“Es imprescindible romper la dicotomía, hibridar y cambiar el paradigma”

“Igualdad, ciencia y tecnología. María Ángeles Sallé Alonso ha acogido con gran amabilidad la revista Elhuyar en el congreso internacional “Un cambio de paradigma”. El Congreso se celebró en Donostia-San Sebastián los días 23 y 24 de octubre de la mano de Emakunde y fue inaugurado por Sallé. Doctora en Ciencias Sociales y experta en desarrollo socioeconómico, igualdad y políticas públicas de la sociedad digital, ha dado a conocer, a partir de datos, que la ruptura de la dicotomía imperante en la sociedad actual, la hibridación y el cambio de paradigma son imprescindibles. La entrevista ha servido para profundizar en este aspecto.


Desde hace años se establecieron políticas para cerrar la brecha de género en el ámbito científico-tecnológico. Sin embargo, la realidad es terca y la paridad aún está lejos. ¿Qué es lo que, en tu opinión, hace el mal?

En primer lugar, no se deben subestimar los esfuerzos que se están haciendo, que son muchos y algunos con éxito. Pero antes que nada, falta una reflexión más profunda para saber qué políticas necesitamos. Falta evidencia. Se han realizado bastantes estudios cualitativos en el entorno anglosajón, pero mucho menos en el latino, el hispano y el vasco. Por lo tanto, no tenemos suficiente información para entender bien lo que pasa.

Por otro lado, además de reconocer y poner en valor experiencias eficaces, es necesario ponerlas en la red para que se conozcan. Nunca hay que empezar de cero, nunca. Se han mirado los entornos en los que están sucediendo cosas, para preguntar, para debatir, para tejer, para construir, desde las experiencias.

Por lo tanto, en primer lugar, tenemos problemas para visibilizar y organizar las cosas que están haciendo bien. En segundo lugar, en general, seguimos pensando en la necesidad de atraer a las chicas en las vocaciones, a las mujeres en las carreras profesionales, especialmente en las áreas tecnológicas. Y no nos damos cuenta: si la atraes pero no la retienes, la retienes y la empujas hacia delante, ¿qué estamos consiguiendo? Necesitamos una mirada sistémica.

Los mayores esfuerzos se centran en la creación de vocaciones en las chicas, en el área de STEM. Pero, en mi opinión, el STEM no es un concepto correcto, porque las chicas sí están en las ciencias. Es más, dominan las disciplinas que tienen el bi-prefijo. Por el contrario, cuando se habla de ciencias duras no basta con decir: "Venid". Nosotros, obstinados, no vamos allí, ¿verdad? ¿Por qué? Pues porque siempre las chicas están equivocadas, siempre son ellas las que tienen que corregir y encauzar, y siempre desde un punto de vista dicotómico.

Precisamente, en su intervención ha subrayado que hay que romper la dicotomía.

¡Por supuesto! Tú eres una joven, estás en el Bachillerato y tienes que elegir de qué rama tocar. Eres muy bueno en matemáticas, te gustan los ordenadores, pero también te gusta la danza, todo lo que tiene que ver con la gente... Y te dicen que tienes que elegir y, además, elegir aquello que menos te guste, o por lo menos, aquello que no tenga nada que ver con lo que más te guste. Yo creo que está claro que la estrategia de atracción también tiene que cambiar radicalmente. Hay que poner el foco en la dimensión humana, en el impacto social...

Mª Ángeles Sallé Alonso, “Igualdad, ciencia y tecnología. Conferencia introductoria del congreso internacional “El cambio de paradigma como objetivo”. Ed. Iñigo Ibáñez

También hay que construir un marco en el que tú no tendrás que elegir. Tenemos un enorme problema de hibridación: seguimos pensando "aquí la tecnología, allá las humanidades". No obtendremos resultados significativos si no lo modificamos.

Por cierto: en la lectura las chicas son mucho mejores que los chicos, pero la lectura no se tiene en cuenta, no se le da valor. Y, por el contrario, yo creo que es muy importante, porque muestra, en primer lugar, cuál es su fortaleza y, después, permite crear planteamientos más narrativos, por ejemplo, para introducir una visión de objetivos. De esta manera, no debe elegir entre el que dice tener un gran futuro y su punto fuerte.

Todo ello en términos de atracción. ¿Y después?

Luego no, al mismo tiempo. Al mismo tiempo, tienes que dotarles de herramientas para poder desenvolverse en el mundo que viene. Usted está en ese mundo de la tribu y las hormonas, y no le dan formación sobre la igualdad para saber y decidir qué va a hacer cuando tiene pareja; es un tema crucial, sobre todo, en una pareja heterosexual. Ahí hay un hueco.

