“Hemos llegado a un punto en el que el crecimiento económico no nos da más bienestar”

Aiora Zabala Aizpuru (Irún, 1982) es licenciada en Ciencias Ambientales y doctora en Economía Ecológica. Investigador y profesor en la Universidad de Open University y Cambridge, fue editor de la revista de ciencias Nature Sustainability durante cuatro años. También se dedica a la divulgación sobre medio ambiente, sostenibilidad y humanidades, y el año pasado publicó el libro Natura gure esku (Alberdania, 2022).

participó en el ciclo de coloquios “Mujeres científicas”, invitado por Elhuyar y Donostia Kultura, y ofreció las claves para entender la situación actual y recrear algunos escenarios de futuro. Anotamos los pasajes más significativos.


Usted es investigador y profesor, y durante cuatro años ha sido editor de la revista Nature Sustainability. El año pasado publicaste un libro divulgativo: La naturaleza en nuestras manos. Es una tarea muy diferente, ¿no es así? ¿Cómo dio el paso? Es
verdad que el recorrido no ha sido muy lineal, pero siempre he tenido interés en la comunicación. Empecé a colaborar en la radio, y entonces me di cuenta de que era un buen momento para socializar estos temas. De hecho, los que trabajamos en esto llevamos décadas hablando de ello, pero hace 20-30 años estos temas no estaban en la plaza. Al hacer colaboraciones en la radio me di cuenta de que había mucho interés, también por las preguntas que me hacían mis amigos y mis familiares.

Por otro lado, en la revista Nature Sustainability vi que había un montón de conocimientos, muy útiles para las discusiones diarias. [...] Entonces, muchas veces hice lo que hacía en la mesa o con mi familia con el libro: a partir de ejemplos que yo había vivido, modelaba el contenido del libro. Fue bastante orgánico.

Usted mismo ha dicho: llevan años investigando el medio ambiente, pero hasta hoy el tema no nos ha tocado tanto. Esto no significa que no se haya hecho un camino en la protección del medio ambiente. ¿Qué aspectos destacarías?

Los hitos ambientales dependen del contexto. Por ejemplo, para mí son un hito las campañas que se hicieron en Euskal Herria en la década de 1980, o el movimiento antinuclear.

Si miramos a la internacionalización, los movimientos que se produjeron en 1960-1970 también fueron un hito. Salieron algunas publicaciones, como la de Rachel Carson... Es entonces cuando se inician las negociaciones entre las diferentes organizaciones y se crea el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. entre los años 1970-1980 y 1980 se firmaron un montón de acuerdos: Basilea (basura), aves migratorias... Y en 1992 tuvo lugar en Río de Janeiro una reunión muy importante sobre cultura y desarrollo, que creo que fue la que puso el tema en la agenda.

En las dos últimas décadas, la emergencia climática ha tomado el protagonismo, sobre todo desde 2007, cuando el IPCC recibió el Premio Nobel. Pero se ve que el recorrido es largo, aunque en la opinión pública y en la narrativa de los medios de comunicación el entorno está solo en la última década con tanta preponderancia.

Ed. ©Gabriella Fuzi

Sin embargo, parece que no nos damos cuenta de las consecuencias hasta que cada uno lo ve. ¿Eso es cierto? ¿Y por qué sucede?
Los seres humanos somos así: cuando lo vemos delante, entonces creemos. ¿Y por qué? En psicología hay algunas respuestas. Por ejemplo, lo que no está de acuerdo con nuestros valores o con nuestro estilo de vida tradicional, o lo que nos genera incomodidad, es difícil de creer. Si los avances, las novedades o el conocimiento son para nuestro bien, entonces sí; pero si es al contrario, hay resistencia.

Sin embargo, según los expertos, el movimiento negacionista del cambio climático ha perdido fuerza. Pero hay un nuevo negacionismo que niega soluciones. ¿En qué se basa?
Sí. Se trata de un estudio reciente en el que se observa que a medida que disminuye el negacionismo del clima, aumenta el escepticismo respecto a las soluciones. Ya es difícil que alguien diga que el cambio climático no se produce, pero siempre habrá alguien que se oponga a las iniciativas para combatirlo. Y, para ello, tienen que sacar nuevos argumentos. Este es el siguiente paso en un proceso político.

