Cuánto somos la crónica de antaño Amatiño
1997/11/01 Amatiño Iturria: Elhuyar aldizkaria
Ciencia, técnica y euskera. Elhuyar Kultur Elkartea. 1972-1997, 25 años de trayectoria. Bodas de plata. Como a cualquier grupo, en el recorrido del cuarto de siglo hemos tenido la oportunidad de vivir dulces salazones. Todos ellos nos han dado experiencia y avanzamos en este camino, por nuevos senderos, rodeados de nuevos compañeros de viaje. El núcleo de este átomo está más robusto que nunca y no nos faltan electrones mejorando nuestro trabajo para poder resistir y responder adecuadamente al reto actual. Estamos en ello y esperamos que sea más fácil con la ayuda de los habituales y de las noticias que se nos acerquen. Enhorabuena y gracias a todos los que nos habéis hecho llegar alguna pequeña ayuda para ser nuestro. Porque gracias al esfuerzo de todos podemos celebrar bodas de plata. FELICIDADES, por lo tanto, y ánimo. En el País Vasco de 1972 Zeruko Argia era una de las referencias de los vascos y en el núcleo de ese testimonio, sin duda, la página principal Zenbat Gara que escribía Amatiño semanalmente. Allí se dirigía la gente a conocer lo que estaba de moda en la cultura y sociedad vasca. Al hilo de este testimonio, hemos pedido a Amatiño que aporte su visión sobre este trabajo. En las siguientes líneas el periodista eibarrés nos explica sus ideas y motivaciones, junto con otras muchas.
CUÁNTO SOMOS la crónica de antaño Amatiño
Hace veinticinco años, concretamente en el verano de 1972, Miren Jone Azurtza de Zeruko Argia, Edorta Kortadi y un tercero que nunca recuerdo me vinieron a Eibar a la puerta, a ver si cada semana haría crónica de Euskal Herria. Ya llevaba años, de cinco o seis largos, haciendo las del corresponsal en Eibar y querían seguir en la misma o en la misma línea, es decir, ofreciendo noticias breves con poca fluidez, con mucha vida, pocas palabras de leche y el mayor número de noticias posibles.
Por una parte, eso sí, en lugar de adscribir Eibar y su entorno exclusivamente a todo el País Vasco que estaría en mi mano, en lo sucesivo. No creo que esa conversación durara más de diez minutos o que para convencerme tuvieran que sumergirme en grandes mares sin restos. En algún lugar vinieron a expresar lo que yo quería escuchar y, después de ver las primeras palabras, todo el mundo podía sobrar. Sin más, así surgió el próximo otoño el departamento Zenbat Gara, que nació casi por casualidad y que durante tres años se convirtió en una de las referencias informativas más importantes de la semana de los lectores vascos.
El nombre del departamento se debía a la conocida canción de Benito Lertxundi, Zenbat Gara: ¿Cuánto quedas? Cuatro, uno, tres, cinco, siete... Después, veinticinco años después, este año, he sabido que aunque la canción era de Benito, la letra era de Abel Muniategi, por supuesto, pero entonces al menos nos acordábamos del oriotarra y, precisamente, del mensaje que se transmitía en sus festivales y discos, del número de vascos que somos, de los lectores vascos y de los aficionados al euskera.
Sin duda alguna, Zenbat Gara fue la sección de información más leída en aquella época en euskera. A mí me sorprendió el éxito de aquella crónica semanal y, en apenas tres años, el mal “Amatiño” se convirtió en mucho más conocido, prestigioso y veraz que el propio Luis Alberto Aranberri. A modo de ejemplo, nada más dejar Zeruko Argia y empezar a trabajar en el periódico Deia en 1977, la dirección me pidió que escribiera un artículo sobre Sabino Arana y yo lo escribiera y, muchos de los chinchos, lo firmé con mi nombre y apellidos. Sin embargo, el redactor jefe José Manuel Alonso, actual director de El Periódico de Alava, me dijo: “Joé, Amatiño, ¿a qué viene eso de firmar con seudónimo?”
He dicho que aquel departamento había conseguido un gran éxito y ahora, veinticinco años después, creo que también sé el porqué de aquel éxito. Pero entonces no sabía, no sé si lo sabía nadie, pero yo por lo menos no. Ahora, al igual que la presa que ha ido el agua, podemos investigar una serie de argumentos estilísticos y sociológicos, si se trata de analizar las razones que pueden hacer comprender aquel fenómeno que ocurrió inesperadamente, pero, en el mejor de los casos, no son más que simples teorías que podemos estructurar entre todos, ya que yo no era consciente de lo que estaba haciendo, sólo hice lo que sabía hacer sin clase, y si era traída y venida, no era.
En primer lugar, el lector actual que desee comprender las revistas vascas de la época tendrá que darse cuenta de que en aquella época apenas había información escrita en euskera, al menos una información completa. Los semanarios se componían básicamente de artículos de opinión de los escritores y poco se hacía sobre el trabajo de reportaje, ya que no había reporteros y mucho menos periodistas vascos licenciados en la Universidad. Es decir, en gran medida, al menos en este sur, el periodismo vasco es un género comunicativo y literario surgido durante la década de los setenta.
