El derecho a ser madre… ¿quién paga?
En los últimos años las conversaciones que se escuchan en las aulas sobre la maternidad han cambiado considerablemente. Hace dos décadas, la maternidad aparecía en los discursos de las jóvenes como una fase casi “natural” del futuro, mientras que hoy es un recorrido lleno de dudas, cálculos y condiciones. Los estudiantes hablan sobre la congelación de óvulos, la posibilidad de ser una sola madre, la estabilidad laboral y vital. Algunos dicen que quieren ser madres, pero no ahora; otros que no saben si alguna vez lo serán; y también hay quien sitúa el ser madre fuera de su proyecto de vida. La maternidad ya no es el único destino indispensable, pero tampoco una elección totalmente liberada: se ve cada vez más como una opción que depende de la planificación, la estrategia y la tecnología.
En este contexto, a medida que la edad materna se retrasa, es cada vez más común que los procesos reproductivos se completen con recursos externos como el uso de óvulos de otras mujeres, recurrir a la fecundación in vitro o viajar al extranjero en busca de una madre sustituta. Estas posibilidades que se mencionan teóricamente en las aulas se están convirtiendo, en la práctica, en una realidad cada vez más común.
Pero estas opciones no se hacen en el vacío. Mientras reivindicamos el derecho a la maternidad en los países ricos, las consecuencias que lo hacen posible se acumulan en otros territorios. El último informe publicado por La Marea (https://www.lamarea.com/especial-gestacion-subrogada/) ha puesto de manifiesto la desigual y violenta estructura detrás de la industria reproductiva internacional, generalmente cuerpos precarios de mujeres del Sur global y contratos por subsistencia bajo apariencia de aprobación. En Colombia, Ucrania o Georgia, muchas mujeres convierten su cuerpo en un recurso en condiciones desiguales y casi siempre impulsadas por la situación de pobreza.
La maternidad se presenta como una elección personal y autónoma, como una decisión libre que se integra en el proyecto biográfico propio. En el discurso central la libertad y el derecho son la clave. Pero la industria reproductiva globalizada convierte este deseo en materia prima, y las condiciones de esa libertad no se distribuyen de la misma manera. Mientras que para unos la maternidad es una opción apoyada por la tecnología, para otros el propio cuerpo es el recurso que se pone en el mercado. Estas dos realidades surgen íntimamente entrelazadas; las oportunidades que se abren en un lado requieren de “cuerpos disponibles” en el otro lado. Aunque los precios varían según el país, la lógica es siempre la misma: rentabilizar las diferencias económicas y geopolíticas. La reproducción, el parto y el cuidado se convierten en servicios regulados contractualmente, integrando los cuerpos de las mujeres dentro de un mercado global. Como consecuencia, la maternidad se ha convertido en un negocio internacional y el deseo íntimo en la palanca del beneficio económico.
Por otro lado, aunque las tecnologías de reproducción abren nuevas posibilidades de ser madre, estas no siempre coinciden con una mayor libertad. Cuando la maternidad se integra en la lógica de consumo, a menudo ocurre lo contrario: aumenta la presión sobre el propio cuerpo y se normaliza la ansiedad, la lógica del rendimiento se extiende hasta los procesos más íntimos. Ser madre se convierte en un proyecto a gestionar, un objetivo que se mide en parámetros de éxito y fracaso, y no en un proceso que se vive como una experiencia autónoma y libre.
Por ello, la maternidad no puede entenderse únicamente como un derecho o como un proyecto personal. Se ha convertido en un campo atravesado por las relaciones de poder, las diferencias de clase y las lógicas del mercado. A medida que se abren más oportunidades en un lado en el mercado reproductivo globalizado, aumenta la exposición, el riesgo y la dependencia en el otro lado.
En definitiva, la maternidad se está transformando, sí, pero estas transformaciones no son unidireccionales ni neutrales. Estos cambios dejan su huella en los cuerpos de las mujeres de todo el mundo, distribuidos de maneras muy diferentes.
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