Llega el 5G
2021/03/01 Etxebeste Aduriz, Egoitz - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria
Al hablar de la tecnología 5G se habla a menudo de revolución. ¿Será realmente revolucionaria la nueva generación de tecnología para la conexión de móviles? “Mi primera impresión es que se trata de una nueva sangría, que antes pasó de 3G a 4G, ahora a 5G”, afirma el informático Iñaki Alegria Loinaz. “Luego estará la cuenta en las aplicaciones. Si se utilizan mucho y se convierten en universales, entonces sí puede ser una revolución”.
“Yo creo que sí, que va a revolucionar”, dice Zaloa Campillo Mandaluniz, responsable del Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones de Euskadi. Pero él también dice: “No será de hoy a mañana”. De hecho, no pasa de una generación a otra. Cambio de infraestructuras, adquisición de dispositivos adaptados a la nueva tecnología por parte de los usuarios, etc.
Las promesas de la tecnología 5G no son de todo tipo. La velocidad de transferencia de datos puede llegar a ser 10-20 veces superior a 10-20 Gbps. La latencia, por su parte, reducirá considerablemente el tiempo necesario para actuar en el otro extremo de la comunicación, pasando de 20-60 milisegundos a 1-2 ms con 4G. Y el número de dispositivos que se pueden conectar en una determinada zona será 10 veces mayor: se podrán conectar un millón de dispositivos por kilómetro cuadrado.
Estas mejoras se conseguirán gracias a diferentes innovaciones. Por un lado, se utilizarán tres bandas de frecuencia. En la banda de baja frecuencia (< 1GHz) se consigue una cobertura muy buena, la señal llega a una gran distancia de la antena y atraviesa bien los edificios, etc., pero se puede alcanzar una velocidad máxima de 100 Mbps. En frecuencia media (1-6 GHz) la cobertura es menor y hay más problemas para cruzar obstáculos, pero se puede alcanzar una velocidad de 1 Gbps. Y finalmente, la banda de alta frecuencia (24-100 GHz) sirve para distancias muy cortas y no atraviesa edificios, pero se puede alcanzar una velocidad de 10 Gbps. El uso de los 5G será simultáneo.
Además se han introducido mejoras en la codificación de datos, modulación, protocolos, etc. Campillo destaca dos: la eficiencia del espectro y las antenas inteligentes. “La eficiencia del espectro es tres veces mejor que en 4G. Por ello, es posible introducir más datos en el mismo lugar y más rápidamente. Y las nuevas antenas, las antenas mMIMO, son inteligentes. Emiten la potencia de radiación necesaria al lugar requerido. No es lo mismo un sensor que está enviando unos pocos kilobytes que ver la tele en el móvil. Y eso es lo que tienen en cuenta las antenas inteligentes para canalizar el tráfico. Por eso son mucho más eficientes”.
“Hay una gran sangría numérica de 4G a 5G, pero eso es lo óptimo, luego hay que ver en condiciones reales cuando se puede conseguir”, dice Alegría. “Lo que antes se hacía con el cable, ahora se hace con 4G, por ejemplo ver la tele. Ahora se puede hacer lo que se puede hacer con la fibra óptica con 5G pero sin cables. Esa es la dimensión del cambio”. Campillo: “La cuestión es qué ecosistema se creará al respecto, para qué lo utilizaremos; esa será la revolución”.
Oportunidades, once
Alegría tiene claro que el 5G va a ofrecer opciones interesantes: “Lo que está en manos de unos pocos (porque se necesitan buenas y costosas conexiones por fibra), va a suponer una ampliación mucho mayor y se van a crear nuevas oportunidades”.
El 5G también parece ser una vía de inmersión real en el Internet de las Cosas (IoT), ya que es muy fácil tener las cosas conectadas, por ejemplo las herramientas del hogar. Y también será fundamental para los vehículos autónomos. “Para conectar los coches inteligentes y todos los dispositivos del entorno son necesarios muchos sensores, y la baja latencia es vital. Si la señal llega tarde es como si no llegara”, dice Alegría.
