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Vacas locas, muestra de la locura del hombre

2001/01/01 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Mal de las vacas locas. Su nombre es un poco ridículo; a partir de ahí, las dudas, las preocupaciones y, en algunos casos, el miedo son lo principal. La enfermedad ha atropellado sobre todo a las vacas británicas, pero no sólo a éstas. Las últimas noticias de España y Francia, que tuvieron lugar en Irlanda en su tiempo, o los casos aislados de Suiza, Dinamarca, Alemania, Portugal, Canadá, Italia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Polonia y Liechestein, demuestran que la enfermedad no se circunscribe a la isla británica. La enfermedad se está extendiendo entre las vacas internacionales.

La territorialidad no es la única limitación que ha atravesado la enfermedad bovina, ya que en 1996 se anunció la muerte de 4 personas como consecuencia de la encefalopatía espongiforme bovina, la nueva versión de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Es decir, la enfermedad de las vacas locas, la encefalopatía espongiforme bovina, se convirtió en la nueva versión humana de Creutzfeldt-Jakobenfermedad. Por lo tanto, fue capaz de superar el límite entre especies. La mayor preocupación viene de ahí, ¿el hombre transmitirá la enfermedad al hombre?

Antes de tratar de responder a la pregunta, es necesario poner en marcha el problema. La encefalopatía espongiforme bovina no es una enfermedad nueva, se recogen casos anteriores a 1985. De hecho, las encefalopatías espongiformes, propias, afectan a todas las especies, pero en un número muy reducido. Todas ellas son enfermedades degenerativas del sistema nervioso, demencias transmisibles, causadas por priones, proteínas especiales sometidas a mutación. Por eso, por tratarse de enfermedades muy raras y raras, hasta que en 1985 aparecieron en Inglaterra los primeros casos de enfermedad de vacas locas, ni los científicos ni las autoridades les prestaban mucha atención.

Las primeras huellas del problema se han localizado en el zoológico de Londres, pero se detectó entre las vacas de leche.

Ante la necesidad de la demanda de los mercados, la vida de las vacas de carne apenas supera los 2 años y la propia enfermedad tarda más en desarrollarse, mientras que la vida de las vacas de leche es más larga, por lo que las vacas de leche se vieron afectadas por ello. Los científicos se pusieron inmediatamente a trabajar y pronto dieron a conocer la fuente de la enfermedad: la alimentación de las vacas, más concretamente las harinas con restos de ovejas enfermas. Debido a la enfermedad del scrapie ovino o de la vibración de las ovejas, en 1979 los islandeses aconsejaron a los ingleses que tengan cuidado con este tipo de alimentos. A pesar de los avisos, hasta julio de 1988 en Gran Bretaña no se prohibió este tipo de comida de por ahora. La no adopción de medidas fue entonces decisiva para la extensión de la enfermedad, ya que se introdujo en el ciclo de reciclaje, es decir, las ovejas sanas se alimentaban de la comida elaborada con ovejas enfermas de scrapie, que posteriormente mataban y las introducían en alimentos de vaca. Por lo tanto, parece que para los priones de adaptación a las nuevas especies era imprescindible estar en contacto durante todo el ciclo con otros priones.

Sin embargo, la alimentación basada en estas harinas era una cuestión ancestral en Bretaña. ¿Por qué no apareció hasta entonces ninguna enfermedad? Para muchos expertos, la culpa fue del gobierno de Margaret Tatcher. Como era el momento de la crisis del petróleo, el gobierno para adelantar el dinero decidió bajar la temperatura del proceso de fabricación de estas harinas, donde se habían transformado los priones responsables de la enfermedad. Junto a ello hay que tener en cuenta que en 1976 la enfermedad del scrapie fue causada por una vacuna, pero al no ser necesaria su declaración, se introdujo en la cadena alimenticia una gran cantidad de ovejas enfermas. Fue incluida en la lista de enfermedades a declarar en 1993 cuando se descubrió que podía tener algo que ver con la enfermedad de las vacas locas.

En julio de 1988 se produjo en Gran Bretaña la prohibición de usar estas harinas en la alimentación, una enfermedad para la declaración obligatoria de la encefalopatía espongiforme bovina para 1990, que no solucionó el problema, sino que lo empeoró. ¿Qué tenía que hacer Gran Bretaña con sus restos de carne? Era un grave problema económico. El reciclaje de estos productos es una industria inmensa que, además de sustentar la propia industria matadero, resuelve el problema de los residuos. Gran Bretaña no encontró mejor solución que vender su harina fuera. Debido a la invasión de varios países europeos, la enfermedad de las vacas locas sobrepasó las fronteras de Gran Bretaña. Desde entonces, en Europa se establecieron prohibiciones para vender estas harinas y los países europeos comenzaron a vender fuera.

El verdadero escándalo nació en 1996. El diario británico Daily Mirror publicó, anticipándose al gobierno, que algunos jóvenes murieron a causa de una nueva versión del síndrome de Creutzfeldt-Jakob. La situación era muy rara porque todos los muertos eran menores de 40 años. Los estudios realizados revelaron un dato preocupante: tres de los muertos eran ganaderos y tuvieron casos de vacas locas entre sus animales. En septiembre de 1997 los científicos dictaron sentencia: "Es una enfermedad de vacas locas, transmitida al hombre". No era extraño, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob es de origen prionista y los priones son capaces de superar la frontera entre especies.

A su vez, los países del mundo cerraron la puerta al mercado de vacas británico, que luego hicieron lo mismo con los del país europeo.

Los restos de mataderos han sido totalmente prohibidos en la alimentación, ni pueden formar parte de fertilizantes, ni de alimentos y cosméticos para niños, aunque hasta ahora han existido. El debate y las medidas más recientes son más exigentes. Y de ahí surge la pregunta: ¿qué pasa con todos esos restos? Es difícil responder. No se pueden quemar todos, además de tener una gran masa que genera una contaminación terrible, porque nadie sabe si el proceso es seguro o no. Los residuos generados por la quema pueden ser más peligrosos que otros. El reto está ahí. No se trata sólo de frenar la enfermedad, que por el momento es totalmente imposible, ya que los priones no pueden destruirse, sino de evitar que el prión pueda reciclarse entre los seres humanos.

Parece que si no se relaciona con los priones, es decir, no se come carne de vacas enfermas, no se puede enfermar. Sin embargo, los expertos están preocupados porque creen que son más las vías de transmisión, como la sangre. Si se hubieran cumplido las predicciones de las pesimistas, el mal de las vacas locas ya estaría convertido en una epidemia. Afortunadamente, parece que aún no ha ocurrido.

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