¿Vacunaciones de alguna manera?
1994/11/01 Dorronsoro, Miren Iturria: Elhuyar aldizkaria
Desde que en 1796 el médico británico introdujo por primera vez a un niño contra la viruela, el mundo de la prevención y las vacunas ha cambiado mucho.
Buscó y probó el camino para prevenir una de las enfermedades infecciosas más graves de la época (aunque los chinos usaban mucho antes la prevención contra la viruela mediante la técnica llamada variolización). En los 175 años siguientes muchos de los estudios más importantes del mundo sanitario se realizaron en el campo de la vacunación.
Y así llegamos a finales de este siglo. Hace unos años, hacia la década de los sesenta, se perdió el miedo a las enfermedades infecciosas al sospechar que los antibióticos podían curar todo, y la investigación se centró en los medicamentos constituyentes. Desde entonces las cosas han cambiado mucho y las razones son claras. Por un lado, entre las enfermedades infecciosas, el imprescindible desarrollo y difusión de los virus (en muchos casos muy graves) y la evidente falta de medicamentos antivirus, y por otro, la evolución de la investigación genética y, sobre todo, de la ingeniería genética, así como las nuevas y mejores incorporaciones que ha producido.
Hace quince años había seis vacunas en el “calendario vacunal infantil” que hasta entonces recomendábamos. Ahora hay nueve y parece que pronto entrarán otros dos o tres. En el caso de los ancianos (mayores de 65 años) y entre los llamados grupos de riesgo hay tres o cuatro vacunas en un lugar en el que no había nada hace quince años.
La vacunación ha sido y se considera muy positiva en todos los sistemas de salud y ha sido, sin duda, una de las más baratas de todos los gastos sanitarios. En el C.O.P.V. el gasto realizado en vacunaciones en los últimos diez años es diez veces mayor y podemos decir que tenemos un calendario muy avanzado. Sin embargo, en los últimos dos o tres años se está introduciendo un nuevo discurso (sobre todo en las sociedades desarrolladas). La industria farmacéutica tiene una gran fuerza en el mundo económico y aunque ha creado vacunas nuevas y eficaces, son más caras por las inversiones previas en investigación. Ejerciendo la capacidad de la industria, ejerce una gran presión sobre las administraciones públicas, que son las más importantes (casi únicas).
Por otra parte, hay vacunas nuevas, pero todavía no hay vacunas contra las plagas actuales nuevas o renovadas (como el SIDA) o tenemos vacunas antiguas (como la tuberculosis). Las vacunas nuevas, aunque valiosas, pueden ser para grupos especiales (cáncer, inmunodeficiencia, etc.) o contra enfermedades poco importantes entre nosotros, que son muy caras.
Siguiendo con la exigencia de la sociedad del bienestar, las medidas para evitar todas las enfermedades nos parecen necesarias, y dado que este enfoque es de plena legalidad y los recursos son limitados, sin atenerse a la eficacia no se puede promover la difusión de cualquier vacuna.
Sin embargo, dejando a un lado las condiciones económicas, que en cierto modo deben ser superadas, en el mundo de la vacunación tenemos que abordar otro punto. Actualmente el recién nacido tiene 5 inyecciones al año (protegiendo a 7 enfermedades) y a los 14 años tiene un total de 12 inyecciones (protegiendo a 8 enfermedades). La mayoría de las nuevas vacunas se introducirían fácilmente en diferentes calendarios, si no exigieran nuevas inyecciones.
De ahí el trabajo y el debate de los próximos años. Y eso es tarea casi exclusiva de la industria farmacéutica, ofrecer una protección mucho más amplia con cada inyección. Para ello habrá que hacer una especial exigencia y presión desde las instituciones públicas, pero sin duda beneficiará a todos. De lo contrario, la alta cobertura de vacunación entre nosotros podría caer en detrimento de todos, ya que nos resulta difícil poner tantas inyecciones al niño contra una enfermedad que no se ve.
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