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Alimentos transgénicos: Debate sobre la mesa

1999/12/19 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia

Cada vez se leen más cosas sobre transgénicos, se escuchan y se ven en los medios de comunicación. Normal, ya que la industria de alimentos transgénicos crece y se expande. Sin embargo, los productores de este tipo de productos no están en condiciones de estar satisfechos, ya que a medida que los transgénicos crecen, el debate sobre el impacto en la salud de los alimentos transgénicos también ha crecido. Por el momento, los alimentos transgénicos son los que mayor debilidad han tenido en Europa, mientras que en Estados Unidos parece que la sociedad ya los ha aceptado. Sin embargo, las cosas no están tan claras.

Comer en exceso, tomar alimentos con grasa, beber alcohol y, en general, tener un hábito de alimentación deficiente, suele producir ardor. Los dueños de las industrias agrarias que se benefician de la biotecnología en sus explotaciones también sufrirían su ardor últimamente, no por lo que están comiendo, sino por el ambiente de discusión que se ha generado en torno a los alimentos transgénicos.

En Europa el debate sobre los alimentos transgénicos es bastante antiguo. En Estados Unidos, hasta ahora, no ha sucedido, pero como si fuera un virus que ha atravesado el enredo, el debate sobre los alimentos transgénicos ya ha llegado a Estados Unidos. Recientemente, en Battle Creek, Michigan, un grupo de miembros de Greenpeace realizaron una acción de protesta en la sede de Kellogg. Como es sabido, Kellogg vende cereales procedentes de semillas modificadas genéticamente. Días después, otro miembro de Greenpeace llevó a cabo una acción espectacular que cuestionaba el trabajo de Kellogg. La Asociación de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos organizó unas jornadas sobre alimentos transgénicos. En estas jornadas apareció la sorpresa invitada, el famoso tigre de la casa Kellog, Tony, pero con la indumentaria de Frankenstein; por lo tanto, la prensa británica llama a los transgénicos los alimentos de Frankenstein. FrankenTony no aparece solo, ya que con él había un grupo de niños vestidos de mariposas. El grupo de mariposas infantiles comió maíz y representó la muerte. Mediante esta acción, un grupo de investigadores de la Universidad de Cornell deseaban dar eco al reciente descubrimiento de que el maíz modificado genéticamente podría matar las orugas de la especie monarca.

Todo ello hace que en Estados Unidos ya se perciban signos de cambio. Según los rumores, el Secretario de Agricultura de este país, Dan Glikman, está a punto de formar un grupo de expertos en biotecnología. Asimismo, un grupo de 20 parlamentarios ha presentado recientemente un nuevo proyecto de ley que regula el etiquetado específico y diferenciado de los alimentos transgénicos. El ambiente de preocupación que ha empezado a despertar entre los políticos hacia los alimentos transgénicos no ha llegado todavía a los estadounidenses. La verdad es que no tienen muchas posibilidades de cambio. Piénsese que la mitad del seso que se consume en Estados Unidos, un tercio del maíz, y buena parte de las patatas se extraen de plantas genéticamente modificadas. En breve se podrán incluir letxuGa, brócoli, col, fresas, ciruelas y manzanas.

A pesar de que no han conseguido la atención de la ciudadanía, los grupos de defensa de la naturaleza siguen trabajando. Por ejemplo, Greenpeace ha presionado mucho a la empresa de alimentación infantil Gerber. Esta empresa utiliza en sus productos soja y maíz genéticamente modificados. Greenpeace también tuvo gran importancia en la decisión de la empresa Monsanto de abandonar las investigaciones sobre semillas terminator. Además de Greenpeace se oyen dudas sobre el tema desde otros aspectos. Uno de los responsables del Foro de Vigilancia Ambiental de Estados Unidos, Rebecca Goldberg, decía: "A mí, como biólogo, me cuesta estar en contra de la transformación genética de los alimentos, pero creo que hay que tener en cuenta los posibles riesgos para la salud y la ecología".

El debate se ha centrado principalmente en los problemas de salud. Todavía nadie ha sido capaz de demostrar que los alimentos genéticamente modificados son perjudiciales para la salud. En el caso de las ratas, sin embargo, se ha realizado alguna sesión, y un investigador británico ha asegurado que las patatas modificadas genéticamente han asustado las nueras de los ajos de su laboratorio. Hay quien dice lo contrario, ya que un grupo de científicos se ha referido últimamente a los beneficios de los alimentos transgénicos. Según ellos, los alimentos genéticamente modificados son beneficiosos para la salud, ya que al contener más alimentos y producir menos residuos, se reduce la contaminación química. Dicen más, que ser natural no siempre significa que sea bueno, y ponen ejemplos de que si algunos alimentos no se cocinan bien pueden ser tóxicos.

La Asociación de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos ha aprobado hasta el momento 40 plantas genéticamente modificadas para el consumo humano, pero en los próximos años se van a admitir más. En Europa la lista es mucho menor pero aumentará. Por tanto, las personas que desconfían de los alimentos transgénicos están fomentando el trabajo por una etiqueta diferenciada y especial para estos alimentos. Quizá influya esta presión de los grupos sociales, pero de momento no parece que las multinacionales de los transgénicos sucumban. La solución, sin embargo, puede venir de otro lado, por parte de quienes trabajan con alimentos tradicionales. Si el problema es la etiqueta, la marca “Producto no modificado genéticamente” también tiene su fuerza y encanto.

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