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¿Qué crees de los transgénicos?

2002/07/11 Carton Virto, Eider - Elhuyar Zientzia

Los ciudadanos normales somos ignorantes, utilizamos argumentos no científicos contra los transgénicos, estamos en manos de medios de comunicación sensacionalistas… así nos ven desde las compañías biotecnológicas y desde los puestos de mando. Si nos oponemos a los transgénicos es porque no tenemos cultura científica, pero si recibimos una educación adecuada veremos la verdad.

Las plantas transgénicas son un tema importante de debate en Europa y en el mundo. Pero en Europa las empresas de biotecnología, y no sólo ellas, están muy preocupadas. Y es que, a diferencia de Estados Unidos, la polémica suscitada por las plantas transgénicas está impidiendo el desarrollo de la biotecnología autóctona, un campo estratégico muy importante. Por otro lado, quienes consideran que los transgénicos son inaceptables para el medio ambiente, la sociedad y la salud se quejan de que no se tienen en cuenta sus preocupaciones. Y todos ven la opinión de la ciudadanía llena de tópicos.

Hace tres años, un grupo internacional de investigación propuso a la Comisión Europea que investigara sobre la opinión real de los ciudadanos sobre los transgénicos. En cinco países (Reino Unido, España, Italia, Francia y Alemania) se crearon 55 grupos de ciudadanos que han estado recogiendo datos durante dos años. Además, se han mantenido entrevistas con miembros de la industria biotecnológica, ecologistas y autoridades para conocer cómo se refleja la percepción ciudadana en estos estamentos.

Los resultados han sacudido a las autoridades, que han dejado claro que la opinión de la ciudadanía se refleja en tópicos falsos entre quienes deben tomar decisiones.

Ignorantes pero sensatos

Muchas veces se atribuye a los ciudadanos que son ignorantes, manipulados y que basan su opinión en preocupaciones éticas no científicas. Muchos científicos y autoridades creen que para tener una opinión razonable sobre los transgénicos es fundamental tener un conocimiento especializado sobre la transformación genética. Y el informe indica que la ciudadanía tiene muy poco conocimiento de ello. Pero su actitud hacia los transgénicos no es consecuencia de la falta de conocimiento.

Y es que la opinión se basa no en el conocimiento científico, sino en el conocimiento empírico. El informe destaca dos puntos significativos: la tendencia al fracaso humano y los avances tecnológicos y el comportamiento institucional en la gestión de los riesgos. Precisamente este último punto ha prevalecido como fuente de preocupación. Parece que la sociedad no está satisfecha con la gestión de la crisis de las vacas locas, y que los hechos sólo como excepciones se consideran un comportamiento habitual de las autoridades. Los participantes de la investigación han mostrado grandes dudas sobre la honestidad de las organizaciones, ya que no aprenden de los errores y se sienten igual con los transgénicos.

¿Qué opina la ciudadanía?

La investigación ha dejado claro que la actitud de la ciudadanía y su reflejo en los centros de poder no coinciden. Y a la vista de los tópicos que se han utilizado para la investigación, parece que la sociedad se considera relativamente sencilla. Para ello sólo hay que leer la lista: el núcleo del problema está en el desconocimiento científico de la gente, está a favor o está en contra de los transgénicos, la sociedad tiene una opinión contradictoria de que animales y plantas transgénicas sí en medicina, pero no quiere en la agricultura, o los consumidores son egoístas con respecto a las personas pobres del tercer mundo, porque muchas empresas de biotecnología argumentan que los transgénicos serán la solución del hambre mundial.

Partiendo de estos tópicos, 55 grupos de ciudadanos han mostrado inquietudes muy diferentes. Por ejemplo, ¿por qué necesitamos transgénicos? ¿Qué beneficios nos reportarán? ¿Para quién serán los beneficios? ¿Por qué no nos permiten decidir si consumirlos o no? Si no quieren ocultar nada, ¿por qué no quieren etiquetar? ¿Las autoridades son capaces de equilibrar el impulso de las compañías biotecnológicas? ¿Se han analizado seriamente los riesgos? ¿Cómo se tiene en cuenta la incertidumbre a la hora de regular el uso de transgénicos?

El problema no es la biotecnología

En general, parece que los europeos no se oponen del todo o del todo a los transgénicos. Hay ventajas, como que si los insectos son resistentes, disminuirán el uso de pesticidas o aumentarán la eficiencia de la agricultura. Pero al mismo tiempo se muestran prudentes y no quieren que los transgénicos se comercialicen de forma rápida y de cualquier manera. Son conscientes de la incertidumbre de la ciencia y los avances tecnológicos, de la necesidad de buscar un equilibrio entre riesgos y beneficios. Por el contrario, atribuyen a las organizaciones la subestimación de riesgos.

Los autores del informe han señalado que las raíces del debate no están en la biotecnología, sino en la forma en que las instituciones gestionan el tema. Les falta credibilidad, les falta debate social sobre los caminos de la investigación científica, les falta reconocer los errores del pasado, les falta transparencia... parece que les falta de todo. Informe completo aquí

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