Buscando a la mejor reina
2006/07/01 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria
No todos los apicultores quieren mejorar el mismo aspecto; unos tienen como objetivo aumentar la producción de miel, otros quieren crear más jalea real o que las abejas sean más dóciles o resistentes a las enfermedades...
Xabier Larrinaga es apicultor, especialista en el cultivo de reinas y miembro de la Asociación de Apicultores de Bizkaia. Según él, las características mencionadas son parcialmente hereditarias y se transmiten sobre todo a través de la reina.
Sin embargo, también influyen las características genéticas de los erlamangos. Sobre todo en la agresividad se percibe la influencia de los erlamandos, ya que las crías de los erlamando agresivos suelen ser agresivas. Sin embargo, Larrinaga no busca especialmente la sumisión, ya que a menudo cree que las abejas agresivas dan más miel.
Sea con una u otra finalidad, conviene al apicultor controlar la reproducción de la reina. Para reproducirse sin intervención humana, la reina sale de la colmena y realiza un vuelo nupcial. Se cruza con los reclamos que circundan y guarda en la espermateca a su hijo. De hecho, los huevos no se fecundan hasta el momento de la puesta; de los huevos fecundados nacen las abejas hembras (obreras y jóvenes reina). Los erlamandanos se producen a partir de huevos no fecundados.
Los apicultores utilizan la selección de masas para controlar con qué contrapeso se cruza. La esencia de esta técnica es sencilla: durante el vuelo nupcial de la reina, se colocan colmenas con buenos erlamando. De este modo, hay muchas posibilidades de que la reina se cruce con los correspondientes erlamando y no con los de cualquier otra colmena.
Convirtiendo a los trabajadores en la reina
Además de la selección de masas, existe otra técnica para controlar la fecundación: la inseminación artificial. En este caso el control es total, ya que la reina incultiva al semen de los erlamandos elegidos por el apicultor.
Primero hay que conseguir las reinas. Para ello, los apicultores utilizan el método doolittle. Gilbert M. Se le llama así porque se basa en el trabajo realizado por el apicultor Doolittle. En un libro escrito en 1888 (Scientific queen-rearing as practically applied; being a method by which the best of queen-bees are), Doolittle explicó cómo deben ser las celdas para crecer. Deben tener forma de cúpula.
Posteriormente, los apicultores descubrieron el nacimiento de las reinas al colocar las larvas en las celdas en forma de cúpula. A través de ella consiguen tantas reinetas como quieran. Eso sí, las larvas deben colocarse en el momento adecuado en las celdas, en concreto, cuando hayan transcurrido como máximo dos días en la fase larvaria, con una alimentación y vigilancia adecuadas durante todo el desarrollo.
Dentro de la colmena, los huevos que deben convertirse en reina crecen en celdas especiales y sólo se alimentan de jalea real. Sin embargo, de la mayoría de los huevos nacen abejas obreras. Estos huevos crecen en celdas hexagonales y las larvas se alimentan sólo con jalea real hasta los tres días. A partir de entonces, las abejas inudeas les dan polen y miel.
De ahí la importancia del traslado a tiempo. Si las larvas tienen más de 24 horas, no se convierten en reina. Pero antes sí. Así lo demuestra Larrinaga: "Nosotros metemos la sirena a las abejas como queramos".
Con mucho cuidado
Las reinas que se quieren inseminar se guardan en las urnas. Una vez transcurridos cinco o seis días desde su nacimiento, son tomados y sometidos a dióxido de carbono durante cuatro o cinco minutos. Con ello se fomenta la puesta de huevos. Después se vuelven a introducir en la colmena y al día siguiente se inseminan.
Para inseminar primero hay que sacar semen a los erlamangos. Pulsando sobre el tórax se expulsan los órganos sexuales, a la vez que el semen sale y el apicultor lo absorbe con una jeringa. En la operación de extracción de semen, el erlamando muere, pero lo mismo le ocurre en la naturaleza cuando se cruza con la reina.
Se necesitan ocho microlitros semen por reina, cantidad que se obtiene uniendo el semen de ocho o diez erlamandarras. El semen se recoge en un tubo capilar de 12 milímetros y para evitar que se seque se coloca también el suero fisiológico, pero sin tocar al semen, ya que de lo contrario los espermatozoides mueren.
A continuación se extrae la abeja reina y se le deja volar para que se defienda. El apicultor Xabier Larrinaga nos explica por qué: "Hay que tener en cuenta que ha permanecido en un lugar cerrado durante seis días y no ha podido hacer deposiciones. Por eso se le permite volar para que esté limpio al inseminar".
Una vez limpia, la reina se introduce en un tubo y se somete nuevamente a la acción del dióxido de carbono, con el objetivo de que esta vez se asocie. Está dispuesto a ser entonces inseminado.
El apicultor utiliza una lente que amplía la imagen treinta veces, utilizando un par de pinzas, para abrir la parte posterior de la reina y ver la entrada del obidado. Por ahí introduce la jeringuilla. Según Larrinaga, hay que inyectar con cuidado el semen, ya que de lo contrario sale de la vagina. Para evitarlo, el semen debe introducirse tras una válvula en el obiducto, desde donde llega a la espermateca.
Una vez realizada la inseminación, la reina se quita el dióxido de carbono y se espera a su recuperación. Entonces vuelve a la colmena, y a escasos meses comienza a ponerle huevos, como cualquier otra reina. Por ejemplo, puede poner 1.500 huevos al día durante el primer año y 2.000 en el segundo. Las abejas que nacen de estos huevos no serán de ningún tipo, ya que son hijos de padres bien elegidos.