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Primer tratamiento contra el síndrome de Creutzfeldt-Jakob

2001/08/16 Astobiza, Amaia

Un grupo de investigadores cree que dos fármacos utilizados hasta ahora para tratar el paludismo y la esquizofrenia podrían ser utilizados para combatir la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

B. Stanley El equipo de investigación dirigido por el bioquímico Prusiner ha estado experimentando con los ratones y ha comprobado que hasta la fecha el paludismo y la lambliasis, por un lado, y la esquizofrenia y otras enfermedades psicóticas, por otro, dos medicamentos utilizados para tratar pueden ser utilizados en la lucha contra la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Ambos medicamentos son quinacrina y clorpromazina, respectivamente.

La enfermedad de Creutzfeldt-Jakob es una de las variantes de la encefalopatía espongiforme humana. La encefalopatía espongiforme está causada por priones, partículas infecciosas formadas por formas mutantes de la proteína Prp-c que aparece en todos los seres vivos. En condiciones naturales, estas proteínas no causan daño, mientras que las formas mutantes se localizan en la superficie neuronal produciendo enfermedades degenerativas del sistema nervioso.

Esto se debe a que las estructuras espirales de las proteínas infectadas se expanden y, además, se asocian a las proteínas adyacentes y provocan la ampliación de sus estructuras. Entre las enfermedades derivadas de este cambio se encuentran la enfermedad de las vacas locas, el scrapie (ganado ovino y caprino) y el síndrome de Creutzfeldt-Jakob. En especial los priones infecciosos pueden aparecer por mutación genética heredada y por transmisión.

Primero con el ratón, después con el hombre

Los dos medicamentos seleccionados por los investigadores presentan una característica fundamental para luchar contra los priones: pueden atravesar la barrera entre el flujo sanguíneo y las neuronas. Se evita que las Prp-cproteínas sanas se conviertan en priones infecciosos a partir de quinacrina y clorpromazina.

Para llevar a cabo la investigación se utilizaron células de ratón infectadas con priones. En primer lugar, las células infectadas fueron tratadas con el medicamento. Posteriormente, para asegurarse de que los priones desaparecían de las células, se interrumpió el tratamiento y vieron que al cabo de tres semanas no aparecían priones. Según los investigadores, estas tres semanas son necesarias para decir que la enfermedad está realmente curada.

Gracias a los buenos resultados obtenidos con los ratones, los investigadores quieren ver la influencia del tratamiento en los seres humanos. Hasta ahora se han tratado dos casos. A uno de ellos, el inglés Rachel Forbes de 20 años, le dieron una combinación de dos medicamentos y vieron que en 19 días su situación mejoró mucho. Sin embargo, el otro paciente no mejoró. Por ello, los investigadores creen que hay que ser prudentes. En los próximos meses se pretende realizar un mayor número de ensayos para analizar y determinar la utilidad de cada medicamento por separado y su combinación en los seres humanos.

Además, los investigadores no saben muy bien qué mecanismos utilizan los fármacos para eliminar los priones de las células. En los experimentos realizados se ha comprobado que no parece que la quinacrina y la clorpromazina se asocien al prión para evitar que el cambio se transfiera a otras proteínas Prp-c sanas. Sin embargo, ambos medicamentos tienen una característica común a la estructura: tienen una estructura tricíclica (de tres anillos), de la que parte central una cadena lateral formada por moléculas. Al parecer, esta cadena lateral es imprescindible para la eficacia del fármaco.

Más investigación

En futuras investigaciones, los medicamentos, individual o combinados, tratarán de responder a la pregunta de si afectan a pacientes con enfermedad avanzada. La incubación de la enfermedad de los priones requiere de tres a cuarenta años, pero cuando aparecen los primeros síntomas, la enfermedad se desarrolla rápidamente y, en general, a los 12 meses el paciente muere. Todos los pacientes que van a ser atendidos estarán en la fase final de la enfermedad y las dosis que se les dará serán las mismas que se utilizaban para tratar el paludismo y la esquizofrenia.

En el mejor de los casos se conseguiría eliminar los priones y reparar los daños producidos en las neuronas. En este caso, la enfermedad se curaría totalmente o al menos el paciente mejoraría. Otra opción es que, a pesar de la desaparición de los priones, los daños producidos en las neuronas sean irreparables. En este caso, el fármaco puede impedir el avance de la enfermedad. Sin embargo, la muerte puede ser ya inevitable. La última opción es tener un efecto profiláctico sobre quienes todavía no tienen síntomas. Así pues, el tratamiento podría utilizarse en pacientes que han heredado la enfermedad mediante una mutación genética y que han enfermado por contaminación de priones.

En el grupo de investigadores trabajan neurólogos y bioquímicos. La investigación está liderada por el bioquímico Prusiner y el neurólogo Carsten Korth y sus resultados fueron publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Science, en el número 14 de agosto. En 1997, Prusiner obtuvo el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por haber descubierto que la enfermedad degenerativa del sistema nervioso, llamada encefalopatía espongiforme, está causada por priones. Actualmente trabaja en la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Francisco (EEUU).

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