en ella. Antes o después, esta carne se convertirá en un alimento de otra especie y la muerte de unos, más que nunca, permitirá la supervivencia de otros. Un ciervo acabado en harina puede convertirse en alimento de zorro, garduña, bele, milano, etc. En los ayunos más graves, algunos animales llegan incluso a comer con especies muertas.
Larran, perfectamente camuflado
Si nos dirigimos a las montañas más altas de Euskal Herria, podemos encontrar a la señora de las nieves. Esta dama panpox es la perdiz blanca, una población dura que sólo se encuentra en nuestro territorio en los altos de Belagua. El ave elegante, como modelo parisino, presenta un vestido diferente para cada estación del año y en invierno se viste de blanco y blanco. Por supuesto, más que estar bonito con estos plumajes, se trata de conseguir el camuflaje más apropiado para cada época que los proteja de sus enemigos; además, para poner más difícil a los depredadores, tiene la capacidad de esconderlos sin dejar rastro en la nieve. Para ello, vuela de arriba abajo y se sumerge en la nieve.
Pero no creas que el único animal que se viste de blanco es el perdiz. El armiño que habita en los montes de la zona pirenaica, o de Carranza, ocupa también el pelaje blanco durante el invierno. Este carnívoro es un gran cazador de ratones y sátonas. De hecho, tiene un cuerpo largo y fino, similar al del vértice, que se puede meter en los agujeros de los roedores para atraparlos.
Callos
En los altos de Araba y Bizkaia Oeste el hambre también ha apretado los estómagos y en la oscuridad de la noche se han escuchado los bravos en los altos de Kuartango. Unidos en el grupo, abriendo las garras para no hundirse en la nieve, los lobos se lanzan a la caza. En el extremo del bosque, un joven corzo ha sido levantado y ha sido atrapado tras un atasco. ¡Gracias! Eran tres días que no comían ni un zorro citrín y que les estaba haciendo la tentación de bajar al rebaño de la borda inferior. Si esos viejos pastores no estuvieran por completo...
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