De alguna manera, para ser expresados en plazos y breves: el semanario Zeruko Argia, de hasta entonces, fue una publicación compuesta por varias colecciones de artículos de escritores, ensayistas, sacerdotes, profesores, universitarios y pensadores; en 1972 se creó, de alguna manera, junto con el departamento de Zenbat Gara, el trabajo periodístico de la primera semana y formulas de información, reportajes y entrevistas que se materializaron en los próximos tres o cuatro años. En 1976 Zeruko Argia se convirtió en una revista de información general, con su formato actual, y en 1977 surgieron los nuevos periódicos Deia y Egin, que se aprovecharon sobre todo de la experiencia de los primeros periodistas vascos que en años anteriores se apropiaron del oficio en Zeruko Argia.
Yo tenía 27 años, casado y con dos hijos, cuando comencé a Zenbat Gara y no me consideraba periodista, ni de estudios ni de estudios. Era Perito Barantilla y en la tintorería de mi padre trabajaba. En Bilbao y Madrid estuve aprendiendo a lavar, teñir y alisar ropa sucia ajena, a mi padre le debía el vasquismo y a mi madre la afición por la lectura. En proporción ganaba mucho más que ahora, era un hijo de buena familia y, para entonces, tenía la vida totalmente orientada... Hasta la aparición de Miren Jone Azurtza.
Miren Jone Azurtza, Mikel Atxaga, Mikel Ugalde, Donato Unanue y el resto me hicieron sumergirme en la línea de periodista que me gustó a mi propio... y luego a mi. Si no fuesen ellos, no se crearía Zenbat Gara, ni yo al mejor periodista vasco en 1974 ganaría el premio “ Kirikiño”, ni se recibió la oferta de trabajo del diario Deia, ni se formaría parte del Consejo General Vasco y del Gobierno Vasco, ni participó activamente en la creación de HABE y ETB, ni seguramente nunca en la política.
Por lo tanto, si no hubiera habido Zenbat Gara, yo seguramente seguiría trabajando en la tintorería de mi familia, más tranquilo y ganando más dinero, pero sin probar ni aguantar las flechas saladas de los más amateurs.
Entre otras cosas, este departamento supo ser la referencia unitaria imprescindible de los vascos. Quizás no era demasiado difícil, porque los vascos de aquella época, en general, eran sólo una gran familia que se solía arreglar bastante bien juntos. Pero, en cualquier caso, recogió a lectores vascos de diferentes orígenes, niveles y sabidurías. Las asociaciones y organizaciones que querían dar a conocer sus actividades se dieron cuenta inmediatamente de dónde iba a enviar la información para que la gente pudiera leerla, quien quería informarse de lo que sucedía en el ámbito del euskera sabía dónde encontrarla y leerla y las preguntas más comunes y curiosas (reuniones, direcciones, relaciones, normas lingüísticas, bautizos, publicaciones de libros, todo tipo de consultas, etc.). El lector que quería hacer también tenía adónde ir, dónde preguntar y a quién escribir.
Eran los últimos años de la dictadura (Franco murió en 1975), la transición democrática que debía vencer rápidamente, el País Vasco en pleno apogeo, la acción cultural que floreció en los últimos veinte años, el sueño informativo de los vascos y el departamento de Zenbat Gara, por casualidad o por el caudal de aquel proceso, se situó en la misma línea. Además, los periódicos erdales, que seguían en la rutina de la dictadura, les costó bastante ceder los nuevos tiempos que venían y durante unos pocos años los semanarios vascos pudieron ofrecer más información que los periódicos erdales.
Todas las fuentes de información de una y otra índole tuvieron su lugar. Esto no significa neutralidad absoluta entre líneas. Como me escribió Koldo Mitxelena “todos han podido buscarle, pero algunos han querido buscarle con más frecuencia que otros”. Y cree que no fueron los suyos los que más me quiso encontrar.
Todavía, treinta y cinco años después, entre Bilbao y Baiona, de vez en cuando, se me acercan desconocidos en cualquier margen de la calle, recordando que fueron los grandes lectores de Zenbat Gara: “Aquello sí que…”, “Todas las semanas estábamos esperando...”, “Ellos los tiempos después...”, “¿Por qué no escribes ahora?”. Parece que la línea de entonces se ha perdido alguna vez o alguna vez. Y sobre todo cada vez que oigo esta última pregunta me pregunto: ¿Los lectores me han perdido a mí o yo he perdido a mis lectores? O, dicho de otra manera, ¿hay algo que leen los lectores de todos los colores, edades y niveles en el periodismo vasco actual?
Detalles del departamentoNo es nada fácil explicar al lector actual el sentido de aquella serie Zenbat Gara, que duró apenas tres años y medio entre 1972 y 1975. No obstante, se resumen a continuación algunos detalles:
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