Monstruos de Jefferson
2009/10/01 Etxebeste Aduriz, Egoitz - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria
Llegó la hora de poner fin a aquel mito sin fundamento. Sí, el mamut era un monstruo para eso. Thomas Jefferson estaba convencido.
Veinte años antes venía un mito infundado. El culpable era un gran naturalista francés: Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon. En 1761 escribió Buffon que las criaturas del Nuevo Mundo eran menos numerosas que las del Viejo Mundo. Según él, las tierras de aquel continente eran casi estériles y los animales eran más pequeños y débiles que los del Viejo Mundo, ya que los vapores nocivos de los pantanos corruptos y de los bosques sin sol, los debilitaban. Tampoco los nativos tenían virilidad: "no tienen rebabas, pelo en el cuerpo, ni pasión por la hembra. Sus órganos sexuales también son pequeños y débiles".
Para Buffon, la fauna americana estaba degenerada. Y ese pensamiento tuvo muchos seguidores. Jefferson admiraba la obra del naturalista francés, pero consideraba su continente degenerado... No podía llevarlo. Y quiso enfrentarse a estos argumentos en su libro Notes on the State of Virginia, publicado en 1781.
Jefferson comparó los pesos de varios animales europeos y americanos para demostrar que los de América no eran más pobres. Y si los búfalos y osos no eran suficientes, aquellos enormes mamut habrían silenciado cualquier cosa.
En los últimos años se estaban descubriendo los huesos de aquel gigantesco animal. Al principio se hizo conocido como incognitum americano y luego fue identificado como mamut. Dolidos por la idea de la degeneración, los naturalistas americanos estaban tan entusiasmados por reivindicar la grandeza y la brutalidad de aquella criatura que hicieron seis veces más grande y le pusieron unas garras terribles. Hubo colmillos que miraron hacia abajo como un tigre con dientes de sable. Y es que a este gigantesco elefante se le atribuyeron la vitalidad y la brutalidad de un tigre.
Jefferson, como muchos otros contemporáneos, estaba convencido de que era un mamut carnívoro. Y era, además, el "mayor ser de la tierra". Las ideas de Buffon quedaban sin fuerza ante un gigantesco elefante carnívoro. Pero él no retrocedió. Por el contrario, redujo el mamut americano al nivel de los elefantes normales o hipopótamos, e incluso parecía un animal desaparecido, que el francés utilizó a favor de su teoría.
Jefferson tenía claro que no era un elefante normal ni un hipopótamo. Por el contrario, pensaba que era como los mamuts siberianos, tal vez la misma especie. Y no estaba tan seguro de que había desaparecido, tal vez aquellos animales pudieran estar vivos en alguna zona no explorada de América. La aparición de estos monstruos en las leyendas indígenas refuerza la esperanza de Jefferson. Al incluirlo en el listado de animales de Notes on the State of Virginia, escribe: "Podéis preguntarme por qué he metido el fantasma como si todavía existiera. Y yo digo: ¿por qué dejarlo fuera como si no existiera?"
En la primavera de 1796, Jefferson fue fascinado por los huesos de otro animal. Los trabajadores de una mina descubrieron los huesos de una pierna y unas enormes garras. Cuando Jefferson los vio, quedó fascinado. Parecían de un animal de la familia de los leones, tigres y panteras, pero esa bestia debía ser mucho mayor. Por el tamaño de las garras calculó que sería tres veces mayor que los leones africanos. Se llamó megalonyx (garra grande). Jefferson tenía un segundo monstruo americano.
En marzo de 1797 presentó a la bestia Megalonyx en una conferencia impartida en Filadelfia. Y, como el fantasma, dijo que todavía podía estar vivo: "En el interior de nuestro continente hay bastantes lugares para elefantes y leones que pueden vivir en este clima, y también para mamut y Megalonyx. El desconocimiento que tenemos del oeste y noroeste de nuestro país hace que no se pueda decir qué no hay allí".
Pero antes de dar aquella conferencia, en un número de la revista inglesa Monthly Magazine, vio una ilustración del fósil de un animal gigantesco dedo. Fue descubierto en Paraguay y montado en el Gabinete Real de Historia Natural de Madrid. La ilustración estaba basada en un artículo de 1796 de la nueva estrella de la paleontología Georges Cuvier.
Se decía con Cuvier que un diente o un pequeño trozo de mandíbula tenía suficiente para conocer a un animal, y muchas veces también para dar género y especie. Antes del artículo del fósil de Paraguay, escribió otro de gran prestigio, sobre especies de elefantes vivas y fósiles. En este artículo, afirmó que los elefantes asiáticos y africanos pertenecían a especies diferentes, y que los fósiles de mamut pertenecían a otra especie desaparecida; y aquellos que aparecieron en Italia, que fueron considerados huesos de los elefantes de Hanibal. Y más tarde, cuando tuvo la oportunidad de estudiar los huesos del mamut americano, fue él quien lo describió formalmente. Era diferente a los fantasmas europeos y se llamó mastodonte. Y no, no era carnívoro.
En el artículo sobre el fósil de Paraguay, Cuvier vio claramente que el esqueleto correspondía a un animal perezoso de Sudamérica. A este animal le llamó Megatherium.
Al ver aquel artículo, Jefferson entendió que su león gigante podía ser también un perezoso. Así, antes de publicar su obra sobre Megalonyx, tuvo que añadir una nota en la que reconocía que esas garras podían ser de un Megatherium.
Cuvier, en su trabajo sobre perezas publicado en 1804, concluyó que el depredador de Jefferson no pertenecía a la misma especie que el Megatherium, manteniéndose el nombre de Jefferson. Casi 20 años después, otro anatomista francés formó su nombre: Megalonyx jeffersonii.
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