En estas edades, la formación con perspectiva de género debe ser más profunda y más práctica. Para chicas y chicos, para todos. Hay que dotarles de herramientas para poder construir y gestionar proyectos vitales: cómo solicitar una beca, cómo negociar un sueldo o un puesto de trabajo, cómo actuar si quieres ser madre... Las chicas tienen que entender que los obstáculos que van a encontrar no son algo personal, sino estructural. Esto es fundamental en estas edades.

Y, además, hay que crear competencias para el pensamiento computacional en las escuelas, para chicos y chicas. Al fin y al cabo, es un lenguaje que requiere alfabetización. Ahí también se están esforzando, pero hay que acelerar.

Y entonces sí, ahí viene tu pregunta: ¿qué ocurre cuando esa chica llega a la universidad? Se espera de los que han optado por la Ingeniería Informática que estén ahí, sin tocar nada; que no se note nada.

¿Que no se equivoquen?

¡Eso es! Pero hay universidades —como Carnegie Mellon y Harvey Mudd— que decidieron que querían ser inclusivas y que hicieron cambios: crearon programas de mentoría, empezaron a hacer campañas que vincularan las carreras con el impacto social, crearon redes entre chicas, cambiaron las didácticas… Por lo tanto, se puede hacer mucho para que el entorno sea más agradable para las chicas, más habitable y más útil.

Si no se hace nada para ello, las chicas seguirán renunciando a estos estudios y quienes los elijan los dejarán más fácilmente. No puedes poner como ejemplo a esas supermujeres que, pese a todo lo contrario, llegan a tener éxito científico-tecnológico. Porque ellos son una excepción y la mayoría no somos así.

¿Y qué pasa con los demás que no optan por carreras tecnológicas?

Ahí las mujeres son mayoría. En medicina, por ejemplo, el año pasado eran el 71% [dato de España]. Si miras a la evolución, es más significativo: hace unos años eran menos del 50%, y este aumento no se ha debido únicamente a la incorporación de más mujeres, sino a la renuncia de los chicos. De hecho, se produce un fenómeno en el que las carreras feminizadas se feminizan aún más, precarizándose y subestimando; y las masculinizadas, más aún, masculinizándose.

Por lo tanto, hay que reivindicar las ciencias que hacen las mujeres: ciencias sociales, biociencias... Tenga en cuenta que la propia terminología es muy significativa. Todas las ciencias que tienen que ver con las personas son ciencias blandas, mientras que las otras son ciencias duras. ¡Hay en ello un claro desprecio, aunque sean blandos los que se ocupan de la vida!

Pero las políticas no se preocupan de las mujeres que están ahí.Las chicas siempre se dirigen a estos espacios minoritarios con la intención de aumentar su presencia y no se hace nada en los espacios presentes.

Sin embargo, hoy en día, psicólogos, periodistas, médicos, genéticos, antropólogos, sociólogos... todos necesitan tecnología. Por lo tanto, es necesario inyectar tecnología en estas carreras y en la Formación Profesional. ¿Cómo? Basada en sus narrativas y prioridades. Ahí está todo por hacer, y es clave, porque ahí están las mujeres jóvenes del presente. Esto exige una visión global y un cambio de paradigma.

El siguiente paso es el mundo laboral. Allí también habrá trabajo...

Aquí también ocurre lo mismo: no estamos haciendo mucho para las mujeres que han ido a campos que no son el STEM. Y los esfuerzos de digitalización, los planes de fortalecimiento de la producción, de mejora de la eficiencia, de innovación y competitividad... no se dirigen a las áreas en las que se encuentran las mujeres. De hecho, existe una distinción entre actividades económicas y sociales: las actividades económicas son duras y las sociales blandas. Por lo tanto, estos últimos no tienen tecnología.

Es otro ejemplo de dicotomía. Se ve claramente en las subvenciones a las pequeñas y medianas empresas: la práctica totalidad se destina a actividades duras, dirigidas a los hombres. Y las actividades en las que predominan las mujeres sólo recogen un pequeño porcentaje. Son invisibles.

Se mira más a las mujeres que han ido a las áreas duras, a las que son minoritarias. ¿Y qué se ve? Pues que la discriminación continúa. Es especialmente grave para quienes deciden tener hijos. De hecho, la carrera profesional está vinculada a un horario concreto, como no podía ser de otra manera.

