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Homínidos o homínidos, ¿qué somos?

2016/03/01 Iriondo Orensanz, Mikel - Genetika, Antropologia Fisikoa eta Animalien Fisiologia Saila, Zientzia eta Teknologia Fakultatea (UPV/EHU) | Manzano Basabe, Carmen - Genetika, Antropologia Fisikoa eta Animalien Fisiologia Saila, Zientzia eta Teknologia Fakultatea (UPV/EHU) Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ed. Usaid/CCO

Hoy tenemos claro que nuestros parientes evolutivos más cercanos son los chimpancés. Hace 6-7 millones de años vivió el último antepasado común entre nosotros y ellos, y conocemos muchas especies fósiles del linaje humano próximo a la distribución, como las especies del género Ardipithecus y Australopithecus y el Homo habilis, H. erectus o H. naledi descubierto el año pasado, entre otras muchas. Ahora, a la hora de nombrar al grupo de estos géneros y especies de nuestro linaje, ¿qué nombre deberíamos utilizar? Algunos utilizarían la palabra “homínido”, otros la denominarían “hominino” y hay que mencionar que este último término es el que se prefiere hoy en día entre los científicos. Pero hay otras opciones aún menos conocidas, como las “hominines” y las “hominas”. ¿Cuál es la correcta? Hablaremos de ello en este pequeño trabajo. ¡Atención, por favor, al lector, porque todas estas palabras tienen un significado diferente!

Los chimpancés (chimpancé normal y bonobo) conocidos por el ser humano como monos antropomorfas, junto con el gorila, el orangután y los hígados, están clasificados en la superfamilia Hominoide. XX. Hasta finales del siglo XX los investigadores dividían los “hominoideos” en tres ramas: el hombre por un lado (familia Hominidae), los hígados por otro (familia Hylobatidae) y el chimpancé, el gorila y el orangután en la familia Pongidae. Así las cosas, al hablar del linaje humano se utilizaba la palabra homínido. Pero XX. Gracias a los análisis moleculares realizados a partir de la segunda mitad del siglo XX, fijamos definitivamente las relaciones evolutivas entre los hominoides, y en la actualidad los distintos niveles taxonómicos se distribuyen en función del parentesco.

Atendiendo a esta escuela de clasificación cladista distinguimos dos familias: Hylobatidae (hígados) y Hominidae (todos los demás; “homínidos”). Dentro de esta última hay dos subfamilias: Ponginae (orangutanes) y Homininae (gorila, chimpancés y hombre; “hominines”). Dentro de la subfamilia Homininae distinguimos dos tribus: Gorillini (gorilas) y Hominini (chimpancés y nosotros; homínidos); finalmente, la tribu se distingue a nivel subtribal: Panina y Hominina (hominos en uso común). Siendo el objetivo de los modelos de clasificación reflejar la filogenia de un grupo, el árbol de parentesco, deberíamos llevar la clasificación de todas las especies del linaje humano hasta el nivel de subtribu y denominar nuestro linaje con el término “hominos”.

Pero entonces, ¿por qué preferimos hoy el término “hominino”? Hay que tener en cuenta dos o tres cosas para responder a esta pregunta. La primera es que el cladismo está cada vez más aceptado como modelo de clasificación. En segundo lugar, que las clasificaciones las hacemos nosotros (otros seres vivos no han presentado propuestas por el momento…), y hay investigadores que no consideran oportuno que la especie humana esté tan cerca de otros animales, en definitiva, el nivel de desarrollo alcanzado no es similar en el mundo animal. A modo de ejemplo del debate sobre las clasificaciones, se presentan otras dos propuestas, que son ejemplos extremos, pero ambas con “base científica”.

Primero J. Fue propuesto por Huxley en 1957. En su opinión, los seres humanos, además de la parte biológica de otros animales, tendríamos un nuevo lado del proceso evolutivo, la parte psicosocial. Así, como son la Plantae y los Reinos Animales, nosotros formaríamos un nuevo Reino: Psychozo. Huxley situó la separación del linaje humano en el máximo nivel taxonómico. En el extremo opuesto, Elizabeth Watson, S. Eastel y D. Es el propuesto por Penny en 2001. Sus cálculos ponen de manifiesto que las diferencias genéticas entre los seres humanos, los chimpancés y los gorilas son similares a las de otros mamíferos clasificados en el mismo género, por lo que a la hora de realizar una clasificación objetiva las tres especies mencionadas deberían estar situadas en el mismo género, es decir, deberíamos denominar Homo sapiens, Homo niger y Homo gorilla respectivamente.

Como ha visto el lector, tenemos muchas opciones para clasificar nuestra especie, cada cual con una base diferente, y en estos casos el consenso es necesario para seguir adelante. Así lo hicieron en el Congreso Internacional “International Colloquium on Taxonomy and Systematics of the Human Clade” organizado en Palma de Mallorca en el año 2000. Antes de la reunión, todos los antropólogos y paleontólogos del mundo recibieron una carta con una sola pregunta: “¿Cuál crees que es el nivel taxonómico más adecuado para clasificar las especies del linaje humano?” Las posibles respuestas eran la mayoría de las anteriormente mencionadas: familia, subfamilia, tribu, subtribu o género. La mayoría apostó por la tribu, por lo que los “homininos”.

En ciencia hay cosas que no son negras o blancas, sobre todo cuando hablamos de nuestra especie. ¿Qué importancia relativa debemos dar a nuestras características diferenciales, como la conciencia, los valores morales o el lenguaje? ¿O quizá sólo tenemos que atender a la objetividad que da la genética? ¿Qué importancia tiene la tradición en todo esto? Como hemos visto, todas las clasificaciones pueden ser adecuadas si tenemos claro qué queremos explicar con la clasificación. La denominación de “homínido” puede ser adecuada para nosotros y las especies de nuestro linaje, si queremos remarcar la importancia de nuestras características distintivas como se ha hecho tradicionalmente, pero entre los antropólogos podemos decir que este término está demodé. En la actualidad, el consenso alcanzado para designar a nosotros y a las especies de nuestro linaje está en el término “hominino”. Hoy es así, en el futuro, cuando los investigadores de la siguiente generación están trabajando, con diferentes formas de pensar.

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