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Mucho más que pingüinos homosexuales

2009/07/11 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia

Uno sabe por qué, pero el hecho de que los animales del mismo sexo mantengan relaciones sexuales llama la atención a muchos. Así, dos pingüinos adoptan un huevo o cosas similares tienen una repercusión extraordinaria en los medios de comunicación. Sin embargo, las relaciones entre animales del mismo sexo no son raras, al contrario, según un biólogo de la Universidad de California, este tipo de comportamientos se dan en casi todas las especies animales.

Además de los pingüinos, bonobos, delfines y moscas de vinagre son conocidos por sus comportamientos homosexuales. Y las personas, por supuesto. Otras especies, sin embargo, han sido menos estudiadas o no se han publicado tantas obras. Pero eso no quiere decir que no tengan ese tipo de comportamientos. De hecho, la bióloga Nathan Bailey ha estudiado las investigaciones que explican los comportamientos homosexuales de los animales y ha encontrado algún ejemplo en la mayoría de las especies, desde las lombrices hasta las ranas o las aves.

Además de en los pingüinos, Bailey ha encontrado ejemplos de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo en la mayoría de las especies animales.

Sin embargo, el biólogo ha advertido que, a pesar de que muchos investigadores utilizan el mismo nombre para describir ciertos comportamientos, en la mayoría de los casos éstos son muy diferentes de una especie a otra y no tienen el mismo significado en unos y otros. Que han simplificado demasiado, y que la cuestión es mucho más compleja de lo que la mayoría ha considerado hasta ahora.

Por ejemplo, las moscas de vinagre masculinas a veces cortejan a otros machos, lo que se debe a la falta de un gen que les permita diferenciar ambos sexos.

En otras especies, sin embargo, los factores genéticos son menos visibles o menos importantes. En los delfines, por ejemplo, las relaciones sexuales entre los machos sirven para reforzar el grupo. En una especie de albatros, muchas hembras tienen parejas femeninas que son para toda la vida y que crecen juntas. En otras especies, estas conductas no tienen otros objetivos o consecuencias que el placer. Y en todos estos casos, la explicación no es que falten o sobren un gen.

Bailey también analiza su influencia en la evolución. Y es que, según los científicos, estos comportamientos (cortejar, tapar, o criar juntos, siendo del mismo sexo) son consecuencia de la selección natural, es decir, a lo largo de la evolución han surgido y se han mantenido, por la defensa de la selección natural.

Agente evolutivo

Bailey, sin embargo, ha ido más allá y ha propuesto que este tipo de comportamientos no sólo son fruto de la selección sino también de la evolución. De hecho, las relaciones entre individuos del mismo sexo pueden influir en la estructura del grupo; por ejemplo, como consecuencia de estas relaciones, algunos individuos quedan excluidos del grupo de animales reproductores.

Bailey también ha encontrado otros ejemplos de cómo las relaciones sexuales entre animales del mismo sexo afectan a la evolución. Para las langostas pardas, por ejemplo, es perjudicial que las cubran los demás. De este modo, fluyen el paracetilnitrilo, evitando que otros machos los cubran. Por lo tanto, en este caso, aunque la cubrición entre machos genera paracetilnitrilo, ha apostado por la evolución.

¿Qué importancia tienen los genes en este tipo de comportamientos frente a factores ambientales? Bailey pregunta y no responde. Sin embargo, según él, este conocimiento sería muy útil para comprender mejor cómo evolucionan las conductas sexuales entre animales del mismo sexo y cómo influyen en la evolución de otras características.

Y cuando habla de animales, Bailey también habla de personas. Quizás esa sea la razón, quizá por eso las noticias sobre pingüinos homosexuales tienen tanto eco...

Publicado en Gara

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