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¿Cuántas radiaciones recibimos?

2000/04/23 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia

El National Research Council de Estados Unidos ha puesto en marcha un programa de investigación de radiación de baja intensidad. A través de una investigación que tiene una duración prevista de tres años, los estadounidenses quieren saber si los trabajadores de las industrias nucleares corren peligro. De hecho, para medir el efecto de la radiación sobre los seres humanos se utilizan todavía estudios realizados con supervivientes de catástrofes nucleares hace 50 años.

Para muchos científicos, la información recopilada en los últimos 20 años indica que el riesgo para la salud de la radiación de baja intensidad se desprecia. Pero, ¿qué es la radiación? Las radiaciones ionizantes, como dice la palabra, son capaces de ionizarse, es decir, de absorber electrones de los átomos que encuentran en el camino. El ser humano soporta radiaciones ionizantes de la misma influencia pero de distinta procedencia. La primera separación entre radiaciones ionizantes se realiza en función de su origen, ya sea natural o artificial. El conjunto de la radiación natural está formado por el rayo ultravioleta que emite el Sol, la radiación que llega desde el espacio y la que produce la atmósfera y la Tierra. Las radiaciones procedentes de centrales nucleares, procedentes de diversos aparatos de uso médico -cámaras de positrón, radiografías, escáneres, etc.- se engloban dentro del grupo de radiación artificial.

¿Qué influencia tienen?

Para conocer el efecto de la radiación es imprescindible conocer, por un lado, el tipo e intensidad de la radiación emitida y, por otro, la cantidad de radiación que puede soportar el cuerpo que recibe la radiación.

El gray (Gy) y el miligray (mGy) son unidades de medida de la cantidad de energía liberada por kilogramo de materia que produce radiación. El sievert (Sv) y el milisievert (mSv) se utilizan para medir la dosis que pueden recibir los seres vivos. Un sievert resultaría de multiplicar un gray por un factor “Q de calidad”. Este factor depende del tipo de radiación -por ejemplo, para las partículas alfa este factor es 20, para las radiaciones X, gamma o beta es 1-.

Teniendo en cuenta la integridad corporal, el efecto en función de la dosis de radiación recibida es:

- 0-250 mGy. No se ha detectado ninguna incidencia ni a corto ni a largo plazo.

- 250-1000 mGy. Náuseas y pérdida de leucocitos, aunque luego se recuperen. A largo plazo se estima que el riesgo de cáncer aumenta.

- 1.000-2.000 mGy. Vómitos y alteraciones en la composición de la sangre. La adopción de las medidas adecuadas no genera ningún problema adicional. A largo plazo, como en el caso anterior, aumenta el riesgo de cáncer.

- 2.500-5.000 mGy. Consecuencias muy graves para la salud. Es imprescindible acudir al hospital sin certeza curativa.

- Más de 5.000 mGys. Muerte segura.

En la radioterapia, en las radiaciones que se transmiten a determinadas partes del cuerpo, también se utilizan dosis superiores, pero su uso es limitado y controlado, por lo que no tienen mayor incidencia.

También hay otro tipo de datos que hacen referencia a la dosis que el ser humano recibe cada año. Al tratarse de datos de 1988, del Comité Científico de Efectos de la Radiación Atómica de las Naciones Unidas (UNSCEAR), no se puede decir que sean muy nuevos. Estas estadísticas han distinguido entre radiación natural y radiación artificial. Según esto, en lo que respecta a la radiación natural, cada ser humano recibe una dosis media de radiación de 2,4 mSv cada año, desglosada en: 0,4 mSv radiación procedente del espacio y del Sol. 0,4 mSv producido por elementos radiactivos en la Tierra, principalmente uranio, torio y potasio. Por supuesto, dependiendo de la naturaleza de la tierra, este dato varía mucho de un lugar a otro. 1,6 mSv inspirado y alimentado. La media anual de radiación artificial por habitante en la Tierra es de 1,1 mV. Según el informe, 1 mSv proviene de la utilización de aparatos médicos, el resto de 0,1 áreas industriales -y, aunque parezca sorprendente, sólo 0,02 mSv en la industria nucleares.

Para conocer la cantidad de radiación que puede soportar el cuerpo, además de la dosis, es importante el tipo de radiación. Como se sabe, se distinguen tres tipos de radiactividad: alfa -cuando se emiten núcleos de helio, beta -cuando se emiten electrones o positros- y gamma -fotoies-. Para determinar cuál es el más peligroso hay que tener en cuenta la distancia que puede recorrer cada uno de ellos al liberarse, ya que cuanto mayor es la distancia recorrida, mayor es el número de seres vivos que pueden capturar. Después, cuando se encuentran con el ser, si entran en el interior y son capaces de recorrer una gran distancia en el cuerpo, el daño aumenta.

Las partículas alfa, por ejemplo, no pueden atravesar el papel normal, y las beta pueden quedar inmovilizadas con una fina lámina de aluminio. Por lo tanto, no podrían entrar por la piel, pero tienen el camino abierto con la respiración o la alimentación. La radiación gamma es fácilmente penetrable por la superficie. Por ello, se considera que las partículas gamma son más peligrosas, pero esto no tiene por qué ser cierto, por ejemplo, si las partículas alfa inhaladas penetraran en la sangre, contaminarían rápidamente todo el cuerpo. El caso del tabaco es significativo, ya que la inhalación de humos suele ir acompañada de la ingestión por parte de los fumadores de varios isótopos, elementos que luego dañan los pulmones.

¿Todo es malo?

Se hace una pregunta en el título, pero tiene una respuesta difícil. Al hablar de las ventajas del uso de las radiaciones, los expertos suelen hacer una extensa lista para esterilizar los aparatos que se utilizan en medicina, para proteger las obras de arte de hongos, bacterias, etc., para poder elaborar nuevos materiales más ligeros y duros, para detectar fallos en las industrias, para hacer detectores de fugas y de incendio, para hacer recubrimientos luminosos, como relojes, suministro de energía a los satélites, etc. Estas ventajas son innegables. Pero hay situaciones que no generan mucha confianza en este tema. Por ejemplo, y en este sentido, cabe mencionar la normativa internacional de protección contra las radiaciones. Su origen se remonta a 1928. ¿Demasiado viejo? Sin embargo, hasta que los estadounidenses hayan visto los resultados del programa de investigación que han puesto en marcha ahora, no se les ha dado mejor opinión.

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