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Internet: ¿se ha cumplido lo prometido?

2015/09/01 Leturia Azkarate, Igor - Informatikaria eta ikertzaileaElhuyar Hizkuntza eta Teknologia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Al principio de Internet estaba claro que el mundo nos cambiaría muchísimo. Preveíamos que, además de las posibilidades tecnológicas que ofrecía para la comunicación, supondría un cambio económico y social para mejorar: la igualdad de oportunidades en muchos niveles (económico, tecnológico...), la mayor libertad... Internet tiene ya más de 30 años, la web casi 25 y el correo electrónico más que ellos. Tal vez haya llegado la hora de hacer un balance de lo que había hasta ahora.
Ed. © DollarPhotoClub/Natalia Merzlyakova

No hay duda de los logros o aportaciones tecnológicas de la Red. La red se nos ha convertido en algo cotidiano y imprescindible para muchas cosas, tanto en la vida personal como profesional. Pero otros cambios que ha traído (económicos, sociales, políticos...), ¿han sido para bien, como se nos prometió al principio? Cada vez son más (o somos) escépticos.

La congestión de poderes de unas pocas empresas

Tomemos el tema de la igualdad de oportunidades tecnológica, por ejemplo. Pensamos que cualquier empresa tecnológica podría ofrecer sus productos y servicios en el mercado mundial gracias a Internet, lo que supone un avance hacia la igualdad económica. Pero en realidad ha ocurrido lo contrario: son pocas las empresas que se están convirtiendo en el principal y único proveedor tecnológico global para más cosas. Los principales ejemplos de estas empresas son Google, Facebook, Twitter, Amazon y Microsoft.

Google, que empezó como buscador, hoy en día es mucho más: es propietario del sistema operativo dominante en los teléfonos inteligentes (Android), es también una red social (Google+), ofrece correo en la nube para escuelas y empresas, agenda y soluciones ofimáticas, los portales que dominan los vídeos y mapas de la red (Youtube y Google Maps) son suyos, con una presencia cada vez mayor, y un Derome. Facebook y Twitter tienen asumidas las formas sociales de comunicarse (la primera de ellas también es propietaria de WhatsApp e Instagram). Amazon, principal agente de compras de la red, también es líder en alojamiento web. Microsoft, líder en sistemas operativos de escritorio entre otros, incluye navegador, productos de ofimática y sistema operativo para teléfonos.

En un mundo en el que la tecnología se utiliza cada vez más, el poder que tienen esas empresas (¡y lo que van a tener!) es impresionante. Tienen el mercado adquirido y es muy difícil, casi imposible, competir con ellos. Nunca sé si en ningún sector económico tan pocas manos se ha acumulado tanto poder, tan poco para todos los demás. Por otra parte, todas estas empresas pertenecen a Silicon Valley, EEUU, lo que aumenta la desigualdad económica entre países. La Unión Europea ya ha manifestado en varias ocasiones su preocupación por este tipo de monopolios de facto.

Los medios que utilizan y utilizan para lograr y mantener este poder son discutibles: el que tiene dominio en algún servicio se sirve de él para impulsar el resto de sus servicios. Google, por ejemplo, lo hace a menudo.

En otras ocasiones han utilizado el camino de los protocolos propietarios y cerrados, en contraposición a la filosofía inicial de Internet. Todos los protocolos de entonces, como los de la web (HTTP, HTML...) y el correo electrónico, eran estándares abiertos y cualquier pequeña empresa podía convertirse en proveedor de los mismos. Por el contrario, Facebook, Twitter y Whatsapp no son protocolos abiertos y distribuidos. Esto significa que para poder utilizar una de estas redes sociales o formas de comunicación es imprescindible ser cliente de ellas. Por ejemplo, imagina que un proveedor de correo electrónico o de telefonía móvil le dice que si quiere comunicarse con el resto de sus clientes, debe ser su cliente. Impensable, ¿no? Pues eso es lo que hemos aceptado a las redes sociales. Al final, como son prácticos sólo si se pueden comunicar con mucha gente, todos nos apuntamos a los servicios en los que hay más gente, y esa rueda loca nos lleva al monopolio de los tres servicios mencionados, hasta el punto de que no se puede acceder a ningún otro.

Además, estas gigantes empresas compran empresas que empiezan a destacar un poco en el mercado o que tienen algún producto o servicio interesante. De esta forma abren nuevos negocios para el futuro, pero también han comprado empresas que hacen competencia de alguno de sus productos. Sin embargo, estas compras incrementan su poder e impiden la aparición de otros actores. Google ha comprado más de 170 empresas como Youtube, Android, Picasa, Blogger o Motorola. Más de 40 Facebook (los más populares Instagram y Whatsapp), y el resto igual o más.

Reducción de libertad y privacidad

Internet también nos anunció más libertad, ya que aumentaron las posibilidades de comunicar y publicar lo que la gente quería. Pero diría que ha ocurrido lo contrario.

Pensábamos que, a diferencia de los medios controlados por los gobiernos, cualquier persona podría tener voz en Internet. Sin embargo, las comunicaciones digitales son más fáciles de detectar y de interrumpir. Así, algunos gobiernos reducen los servicios y websites que pueden ser utilizados o visitados por sus ciudadanos o castigan a la gente por sus comentarios en la red. Además, últimamente estamos viendo que los gobiernos, con la excusa de la seguridad, utilizan la red para espiar a los ciudadanos, como han demostrado las filtraciones de Snowden o los hackees de Hacking Team.

Espiar nuestras comunicaciones privadas por parte de los gobiernos es contrario al derecho a la privacidad. Pero quizá sea más preocupante que proporcionemos nuestros datos privados (mensajes, fotos, ubicación…) de forma voluntaria a las grandes empresas arriba mencionadas a cambio de servicios. Sin embargo, las empresas más ricas del mundo no son ni angelitos... Y como nos dijo Snowden, sabemos que suministran nuestros datos privados a los gobiernos. ¿Y cómo no saben vender o usar, por ejemplo, para publicidad?

Internet nos hizo muchas promesas, todas buenas, pero en gran medida no las ha cumplido. Bueno, la verdad es que no podemos culpar de Internet. Internet es sólo una herramienta, y es nuestro uso. Es similar a la televisión: puede ser una herramienta muy adecuada para recibir información o para acceder a contenidos de calidad, pero hemos acabado viendo la telaraña y enriqueciendo a Berlusconi. También en el caso de Internet, en gran medida nosotros mismos hemos elegido dar poder a las grandes empresas y dejar que los gobiernos hagan lo que hacen. Y está en nuestras manos dar la vuelta a la situación.

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