Ataques a la neutralidad de la red
2010/04/01 Leturia Azkarate, Igor - Informatikaria eta ikertzaileaElhuyar Hizkuntza eta Teknologia Iturria: Elhuyar aldizkaria
El presidente de Telefónica el pasado mes de febrero, César Alierta, ha levantado en la red las voces comentadas en unas jornadas celebradas en Bilbao: Indica su intención de comenzar a cobrar a Google y otros buscadores y grandes proveedores de servicios de Internet por el uso de sus redes, argumentando que están haciendo negocio sin coste gracias a la infraestructura del operador de telecomunicaciones. Muchos pensarán que esta idea no es tan rara, que es muy habitual tratar de sacarle unos cuantos fondos de los que tienen mucho. Google, por ejemplo, tiene que soportar muchas de estas cosas: los periódicos han pedido a menudo que compartan con ellos los beneficios de Google News, porque se está enriqueciendo a costa de sus contenidos. Más de uno estará de acuerdo con la solicitud, y el que más tenga más tendrá que repartir. Pero hay mucho en juego que Telefónica quiera o no hacerlo: la neutralidad de la red estaría en peligro y, a la vez, que Internet siga siendo lo que conocemos hoy en día.
¿Qué es la neutralidad de la red?
Para comprender mejor el concepto de neutralidad de la red es necesario conocer algunos aspectos básicos del funcionamiento de Internet. Internet es una red gigante descentralizada formada por millones de redes interconectadas, tanto privadas como públicas, académicas o empresariales, de mayor o menor tamaño. Si bien a nivel físico estas redes subyacentes utilizan tecnologías muy diferentes, a nivel lógico todas ellas utilizan la familia de protocolos TCP/IP, lo que le permite funcionar como una sola red en la práctica. En estos protocolos (y por tanto en Internet), cualquier información que se deba transmitir de una dirección a otra (un correo, una solicitud, una página web, una imagen, etc.) se distribuye en paquetes, que se redirigen desde cada uno de los nodos que componen la red al nodo siguiente, teniendo en cuenta diferentes parámetros (tráfico, nodos caídos, etc.) para que lleguen al destino en el menor tiempo posible, y en el caso de que sea necesario se complete la información (envío). Por tanto, la red está pensada para canalizar cualquier información de la forma más eficaz posible.
A esta red conectan las empresas prestadoras de servicios sus servidores y los clientes o usuarios (a través de una empresa de telecomunicaciones) sus ordenadores. Y cuando un cliente quiera utilizar un servicio, los únicos parámetros que condicionarán su velocidad serán las características de estos puntos de terminación (velocidad contratada por el cliente, capacidad del servidor puesto por la empresa prestadora, etc.), pero esta información recibirá el mismo tratamiento que cualquier otro en la red de Internet, independientemente de su origen o destino.
La neutralidad de la Red es, por tanto, el principio que define la red de Internet como lo que en la actualidad y en el futuro debería ser, y establece que la información que va desde la Red no sufrirá discriminación alguna por razón de su contenido, origen, destino, plataforma, aplicación o protocolo, y que la empresa de telecomunicaciones se limitará a ofrecer un canal de comunicación con ancho de banda contratado por el usuario, sin que pueda intervenir en la información que vaya desde ella.
Sin neutralidad, acabamos con la Internet que conocemos
Lo que Telefónica quiere hacer va totalmente en contra de la neutralidad de la red, ya que si no les pagan seguro que van a tomar medidas como ralentizar o cortar las conexiones con ellos. Ante esto, lo lógico es que Google y otros nos envíen a herrar a los similares Telefónica. ¿Quién contratará el servicio de conexiones lentas o nulas? ¿Pero si todas las empresas de telecomunicaciones se pusieran de acuerdo y hicieran lo suyo? Internet cambiaría totalmente hasta convertirse en algo diferente a Internet.
En primer lugar, como ya se ha indicado, con los prestadores de servicios que pagan a las empresas de telecomunicaciones el tráfico iría más rápido y con los demás más lentamente. Con ello se acabó la igualdad de oportunidades que las pequeñas empresas han tenido hasta la fecha para competir en Internet. O si quisiéramos que el tráfico de los que no pagan salga rápido, los usuarios tendríamos que pagar y las tarifas dependerían de los servicios que queremos utilizar. Pero además, una vez abierta la puerta y terminada con neutralidad, las empresas de telecomunicaciones harán lo que quieran. Podrían ralentizar o cortar el tráfico con las webs y servicios de su competencia, impidiendo, por ejemplo, Skype y similares. O, por qué no, cualquiera puede pagárselos para oponerse a su competencia...
Además, lo que proponen no es viable económicamente. Cualquier persona que desee acceder a Internet en la actualidad, ya sea usuario o prestador de servicios, paga a una empresa de telecomunicaciones por estar conectada a ella, pero sólo a una, y entonces se puede comunicar con cualquier otra, pero si el deseo de Telefónica tuviera éxito, no solo él, cualquiera de los millones de redes más pequeñas que componen Internet podría cobrar un peaje a cualquier persona que quiera pasarlo. El coste de estar en Internet sería inviable para las pequeñas empresas, y para las grandes, ¡quién sabe!
Partido en un momento decisivo
No es éste el primer ataque que sufre la neutralidad de la red. Los lobbies de las asociaciones de defensa de los derechos de autor vienen reclamando desde hace tiempo la limitación del tráfico de programas P2P en España, Francia y otros países. Pero ahora el ministro español de Industria ha afirmado que la intención de Telefónica puede ser buena y parece que el Gobierno español quiere aprovechar la presidencia de la Unión Europea para adaptar la ley a las expectativas de la SGAE y Telefónica. Por su parte, el presidente de EE.UU., Barack Obama, tiene claro que la neutralidad de la red es un principio a proteger. Lo defendió en su programa electoral y, de momento, está cumpliendo con lo dicho en esta materia. Hay que ver cuál de estos dos intereses contrapuestos prevalece.
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