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La maravillosa Luna de John Herschel

2014/06/01 Etxebeste Aduriz, Egoitz - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ed. Manu Ortega/CC BY-NC-ND

John Herschel llevaba un par de años investigando el cielo del hemisferio sur en el cabo de la Buena Esperanza (Sudáfrica), cuando un día apareció un americano sacudiendo un periódico en la mano. Aquel americano que viajó a África en busca de un animal para su zoológico le contó que en aquel periódico se narraban "sus grandes descubrimientos astronómicos". Herschel, sorprendido, le agradeció el regalo. Y nada más leerlo: "¡Qué ridículo es esto! Otoi, ¿qué significa esto?"

El americano le contó, meses antes, que el diario New York Sun reveló los sorprendentes descubrimientos de Herschel en la Luna, en una serie del artículo 6.

La primera noticia salió el 21 de agosto de 1835. Era una breve noticia traída de Edinburgh Courant: "Acabamos de saber, de la mano de un prestigioso editor de la ciudad de [Edimburgo], que Sir John Herschel ha realizado en el Cabo de la Buena Esperanza unos sorprendentes descubrimientos astronómicos a través de un telescopio basado en un principio completamente nuevo". Los seis artículos que contarían los hallazgos que le seguirían.

La primera fue publicada el 25 de agosto con una nota del editor: "A partir de hoy publicaremos una serie de fragmentos extraídos del nuevo suplemento de Edinburgh Journal of Science…". Este primer artículo hablaba del nuevo telescopio creado por Herschel. El telescopio era enorme, pero la clave estaba en una nueva lente llamada "microscopio de hidro-oxígeno". Con este telescopio se podía estudiar "incluso la entomología de la Luna, si hubiera insectas en su superficie".

De hecho, el primer artículo decía que encontró vida en la Luna sin más detalles. Y por último, la presentación del autor de los artículos. Dr. Andrew Grant, estudiante del prestigioso William Herschel y ahora ayudante de su hijo en el Cabo de la Buena Esperanza. Grant escribió este relato para Edinburgh Journal of Science, como complemento a un texto más académico escrito por Herchel para la Royal Society.

En el artículo 2 se contabilizaba el primer establecimiento del telescopio hacia la Luna en enero de 1835. Ante los ojos de los investigadores apareció la "intensa y bella representación de las rocas basálticas". Pronto se dieron cuenta de que la roca estaba "cubierta de oscuras flores rojas". Movieron el telescopio y vieron los bosques, formados por árboles que parecían llantos gigantescos, y "playas de arena blanca brillante, rodeadas aparentemente de rocas escarpadas de mármol verde y brillantes agujas y pirámides de tono lila". Después, un valle rodeado de colinas de "bermilones puros" cristalizados, lleno de cascadas. Y en este valle grupos de animales similares a los Bisontes. Ellos, al igual que otros muchos animales que luego se encontrarían, tenían un apéndice oscuro para proteger los ojos "de la extrema luminosidad y oscuridad que tenían periódicamente en aquel lado de la Luna". También vieron una cabra azulada de una sola rama y un extraño ser anfibio, esférico, girando a gran velocidad en una playa de bolos.

En el artículo 3 se mencionaban 38 especies arbóreas, el doble de plantas, nueve mamíferos y cinco ovíparos. Y los primeros indicios de inteligencia: castores bípedos. Estos curiosos castores andaban en dos patas y llevaban a sus crías en brazos. Vivían en casetas, "mejor construidas que muchas tribus de seres salvajes"; y, como el humo que salía de ellas sugería, dominaba también el uso del fuego.

En el cuarto se encontraron seres humanos dentro de un anillo de colina roja. "El cuerpo estaba cubierto de pelos cortos y brillantes cobrizos, a excepción de la cara, con alas en la espalda". Se denominaron "vespertilio-homo, o hombre-murciélago humano". Parecía que hablaban entre sí, por lo que concluyeron que eran "animales inteligentes". Por otro lado, “algunos de sus juegos harían que se le tajara desde el punto de vista de la limpieza de la Tierra”.

En el siguiente artículo se daba cuenta de una serie de misteriosos templos aparentemente abandonados. Y en el último, se decía que cerca de los templos encontraron un homo vespertílico más evolucionado, "más alto que los anteriores, de color más claro y, en todos los aspectos, una mejor variedad de la raza". El día en el que recogían sus frutos, volaban, bañaban y charlaban era "súper hermoso y a nuestros ojos parecía tan amable como los ángeles representados por el mejor pintor".

Herschel se ríe al enterarse de todo ello. "Sospecho que los resultados de las observaciones de telescopio realizadas en el Cabo de la Buena Esperanza van a ser muy humildes, al menos al lado de lo que me atribuye este relato americano! ", dijo sonriente.

Pero el buen humor de Herschel no duró mucho. Y es que esas noticias se extendían por todo el mundo y estaban provocando una gran agitación. En agosto de 1836 Herschel escribió al editor de la revista londinense Athenaeum: "...es hora de desmentir mi conocimiento o mi participación en relación a esos disparates publicados en nombre de los descubrimientos que me han sido atribuidos". Y un año después escribe a su tía Caroline: "Me han molestado por todas partes a costa de este divertido fraude de la Luna, ¡en inglés, francés, italiano y alemán!"

El New York Sun no aceptó inmediatamente el fraude. Aunque empezó a sospechar que todo podía ser inventado, el periódico se mantuvo firme. Por ejemplo, el editor del New York Herald (principal rival de Sun), James Gordon Benette, criticó desde el principio que todo era inventado. Y el 31 de agosto de 1835 dio un dato aclaratorio: La fuente a la que hacía referencia Sun, Edinburgh Journal of Science, fue cerrada dos años antes, por lo que era imposible que se publicaran allí aquellos hallazgos. Y Benett adelantó que el verdadero autor de esos textos era Richard Adams Locke. Sun siguió sin confesar nada y Locke lo desmentirá.

En otoño de 1836, Locke se deja en Sun y comienza en Nueva Era. Al poco de llegar al nuevo periódico firmó un artículo escrito de la siguiente manera: "El autor del Fraude de la Luna".

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