En la Universidad de Nueva York se llevó a cabo un estudio para conocer la situación de los investigadores 12 años después del inicio de su carrera investigadora. Las mujeres respondieron que habían tenido que renunciar a la maternidad o tenían menos niños de los que querían. Era y es sistemático, porque existe total incompatibilidad. Parece imposible cambiar los horarios y las formas de hacer. Es cierto que se han dado grandes avances; por ejemplo, los permisos son ahora más largos e intransferibles. Pero la cultura no ha cambiado, sigue habiendo culpabilidad, castigos de una u otra forma...

¿Esta cultura tiene mucha influencia?

A ver: todavía tengo que escuchar "se les han dado las mismas oportunidades y, sin embargo, lo han dejado". ¿Las mismas oportunidades? ¡Oiga! Usted está ahí, enfrentándose a todos los obstáculos estructurales; y además, si tu pareja es un hombre, defiende su carrera —y él no tiene los obstáculos que tú tienes—, y no da valor a todas las tareas extraordinarias que realizas. De hecho, en los centros hay un montón de trabajo extra (acogida a los recién llegados, apoyo a los becarios, disfrute del ambiente…) que necesariamente hacen las mujeres, pero no se reconocen, ni se pagan, aunque sin ellas las organizaciones se derribarían. Y si te vas, eres tú quien renuncia a la oportunidad que te había dado. ¿Por qué? Pues porque siempre se pone el foco en las mujeres.

Ed. Iñigo Ibáñez

No siempre se puede poner el foco en las mujeres y menos aún en nuestras carencias, porque eso nunca funcionará. Los mensajes también son muy decepcionantes: solo hablamos de grietas, síndromes y techos. Y otras cosas se callan, como el acoso sexual.

He hecho bastantes estudios en Latinoamérica y he encontrado muchas evidencias de acoso, pero no se habla de ello. Hay una ley de silencio al respecto. Por lo tanto, es imprescindible cambiar estos entornos para que las mujeres también puedan hacer carrera en ellos y no se marchen.

Y nosotros también debemos apropiarnos de ello, empoderarnos y poderarnos. Al fin y al cabo, somos productos de nuestra sociedad, pero al mismo tiempo somos agentes de cambio; los dos a la vez. Por lo tanto, somos contradictorios y tenemos que hacer consciente al inconsciente. Es decir: para poder hacer las cosas mejor, necesitamos saber cuál es la situación, con datos y evidencias. Y es que la mayoría de la gente, salvo algunos señoritos, es razonable. Pero, en la medida en que tenemos la estructura interiorizada, tomamos como normales muchas cosas que ocurren todos los días. Sin embargo, si se pone de manifiesto, la gente es capaz de comprender.

Estamos hablando de un cambio de paradigma, y es imposible hacer algo así sin hacer una reflexión profunda. Y no solo académica, sino una reflexión que ponga en contacto a la academia y al activismo. A mí no me interesa el conocimiento, no sé quién para subir a los altares. El conocimiento debe servir para la transformación, y para ello el conocimiento científico debe mojar y atravesar los temas de la realidad práctica.

El conocimiento tiene que ir en dos direcciones: de lo académico a lo laboral y activista, y viceversa. Ahí también hay dicotomía. El flujo y la hibridación son imprescindibles, pero hoy en día el mundo está cada vez más polarizado.

¿Cuáles son las consecuencias de esta dicotomía y polarización?

Pues las consecuencias son muy graves. El talento de las mujeres, ese conocimiento que han ido construyendo sobre el sujeto, está fuera del lugar en el que se está construyendo el futuro. Y no se trata solo de la igualdad de género, esto puede llevarnos a un riesgo existencial. Hay muchas cosas entre ellas: que se pierde talento, que las mujeres sufrimos... Pero la mayor y más peligrosa es otra: que estamos construyendo un nuevo mundo sin mujeres.

Mira cómo está el mundo: las guerras aquí y allá; los gigantes de la tecnología, midiendo quién tiene más y compitiendo por llegar antes al espacio... ¿Dónde están las mujeres? No estamos en el mapa del poder, sino en el papel de víctima o de salvador. Y eso es una gran pérdida personal y para la sociedad.

Independientemente de que hibridemos o no este enorme conocimiento tecnológico que tenemos, seamos o no orientados a las necesidades de las personas, tendremos una gran oportunidad o riesgo existencial. Eso es lo que está en juego. Por lo tanto, debemos cambiar de paradigma: pasar de pensar que la tecnología es para superar los límites de la naturaleza, a pensar que debe servir para cuidarla. Y dentro de la vigilancia se incluye el cuidado del planeta y la comprensión de que, además de la lógica del progreso, existe la de mantenerlo, que es lo más importante hoy en día. Necesitamos una cultura del cuidado.

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