De hecho, “la latencia es la clave más importante de esta revolución” para Campillo. “En el caso de los vehículos autónomos, estos milisegundos pueden determinar la existencia o no de un accidente. Sin 5G, sin esa pequeña latencia, no podemos avanzar así”.
Sea o no autónomo, los coches podrían conectarse entre sí con el 5G, y así pasar información unos a otros sobre problemas o situaciones encontradas en la carretera, por ejemplo.
De hecho, podemos pasar de conectar a las personas con las personas, a conectar las cosas con las cosas y las personas también con las cosas con 5G. Esto puede provocar una nueva visión de los objetos. “Nos conectaremos con las cosas y humanizaremos las cosas”, explica Campillo. “Por ejemplo, si la nevera que tenemos en el portal nos recuerda que tenemos que comprar huevos y yogures, finalmente se convertirá en uno más de la casa. Ya ha ocurrido con los robots aspiradores, les ponemos también el nombre. Las cosas serán más parte de nuestra vida”.
También aportará oportunidades para la telemedicina y el cuidado; por ejemplo, será posible que un paciente esté en casa monitorizado desde el hospital. “Permitirá el cuidado de enfermos y ancianos. Habrá que ver si esto se utiliza de forma complementaria o para sustituir a los presos”, dice Alegría.
También puede ser de gran ayuda en caso de emergencia. Por ejemplo, “los edificios sensorizados pueden pasar el aviso de un incendio o una fuga de gas, y cuando te das cuenta de que hay fuego en la planta baja, los bomberos están ahí”, dice Campillo. “Y en el ámbito de las smart cities o ciudades inteligentes se abre todo un mundo: para gestionar de forma mucho más eficiente la electricidad y el agua, para ahorrar energía, etc.”
La nube aumentará considerablemente. Gracias a la velocidad y la latencia, el usuario no notará ninguna diferencia entre el contenido en su dispositivo o en la nube. Esto implica que los contenidos quedan en manos de un tercero. “La autonomía, la seguridad y los parámetros cambian, se crea una dependencia”, advierte Alegría.
Por otro lado, Campillo considera que el 4G ya se ha quedado corto. Por ejemplo, en la pandemia nos surge la necesidad de hacer cosas a distancia. “Con el 5G puedo poner gafas de mi realidad virtual y tomar clases universitarias. Con la latencia actual hay cortes, se pierde el ritmo, la concentración… Pero con una pequeña latencia, se ponen gafas y puede ser como si estuviese en clase o en la reunión de trabajo. Tus compañeros te miran y te hablan, casi se hace realidad. Hoy en día no podemos hacerlo”.
Inquietudes varias
Está claro que las posibilidades que puede aportar el 5G son muchas, pero también hay preocupaciones. Entre ellos, los relacionados con la salud. No es una cuestión nueva, y en los últimos años se han realizado numerosas investigaciones sobre el impacto en la salud de las ondas electromagnéticas, 3G, 4G y 5G. Y no se ha encontrado ningún peligro. Así lo atestigua el estudio que la Organización Mundial de la Salud publicó el año pasado.
La ciberseguridad también es una de las preocupaciones, ya que si hay más dispositivos conectados habrá más opciones de ataque. “Cuantas más ventanas abras para que los ladrones puedan entrar más opciones”, explica Campillo. “Las ventanas deben cerrarse correctamente. El control es nuestro. No podemos dar datos a cualquier persona y debemos tener cuidado con las aplicaciones que bajamos. A veces les damos permiso para abrir el micrófono sin saberlo”.
La proliferación de cámaras en las calles, especialmente en China, ha dado mucho que hablar. Alegria advierte que el 5G facilitará el control social: “Conocer la cara de cualquier persona en cualquier lugar será muy fácil”.
En cuanto a la brecha digital, ve el riesgo de aumentar el problema: “En un primer paso, al menos, se observa que si ahora existe una brecha entre los conectados y los no conectados, con 5G, conectados a alta velocidad, conectados a baja velocidad y no conectados, se requieren grandes inversiones”.
