Gato, ese animal salvaje de la casa
2004/05/16 Rementeria Argote, Nagore - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa
Llega Pixkor. Ha pasado la mañana fuera de casa y hoy también nos trae un regalo: una lagartija. Cuando entra en el portal lo deja en el suelo y empieza a jugar, y después de dejar escapar, se lanza. Parece cruel, pero su instinto le obliga y nuestro amapina es un gran cazador.
La verdad es que para vivir no tiene que cazar, tiene en casa todo el pienso que quiera. Pero parece que no puede resistir el instinto, y es habitual traer a casa un ratón, un pájaro o un lagartija. Ese sentido lo ha heredado de su antepasado, el gato montés, y de sus parientes más cercanos, porque los abuelos de Pixkor no perdieron el sentido del cazador, ya que los campesinos lo aceptaron en casa por ser excelentes cazadores de ratón.
Hasta ahora se ha creído que los egipcios casaron a los gatos. De hecho, los restos más antiguos de los gatos de la casa eran de hace unos cuatro mil años y los encontrados en Egipto. Es evidente que aquel pueblo había admirado a los gatos. Tenían más de un dios en forma de gato; la diosa de la fertilidad, como Desb o Bastet, tenía el jefe de gato; y cualquier diosa que fuera Desb, era la hija de la gran Ra. Además, se han encontrado gatos momificados en los templos y en las catacumbas, lo que es, sin duda, una muestra de respeto hacia ellos.
Pero, al parecer, los antepasados de Pixkor ya formaban parte del ambiente doméstico del hombre. Una huella recién buscada lo demuestra. Esta huella es la casa-hueso más antigua que se ha encontrado hasta ahora, hace 9.500 años, en la misma época en la que el hombre se labró.
Chipre es encontrada con el esqueleto de este gato, enterrado en la misma tumba de un hombre joven. Por su apariencia, el esqueleto podía pertenecer a un gato, pero el enterramiento junto al hombre indica que tenía un familiar. Además, el esqueleto del gato no tiene signos de muerte o sacrificio. Al parecer, aquel hombre quería tener a su lado en la siguiente vida.
También ha contribuido el descubrimiento de la huella más antigua del gato casero en Chipre. De hecho, Chipre es una isla en la que se cree que los primeros pobladores fueron del continente, cerca de Turquía. Esto ocurrió hace diez mil años, en el Neolítico Alto. Cultivaban el trigo traído del continente y cultivaban el ganado que traía con él, las cabras, los ciervos, las ovejas y los cerdos. También llevaron a los perros, y es de suponer que también traían a los gatos del continente. Es posible que el gato doméstico haya permanecido más de diez mil años junto al hombre.
Quizá desde el mismo momento en que el hombre se hizo campesino el gato se acercó a los pueblos. Es razonable pensar que en los almacenes de semillas y cosechas se recogerían los ratones, seguidos de los gatos. Siendo tan útiles para no perder la cosecha de tantos costos de trabajo, los campesinos habrían tomado con entusiasmo a los gatos y quisieron llevarlos allá donde iban. Así, poco a poco, se fue acostumbrando a vivir junto al hombre, el gato montés se fue sumiendo y se convirtió en un gato doméstico.
Pero el gato de la casa no perdió el sentido del animal salvaje, ya que era necesario para cazar ratones. Esa era la función del gato: la caza del ratón. Como contrapartida, el hombre lo cogió en su casa y le permitió dormir junto al fuego y recoger las fricciones de los locales.
Pero en todos los lugares y épocas no fue tan bien recibido. Recordad que en la Edad Media quemaban a los gatos como ayudantes de brujas y brujos. Sus habilidades nocturnas, sus sensuales y atractivas formas de caminar hicieron pensar a las autoridades que acompañaban al diablo. Sin embargo, pagaron por su debilidad la población de gatos, ya que los ratones y las ratas crecieron enormemente y con ellos las enfermedades.
Hoy en día, no se han olvidado muchas creencias sobre el gato, pero se ha extendido a todo el mundo. Y no sólo por su habilidad como cazador de ratones, sino también por su carácter amoroso. En muchas casas, a pesar de no tener miedo a los ratones, el gato es muy querido. Es juguetona y acariciadora, no da mucho trabajo, sabe gobernarse perfectamente.
Nuestro Pixkor también lo es. Ocasionalmente realiza algún tipo de revuelto, ya sea por el instinto animal silvestre. Pero a partir de hoy no tiene excusa, diez mil años después ya es hora de aprender a caminar honrado. A ver, amapina, déjate en paz al pobre lagartija y entra en casa.
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