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Hombre sin peso

1997/07/01 Bandres Unanue, Luis Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ser más ligero que la pluma; más sutil que el aire; poder
liberar de las cadenas pesadas de la gravedad y levantarse sobre la tierra para poder volar hasta donde quieras. Este es, sin duda, el sueño que muchos de
nosotros hemos tenido desde pequeños. Pero en ese sueño a menudo se olvida que vamos pisando la tierra porque somos más pesados que el aire.

Tal y como señaló Torricelli, “vivimos en el fondo de un mar de aire” y si por cualquier motivo conseguimos ser mil veces más ligeros y tener menos peso que el aire, deberíamos salir necesariamente a la superficie de ese mar. Subiríamos unos kilómetros hasta igualar la densidad del aire con la nuestra. Entonces, nuestro sueño de vivir en libertad de montañas y valles se desmoronaría y caería, tal y como cae el castillo de naipes: una vez liberado de las cadenas de la gravedad, caería bajo otras fuerzas, es decir, bajo las corrientes atmosféricas.

El famoso escritor Wells nos explicó una situación similar en un cuento de su ciencia ficción. Esto nos servirá para explicarte mejor lo que queremos contar. El tema del cuento es que un hombre gordo quería perder kilos de cualquier manera y parece que el narrador tenía una fórmula maravillosa para ello. El gordito le pidió la receta y, en breve, empezó a tomarla. Un día el narrador se pasó por delante de la casa del grueso y se le ocurrió una visita, sonando la puerta y viendo hechos realmente sorprendentes. Así lo explicó Wells.

Se abrió mucho tiempo después de la puerta. Oí girar la llave en el interior de la cerradura y más tarde escuché la voz de Pyecraft (que era el nombre del grueso) diciendo:

¡Adelante!

Accioné el disparador de la puerta y abrí la puerta. Yo, como es normal, esperaba ver a Pyecraft, pero... ¡allí no había nadie! La habitación estaba completamente patas arriba: los platos, tanto grandes como pequeños, estaban mezclados con libros y herramientas de escritura; había sillas que tiraban del suelo, pero ¡Pyecraft no estaba!

¡Estoy aquí! ¡Cierra la puerta! —dijo su voz—. Y entonces lo encontré: estaba en la misma cornisa superior, junto a la puerta, al borde, como si alguien hubiera pegado contra el techo. Su cara estaba decaído y reflejaba el pánico.

– Si algo se calma, Pyecraft se te cae de espaldas y se te rompe el mentón! —lo dije yo—. Este tipo de gimnasia no es para tu edad y cuerpo. Pero, ¿cómo estás atado?

Me di cuenta de que en ese momento no estaba atado y que allí estaba flotando como un globo lleno de gas.

Pyecraft intentó liberarme del techo y acercarme arrastrando por la pared. Se agarró al marco de un cuadro, pero empezó a relajarse y volvió a subir al techo. Tocó arriba y entonces vi que todo el exterior de su cuerpo estaba manchado de cal. Esta vez con más atención intentó volver a bajar por la chimenea.

Este medicamento es demasiado duro -dijo marmarmarmarmar-. He perdido casi todo mi peso.

Entonces lo vi todo claro.

Pyecraft ! —le dije—. Usted necesitaba un medicamento para adelgazar, pero como siempre estaba hablando de su peso... Estás un poco y te ayudaré.

Y tirando de la mano del pobre, lo depuse hacia abajo.

Desde el aula empezó a bailar para mantenerse. ¡Aquello era realmente curioso! Viento fuerte

Un día que camina me sentí como si quisiera mantener una vela.

Esa mesa –dijo Pyecraft, cansada de tanta danza– es muy dura y tiene mucho peso. Si consiguiéramos meternos debajo...

Eso es lo que hice, pero allí también se movía como un globo cautivo. No permanecía quieto ni un instante.

Hay una cosa clara –le dije entonces– que no tienes que salir a la calle si no quieres que vaya cada vez más alto.

Le indicé que debía adaptarse a la nueva situación y que se acostumbraría fácilmente a caminar desde el techo con las manos.

No puedo dormir —se quejó él.

Le dije que con un colchón tierno se podía atar al somero, que con unas chigolas clavaríamos ropa, sábanas y mantas en el colchón.

Colocamos una escalera en la sala y colocamos los alimentos sobre la biblioteca. También inventamos un sistema para bajar al suelo siempre que queríamos.

En la balda superior de una estantería colocamos la Enciclopedia Británica. Enseguida el grueso cogió un par de ejemplares y, con ellos en la mano, vino hasta abajo.

Hice dos días en su casa, con el martillo y el hígado en la mano, haciendo unos artilugios especiales, como el cable para poder expandir el timbre.

Cuando estaba sentado junto a la chimenea en su rincón favorito, junto a la cornisa, mientras una alfombra turca se clavaba en el techo, me vino una idea a la cabeza:

Oye, Peycraft! —me acostumbré—. ¡Todo esto es inútil! Pon un forro de plomo en tu ropa y ¡listo!

Pyecraft casi lloró con alegría.

Compra unas láminas de plomo y las cose dentro de las prendas —le dije—. Usa calzado con suela de plomo, llévate una maleta de plomo en la mano y adelante! Aquí pondrás fin a estar cautivo, ¡podrás salir fuera! Y además, no tendrás ningún miedo a los naufragios, si te ocurriera alguna vez, ¡podrás liberar los globos de plomo y volar bien!

Todo lo expuesto hasta ahora parece acorde con las leyes de la física. Sin embargo, en algunos pasajes del cuento tenemos que mostrar nuestra disconformidad. Y la razón principal de no estar de acuerdo es que aunque el grueso pierda todo su peso, no se levantaría del aire.

Así es, según el principio de Arquímedes. Pyecraft subiría hasta el techo si el peso de todas sus prendas y el de las que tenía en los bolsillos era menor que el del volumen de aire que desplaza el círculo. Calcular cuál es el peso del aire que mueve el cuerpo humano no es nada complicado, sólo hay que recordar que nuestro peso es similar a la masa de agua del mismo volumen. Tomemos, por ejemplo, un amigo de 60 kilos y, por lo tanto, el agua correspondiente a su volumen tendrá el mismo peso. Sin embargo, la densidad del aire que nos rodea es 770 veces menor que la del agua, por lo que el peso del aire que el cuerpo desplaza es aproximadamente de 80 gramos.

Por ello, aunque el peso de Pyecraft es de 100 kilos, el peso del aire que desplaza no superaría los 130 gramos. ¿El peso de las prendas de pyecraft y de todas las cosas del reloj y de los bolsillos no superaría los 130 gramos? Claro que sí. Por lo tanto, el grueso seguiría en el suelo y, aunque la situación no fuera muy estable, no subiría hasta el techo como el “globo cautivo”.

Para poder volar debería estar completamente desnudo. Sin embargo, si está vestido, se comportaría como un muñeco atado a una tienda de globos, con un pequeño esfuerzo o un salto simple y después, si no hubiera viento, empezaría a bajar lentamente. Por lo tanto, si tenemos que premiar y aplaudir a Wells sin duda es por sus virtudes literarias, no por lo que nos enseñó de la física.

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