Pero hay quien lo ve como una oportunidad para arreglar grietas. Campillo cree que con el 5G podremos humanizar la tecnología, lo que ayudará a las personas mayores: “Hologramas o gafas de realidad virtual pueden servir para acercar a la familia o facilitar aficiones. Por ejemplo, se pueden poner las gafas y unir cuatro personas para jugar a las cartas. No debemos perder la conexión con las personas, pero la tecnología puede ayudar”.
“La tecnología debe ser inclusiva y para todos”, añade Campillo. Y recuerda otra brecha: “Las mujeres deben estar generando tecnología, no sólo consumiendo. Si no creamos tecnología a personas diferentes, no se consigue ver las cosas desde otros puntos de vista. Y de ahí nacen finalmente las grietas digitales. Porque no pensamos en todos”.
Desde el punto de vista ambiental, hay quien subraya que las antenas serán más eficientes y que los dispositivos también necesitarían mucha menos energía para conectarse. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, además de las existentes, será necesario instalar muchas más antenas, que los dispositivos conectados serán mucho más numerosos y que el tráfico también será mucho mayor.
“Antenas y nuestros terminales consumirán mucho menos. Y los sensores son cada vez más autónomos, como una pequeña placa solar”, ha subrayado Campillo. “Los proyectos inteligentes deben ser sostenibles, por ejemplo en proyectos de sensores masivos se tiene en cuenta”.
Alegría no es tan optimista: “Se prevé la instalación de cientos de satélites y millones de antenas cuando el 4G está aún sin amortizar. Y aunque los nuevos aparatos consuman menos proporcionalmente, queremos aumentar la potencia. Más antenas, más dispositivos, más velocidad, más uso de la nube… Se prevé una tendencia al aumento espectacular del consumo energético”.
Las organizaciones ecologistas y otros movimientos de la ciudadanía están pidiendo una moratoria, entre otras cosas para analizar mejor los riesgos. Alegría tiene sentido definir unos estándares en cuanto a energía, seguridad, etc. “Esto se ha hecho con los coches, poniendo límites a la velocidad, al consumo y a las emisiones. Hay que conseguir un equilibrio entre el progreso tecnológico y otros intereses”.
De este modo, Alegría considera que antes de que se produzca el despliegue, deberíamos pensar qué vamos a pedir a esta tecnología. “Pero vamos tarde. Las subastas de bandas de frecuencia ya se están realizando. En definitiva, los Estados lo han considerado como un ingreso. También podía ser un despliegue público. El comienzo de Internet fue así, pero eso ya se nos ha olvidado”.
En este sentido, Alegría destaca otra preocupación: “Estas tecnologías están quedando en manos de muy pocas empresas. Toda la información, que teóricamente debería ir cifrada, está en manos de un oligopolio”. De ahí el caso Huawei. Existe una desconfianza que espía la información que pasará por sus dispositivos. “No nos confiamos de ellos porque son de China, pero ¿nos fiamos de los demás?”.
“Cada vez tenemos menos soberanía tecnológica –denuncia Alegría–, pero no sólo las personas, sino también los gobiernos. Por ejemplo, una empresa decide si Trump puede o no amedrentar. Está quedando en manos de la gestión privada del público y, aunque en realidad no es la culpa de la tecnología, puede contribuir a aumentar esta tendencia”.
La ola llega. “Antes decíamos “si viene” porque venía por orden del gobierno. Ahora mandan las multinacionales. Además, la mayoría de la gente se toma bien, el 5G tiene prestigio. Pero es necesario trabajar bien los aspectos éticos”. Campillo coincide en eso: “Lo importante es el uso de la tecnología. Hay que trabajar una deontología. Ahí tenemos mucho que hacer”. “La educación digital es muy importante”, ha añadido Alegría, “hay un gran trabajo por hacer, no sólo con los jóvenes, sino con todos”.
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