¿Vas a leer, sí o no?
1992/11/01 Urrozola, Arritxu Iturria: Elhuyar aldizkaria
¿Por qué has decidido leer este artículo? ¿Lo leerás hasta el final? ¿Comprendes y dentro de quince días recordarás lo leído hoy? Las respuestas a estas preguntas estarían en la característica que se llama “legibilidad”, es decir, que al ser o no interesante el tema, al tener un argumento claro, que la letra y la presentación sean atractivas, ... Pero los psicólogos están descubriendo por qué la gente lee la información técnica, y muchas veces no la lee, lo que hay que tener en cuenta es el lector y la lectura no tiene tanta importancia.
El tema que vamos a utilizar aquí es el de la información técnica, es decir, la lectura de manuales, instrucciones, contratos, etiquetas, información al consumidor, etc. Aprovechamos la ocasión para comentar la curiosidad que se ha suscitado en los fabricantes de ciertos productos sobre estas cuestiones, ya que es necesario leer las instrucciones para su correcto uso. Las investigaciones sobre la “legibilidad” de los textos técnicos se han llevado a cabo con el fin de dar a conocer las normas de seguridad a los habitantes del entorno de la central nuclear, evitar los gastos de las aseguradoras por el mal cumplimiento de los impresos, etc.
Es evidente que muchas personas dejan a un lado las instrucciones del vídeo o del ordenador de casa con la intención de ponerlo en marcha y aprender a utilizar la herramienta. Y a menudo no se presta atención a la información al consumidor, al etiquetado de los alimentos o a la letra pequeña de los contratos. ¿Cómo decidimos entonces si merece la pena leer algo?
Los psicólogos que analizan el proceso de lectura no coinciden con el papel que juegan los ojos, la memoria y el cerebro en este proceso. Según algunas teorías, el lector tiene en cuenta todas las letras o palabras que ve. Otros consideran que el lector utiliza la memoria y el contexto para pasar de una frase a otra.
Por otro lado, es evidente (y en este sentido existe un mayor consenso entre los expertos) que el lector va a tener una actitud diferente ante el texto, con respecto a cuál es su objetivo, a qué tipo de información quiere obtener. Es posible que quiera tomar todos los detalles de una compleja operación o, por el contrario, querer leer de la piel. Puede utilizar diferentes estilos de lectura para: lectura superficial, lectura detallada, etc.
Ver cómo la gente utiliza la información técnica pone de manifiesto que el cerebro reprocesa de lo abstracto a lo concreto. Tal y como se ha visto en diversas investigaciones, un manual o manual, por ejemplo, si al principio ofrece información general, más de un lector intentará partir de ahí y poner en práctica lo leído y no leerá otra información. Parece que los lectores prefieren la información ofrecida como “libro de cocina”.
Prefieren la información dividida en cantidades y procedimientos para que ellos mismos puedan visualizarla y ponerla en práctica. Es evidente, por otra parte, que los usuarios de ordenador principiantes prefieran pedir ayuda a alguien más que empezar directamente con el manual.
Versión AJakob tuvo doce hijos. Hijos de Lia: Ruben (mayorista de Jakob), Simeon, Levi, Juda, Isakar y Zabulon. Hijos de Rakel: José y Benjamín. Y los hijos de Bilha, la criada de Raquel: Dan y Neftali. Y los hijos de Zilpa, la criada de Lia: Gad y Aser. Estos son los hijos de Jakob, nacidos en Padan-aram. Versión B
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Organización de la información
Se han realizado diversos estudios con el texto intercalando diagramas. En estos estudios se ha observado que a la hora de leer la información técnica parece que la gente tiene un sistema mental para calcular el coste cognitivo, es decir, el esfuerzo que tiene que hacer para tomar conciencia de la información. Si el lector ve que la información adicional le va a dificultar la memoria o la comprensión, por ejemplo, descartará esta información. El lector empieza a leer con una determinada finalidad. Discute constantemente si está cerca o se aleja de ese objetivo inicial. Si considera que se está alejando, puede decidir simplemente mantenerlo.
Por encargo de British Library (Biblioteca Británica), se ha realizado un estudio sobre la respuesta de sus lectores a guardar los textos en los ordenadores. En este estudio se ha querido conocer cómo los lectores calculan el coste de lectura para valorar las posibles diferencias entre papel y pantalla de ordenador. Como se ha visto, cuando los lectores desconocen el burulán que van a tener, se alejan aún menos de su principal objetivo inicial.