Estos argumentos en contra dicen que las soluciones que proponemos son caras, que no van a funcionar, que vamos tarde...

En el libro se centra en la sociedad, huyendo del tipo de catastro y de la parálisis, con la intención de influir en las actitudes.
No se trata de luchar contra el catastrofismo, sino de superarlo. Porque yo también he estado así: ves las cosas y ves el impacto de cada uno; el bolígrafo, la botella... Y es demasiado. Ante eso, hay algunas reacciones. Es una: el problema es muy grande y lo que yo puedo hacer es muy pequeño. Y el otro es el miedo: el cambio climático es terrible, etc. Pueden llevarte al inmovilismo.

Para superarlo, he aprendido de mis compañeros y amigos que lo que cada uno puede hacer es muy útil. Entre las razones, hay un proceso de difusión: los comportamientos y las iniciativas, cuando son nuevos, siempre los hacen unos pocos, algunos pioneros. Luego, poco a poco, los seguidores también empiezan a hacer eso, y, al final, la iniciativa puede extenderse mucho más.

Puede ser el antídoto de la ecoansiedad, antídoto de ese ahogo que produce la preocupación por el medio ambiente.La
ecoansiedad es una de las emociones negativas que tenemos con respecto a la Tierra, el planeta, y tenemos muchas. Otra emoción de este tipo es la tertulia, es decir, la tristeza y la emoción que sentimos cuando cambiamos el entorno en nuestro hogar. Nosotros estamos haciendo un resumen de la literatura sobre ese tema y, de momento, estamos analizando cómo medir esas emociones.

Hay escasos estudios sobre cómo superar estas emociones y las sugerencias que aportan son, por un lado, hablar, no guardar, sino conversar con otros que sienten empatía por estos temas; por otro, organizarse, formar parte de un grupo y hacer algo por la naturaleza o la sociedad; y por último, recibir más información, conocer más detalles, para ver que siempre ha habido cambios.

Ed. ©Gabriella Fuzi

Ha mencionado formar parte de un grupo. En comparación con los tiempos, la militancia ha descendido, en general, pero también hay nuevos movimientos, como Fridays for Future (Viernes al­de su futuro) y científicos rebeldes. Movilizar a los científicos puede ser una forma de reaccionar y hacer reaccionar?
Cuando estaba en Barcelona [hace 20 años] ya teníamos un debate sobre si éramos científicos o activistas. Algunos decían que la ciencia debía de estar aparte, porque si no, perderíamos credibilidad; y otros, en cambio, no podíamos permanecer quietos, porque sabíamos que estaban sucediendo cosas importantes. En este caso, sí, hay una manera de juntarnos y advertir lo que pasa, y sabemos que a lo largo de la historia se han conseguido muchas cosas de esta manera.

Por ejemplo, durante la investigación de la bomba nuclear algunos se negaron y otros continuaron.Con este
ejemplo algunos pueden pensar que no sirvió para nada, ya que el proyecto siguió adelante. Pero esas personas dieron un mensaje a la sociedad.

Uno de los principales retos a los que nos enfrentamos es la transición energética. Todo el mundo lo ve necesario: científicos, sociedad, incluso políticos. Entonces, ¿por qué es tan difícil acordar cómo se va a llevar a cabo la transición?
A mí me interesa mucho esta pregunta, porque estudio las políticas. Y se ve que, cuando hablamos en general, es muy fácil ponerse de acuerdo. “Hay que proteger la naturaleza”: habrá alguien en contra, pero la mayoría dirán que sí. Pero cuando entramos en los detalles surgen discrepancias.

Con la transición energética ocurre lo mismo. Cuando empezamos a pensar en dónde poner las fuentes renovables, quién sufrirá los daños... ahí aparecen las discrepancias. Junto a ello, hay un fuerte impulso para la electrificación de los coches, y sí, eso es parte de la solución, pero eso no nos va a salir del problema.

La transición energética, si no se hace bien, también puede ser para mal. Puede suponer un aumento de consumo, por ejemplo, de minerales extraños, y puede generar basura. ¿Qué pasará con tantas baterías si no se desarrolla una industria de reciclaje de baterías?
Hay que pensar en todo el ciclo, procurando que sea cerrado. No se puede cerrar del todo, ya que siempre se pierde un poco de material, se degrada la energía... pero conviene que sea lo más circular posible.

