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Placebos: pastillas de azúcar

2001/11/01 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Plazebo es una palabra de origen latino que significa ‘me gustará o seré aceptable’. Con el tiempo se ha modificado el significado del placebo, y ahora se llama placebo al preparado que no contiene sustancias eficaces, que normalmente se administra en sustitución de un medicamento y que se utiliza para analizar el efecto real del fármaco, eliminando totalmente el impacto psicológico.

Sin embargo, hasta el comienzo de la medicina moderna, los placebos no tenían su significado actual. Los médicos de las sociedades antiguas trataban a la persona más que a la enfermedad, porque la causa de la enfermedad no estaba tan clara como ahora. Por lo tanto, estos médicos tomaban el cuerpo y el alma en su totalidad, y no distinguían el medicamento o la actuación del médico.

A medida que avanzaba la medicina, se separaron los efectos físicos y psicológicos, y aprovechando la creencia de los pacientes en la farmacia o en el médico, los placebos se utilizaron para curar los síntomas. Hasta mediados del siglo XX.

Para diferenciar el efecto del medicamento de otros agentes, en las pruebas clínicas se utilizan placebos.

Sin embargo, desde que los científicos Robert Coch y Louis Pasteur descubrieron que determinadas bacterias causaban enfermedades concretas que podían curarse con los medicamentos adecuados, el punto de vista sobre los placebos cambió. La medicina moderna, la industria farmacéutica y la legislación nacional exigen demostrar la eficacia y seguridad de los medicamentos. Para ello, se debe diferenciar el efecto del medicamento de otros factores, como los cambios propios, la evolución natural de la enfermedad, la observación partidista o la selección aleatoria de los pacientes, en lugar de ser conforme a los intereses de alguien.

Por todo ello, a partir de los años 40 se empiezan a utilizar placebos para la realización de pruebas clínicas de medicamentos. Así, los pacientes se dividían en dos grupos: uno de ellos recibía tratamiento y el otro (grupo de control) era placebo. Los cambios físicos o psicológicos que presentaba el grupo de control se denominaban “efecto placebo” y, comparando la evolución de ambos grupos, se medía la eficacia del tratamiento.

El efecto placebo hace que algunos pacientes perciban una mejora.

Desde entonces las pruebas clínicas suelen ser similares. A su vez, se ha clarificado la causa del efecto placebo y éstas son las principales explicaciones. Por un lado, al pensar que está bajo tratamiento, disminuye la ansiedad del paciente y, en consecuencia, mejora su sistema inmune. Por otro lado, se despierta la esperanza y el paciente detecta cualquier mejoría, por lo que el paciente procura cambiar su conducta y recuperarlo. Además, si los pacientes han recibido un tratamiento previo, la respuesta a dicho tratamiento se guarda en la memoria y el placebo puede provocar una respuesta condicionada. Por último, durante la secreción de endorfinas se producen cambios de comportamiento, disminución de la ansiedad y el estrés y mejora la actividad del sistema inmune.

Sin embargo, algunos científicos creen que en sentido estricto no hay placebo porque el cuerpo (o la mente) procesa todas las sustancias o manipulaciones, por lo que producen una respuesta fisiológica que dependerá de la persona. Por ejemplo, la solución salina inhalada provoca crisis de asma en algunos asmáticos, mientras que a otros les alivia el broncoespasmo. En este caso, ¿qué sería placebo y qué efecto placebo?

Además, en los últimos tiempos algunos investigadores consideran que también hay que tener en cuenta el aspecto ético. Por ejemplo, la no administración de un medicamento que pueda beneficiar al equipo de control en pruebas clínicas supone un problema ético. Y aunque el efecto placebo hace que los grupos de control perciban una mejora en su estado de salud, será estafado, ya que atribuirán la mejora al placebo que los pacientes tenían como tratamiento. Según la Declaración de Helsinki, el uso de placebos no es ético si se quiere probar el nuevo medicamento para una enfermedad con remedio.

Además, la revista especializada The New England Journal of Medicine publicó un trabajo sobre el placebo. En estudios previos se consideraba probado el efecto placebo. Por ejemplo, en el conocido artículo “The powerful placebo” (El poderoso Plazebo) del científico Beecher de 1955, se explicaba que la mejora sin causa objetiva se situaba en torno al 35% de los casos.

En las sociedades ancestrales, la curación fue la práctica del medicamento o médico que no diferenciaban.

Sin embargo, los investigadores Asbjorn Hrobjartsson y Peter Gotszche han analizado 130 pruebas clínicas, algunas de las cuales han dado placer a los pacientes y otras no. El placebo podía ser farmacológico (por ejemplo, la píldora de lactosa), físico (excitación de nervios a través de una máquina apagada) o psicológico (entrevista neutral) y analizaron 40 enfermedades (hipertensión, asma, anemia, infección bacteriana, obesidad, esterilidad, depresión, esquizofrenia, epilepsia, Parkinson, Alzheimer, etc.). Divididos en diferentes pruebas clínicas, participaron un total de 17.050 pacientes.

La conclusión fue significativa para los investigadores. De hecho, concluyeron que, en general, los placebos apenas tenían efecto clínico, que sólo era evidente en el tratamiento del dolor. Por ello, los autores del artículo recomiendan no utilizar placebos en pruebas clínicas.

Seguramente a partir de ahora los expertos seguirán discutiendo si el uso de placebos sigue siendo apropiado o legítimo, pero últimamente está cambiando la tendencia. Cada vez son más los investigadores que proponen realizar las pruebas clínicas de una manera diferente y, también entre los médicos, la prescripción de placebos a los pacientes no está tan bien vista como antaño. Parece ser que, desde el punto de vista de algunos, se ha disuelto la fuerza que se les había echado las pastillas de azúcar.

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