Los lectores que tienen el texto en papel tienen la posibilidad de utilizar el número de páginas, de retroceder y de avanzar en las páginas, a veces subrayar y escribir notas en márgenes. Los que leen en pantalla sin este tipo de ayudas, se pierden en este grupo de textos y tienden a dejar el texto antes que nadie. En el ordenador se consideró necesario incluir el número de página y facilitar la marcha atrás, pero sin embargo los usuarios tenían mayores dificultades para calcular el coste, por lo que seguían más alineados con los objetivos iniciales y, por lo tanto, dejaron de leer con más facilidad, por no merecer la pena.
Y es que si los lectores ven que no van a encontrar nada de lo que necesitan o les parece, piensan que el coste de la lectura no merece la pena y, por lo tanto, dejarán de lado ese texto. Esto significa que las personas que escriben información e información técnica para los consumidores (en cualquier nivel, desde el papel de dulce hasta los manuales de seguridad nuclear) y los clientes que quieran leer dicha información tendrán que tener en cuenta el coste cognitivo del lector (lo que espera el lector ante las instrucciones).
También se utilizan flashes de aviso para indicar que el procesado de este apartado informativo merece la pena. Pero tampoco conviene abusar, ya que el lector empieza a incluir estos avisos dentro del cálculo del esfuerzo mental, por lo que volverá a valorar si merecen la pena o no.
Pero hay varias formas más sofisticadas de diseñar la información para que el lector asuma el coste.
Algunas de ellas están establecidas en la tipografía. Por ejemplo, el texto en cursiva es más difícil de leer.
Por otro lado, la “justificación” del texto (es decir, el hecho de llevar todas las líneas hasta el margen, extendiendo el espacio entre las palabras o dividiendo las palabras) aumenta la tensión en la comprensión del lector. El coste cognitivo es mayor cuando los lectores tienen que transportar la mitad de una palabra de una fila a otra, o la primera palabra de una frase de una página a otra, por ejemplo. A través de pruebas de un texto justificado y no justificado, parece que las personas adultas leen lo mismo que con dos tipos de textos. Sin embargo, niños y mayores leen mejor cuando el texto está organizado por formas (y no por significado).
El espacio también puede utilizarse para expresar la estructura de un texto (ver figura 1). En un estudio se mostró a un grupo de lectores la versión A y a otro grupo se les invitó a escribir de memoria la versión B y la lectura. Todos consiguieron reescribir el texto, aunque no tomaron literalmente el mismo fragmento. Los lectores de ambos grupos eran personas adultas y, por decirlo de alguna manera, “buenos” lectores. Haciendo pruebas similares con niños (para lo que se utilizó un texto más sencillo), los que tenían un texto tipo B superaron en un 20% los resultados del grupo A.
La idea de identificar y explicar la estructura subyacente sería igualmente aplicable a la información contenida en tablas, gráficos, imágenes, etc. Cuanto más clara sea la estructura de una tabla, más fácil se comprenderá. (Ver 2 y 3. imágenes) En uno de ellos, el lector deberá deducir, mediante comparaciones, una lectura horizontal y descendente, cuál es el grupo de control y extraer conclusiones. En la segunda está claro cuál es el grupo de control, los resultados sólo se pueden leer en una dirección y la progresión numérica facilita la comparación.
Diseño gráfico
En cuanto al diseño gráfico, parece que el uso de un color diferente en las líneas de los gráficos y el uso de gráficos en cuatro caras (y no sólo en dos) tiene una utilidad para obtener información más precisa.
Los inconvenientes de los lectores con las tablas se refieren a menudo a la posición de la tabla en el texto. El dibujo u otra información no textual ya mencionada en el texto parece aumentar el coste cognitivo para los lectores.
Nadie sabe lo concreto que calculamos la capacidad de procesar y cómo la comparamos con los costes, pero es evidente que también influye en el comportamiento de la propia imagen: si una persona piensa que es una persona que puede sumergirse en la información técnica, la lectura será más larga que la que piensa lo contrario (que no es capaz de encontrar la pierna ni la cabeza).
Para terminar y resumir, digamos que los que escriben información técnica tienen que tener en cuenta para qué lectores deben escribir. Y en ese camino hay que tener en cuenta tres preguntas: ¿qué saben los usuarios antes de encontrarse con la información? ¿Qué ocurre al encontrar información? (¿Hasta qué punto se entiende y qué ayuda o impide?) ¿Y qué pasa después? (Cómo implementan los usuarios su conocimiento final? ).
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