Además, en la transición energética, sí, debemos recurrir a las renovables, pero también a la eficiencia. Y eso lo dijo muy claro el IPCC: el aumento de la eficiencia tiene una gran capacidad para reducir las emisiones de carbono, pero no se invierte tanto en ello. Hay que preguntarse por qué, si eso va a suponer una menor necesidad de fuentes de energía, por ejemplo menos eólica, y si además va a rebajar las facturas de electricidad. Esa es una gran pregunta para mí.

En este sentido, el IPCC señaló que, en las inversiones, el mayor esfuerzo corresponde a Norte global, que está en deuda con el Sur global.
Eso es. Es una deuda ecológica. Históricamente, los países ricos han sacado los recursos naturales, los minerales, la producción agrícola de los pobres económicamente... Existe el riesgo de que esta deuda se incremente si la transición energética exige, por ejemplo, más litio, traído de Chile, u otros minerales de otros lugares. También debemos tenerlo en cuenta, aunque los impactos nos quedan muy lejos.

En este sentido, la justicia social será uno de los principales retos.Un nivel de
justicia social es interno al país; por ejemplo, el del empleo [porque se perderá lo ligado a una industria]. Hay que planificar muy bien para no causar una gran injusticia. Y la otra es la que se acaba de explicar, la de la deuda ecológica.

También menciona el decrecimiento en el libro, y ha llegado a la agenda política. Concepto, una vez, sí, ya que el nombre parece discutir.
Esa palabra la oí por primera vez hace 20 años, en Barcelona, y se ha ido desarrollando poco a poco. La definición no es muy clara o, más que la propia definición, las prácticas para llegar a ella no son muy claras, ya que son muy variadas. Y es cierto que a algunos les trae a la cabeza algo negativo. Pero también podemos llamarla de otra manera, por ejemplo, el crecimiento post-crecimiento o el crecimiento a.

Aquí hay dos cosas. Uno es el indicador de crecimiento económico, el índice de Producto Interior Bruto (PIB), que ha sido hasta ahora el principal, y las políticas nacionales tratan de incrementar este indicador. Y lo que dice el decrecimiento o el post-crecimiento es que el PIB no debería tener tanta superioridad; que tenemos que mirar otras cosas, sobre todo los países ricos. Hemos llegado a un punto en el que el crecimiento económico no nos da más bienestar, por lo que debemos mirar otros indicadores.

Ese discurso, sin embargo, viene de los países ricos. Si preguntamos a los del Sur, diremos que todavía tienen que crecer un poco porque todavía no han llegado a ese nivel de bienestar. Y eso es perfectamente comprensible; el concepto es muy septentrional.

No darle tanta importancia al crecimiento económico es una cosa y otra es cómo llevarlo a cabo. Y aquí hay una definición muy simple, a mi entender: muchas cosas y servicios que consumimos hoy en día, muchas cosas que hacemos, en realidad no nos dan mucho bienestar. Por ejemplo, si alguien pasa dos horas diarias en el coche. Que supone un crecimiento económico, porque gasta gasolina y paga coche, pero esas dos horas no dan bienestar a la persona. Es lo que dicen la decepción y otras tendencias como: pensemos en las cosas que nos dan bienestar en el día a día, y quizá podamos dejar de lado las que no nos dan.

En efecto, en su libro incita al lector a reflexionar sobre qué hay en el momento actual o en las decisiones que toma.
Sí, ese es un mensaje importante del libro. Por ejemplo, estamos tomando un café, y podemos pensar de dónde viene ese café, qué agricultores sembraron las semillas, si ha recibido un pago digno, qué consecuencias tiene ese café en el ecosistema que ha crecido... También lo que sucederá después del café: si viene café en las cápsulas, por ejemplo, será difícil reciclarlo; y si bebemos en un vaso de un solo uso, eso también dejará huella. Es tener otro chip para ver el mundo.

Para terminar el coloquio, recomendó dos libros y al final, en el espacio dedicado a las preguntas, publicó más reflexiones interesantes. Para el interesado, se puede escuchar toda la charla.

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