Fuegos sin humo
2004/09/12 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia
La clave para conseguir fuegos sin humo es que no han utilizado la pólvora. En su lugar, se han utilizado aire comprimido para enviar fuegos artificiales hacia el cielo, por lo que no han tenido ningún problema con el humo.
Los fuegos artificiales convencionales constan de dos partes. La pólvora se coloca en la parte inferior, donde se encuentra la mecha. En la otra parte se encuentran los componentes que forman el espectáculo al explotar el fuego artificial. Los fuegos artificiales que se suceden con más de una explosión tienen más partes. Por último, todos ellos llevan un palo que corrige la dirección de los fuegos artificiales.
En cuanto se incendia la mecha, la pólvora comienza a quemarse y en esta combustión se genera gran cantidad de gas. El gas sale a través de unos orificios preparados para ello, lo que impulsa el cohete hacia el cielo. Así, sube a toda velocidad hasta llegar a la altura que va a explotar.
Liberando energía
Tanto los niños como los adultos siguen la huella del cohete desde que se enciende la mecha, y cuando explota, ¡esa es la fiesta! Cuando se hace fuego artificial, a veces se da importancia al sonido, otras al color, a la luz o a la imagen, pero el objetivo es siempre el mismo: que los espectadores disfruten del cielo.
En la actualidad, para conseguir el color y la luminosidad de los fuegos artificiales, los productores se basan en la emisión atómica. ¿En qué consiste este fenómeno? Pues la responsabilidad de todo es de los electrones. Lo cierto es que los electrones giran alrededor del núcleo del átomo. Pero no eligen cualquier lugar para girar, sino a nivel de energía.
Al explotar el cohete se libera energía en forma de calor que es absorbida por los electrones. Con esta fuerza, los electrones saltan al siguiente nivel de energía. Sin embargo, el nuevo nivel no es estable y los electrones tienen que volver al nivel de energía posterior. Al hacerlo liberan energía como luz.
Todos los colores del arco iris
Además de la luminosidad, el color es una de las principales características de los fuegos artificiales. Y el color es claro. El color que se ve depende de la longitud de onda de la luz. Sin embargo, los ojos de los hombres y las mujeres no separan todas las longitudes de onda, sólo ven entre 400 y 800 nm aproximadamente. A cada longitud le corresponde un color, siendo la ubela el color de menor longitud de onda visible por el ser humano. La longitud de onda de la vela es de 380-400 nm. En el otro extremo se encuentra el rojo, con una longitud de onda de 780 nm.
Para conseguir los colores deseados es imprescindible elegir bien los ingredientes. Por ejemplo, el color naranja se obtiene a partir del nitrato de calcio. Este compuesto produce ondas de 600-620 nm de longitud en el momento de la explosión, que es la correspondiente a la naranja.
Dicho así, no parece tan difícil conseguir los colores deseados, pero es un arte real. Y para dominar este arte es necesario saber mucho de química. Y es que, además de utilizar los componentes correspondientes, las reacciones químicas que se producen deben ser muy controladas. De lo contrario, se forman moléculas no deseadas que se funden con colores.
El cielo lleno de palmeras
Al margen de los colores, las imágenes generadas por los fuegos artificiales no son de ningún tipo. Anillos, paracaídas, serpientes, cometas... consiguen hacer de todo. Una de las figuras más conocidas es la palma, para lo que el cohete tiene bolsitas llenas de una mezcla pirotécnica llamada ‘estrella’. Teniendo en cuenta la ubicación de estas bolsas, se hace aparecer el aspecto de la palma en el cielo.
Por su parte, los fuegos artificiales multinivel constan de varias partes. Al explotar una parte se enciende un dispositivo que provoca un retraso que hace que la siguiente parte se explote. Así, en un solo cohete se suceden varias explosiones.
Por otro lado, en el caso de las chispas, la medida importa: si se quiere que las chispas perduren mucho tiempo, se deben emplear partículas de gran tamaño para hacer fuego artificial. Debido a que las partículas grandes permanecen más tiempo calientes, la luz dura más.
Aire en lugar de pólvora
Todo ello se debe a los fuegos artificiales tradicionales. Los que se están usando este año en Disneyland, sin embargo, no son muy diferentes. La diferencia está en condiciones de ser descubierto, ya que en Disneylandia no se utilizan la pólvora, sino el aire comprimido.
Gracias a ello, no deben hacerse cargo del humo, nada les difuminará el espectáculo. Además, los fuegos llegan más lejos de la pólvora, hasta 600 m. Pero… ¡siempre hay un ‘pero’! Al no existir mechas, cada fuego artificial lleva un dispositivo eléctrico y un reloj digital. Una vez alcanzada la altura deseada y siguiendo las indicaciones del reloj, el dispositivo genera una chispa eléctrica que hace que el fuego artificial explote. El resultado es espectacular, pero eso sí bastante caro. ¡Seguro que incluirían dentro del precio de entrada a Disneyland el gasto de los nuevos fuegos artificiales!
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