De la física nuclear a la energía nuclear y a la bomba atómica
2001/12/30 Mendiburu, Joana - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa
La física nuclear nació en tiempos de gran confianza científica. Pero desde que ese descubrimiento fue destinado a la lógica militar en lugar de a su uso civil, han prevalecido el miedo y la desconfianza. Sin embargo, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, las investigaciones continuaron y hasta la década de los 80 la industria nuclear se ha desarrollado en muchos países.
El descubrimiento de la radiactividad natural fue realizado por Henri Becquerel en 1896 y la física nuclear surgió con la obra del matrimonio Pierre y Marie Curie. Inicialmente no se conocían efectos nocivos de la radiactividad y se utilizaron elementos radiactivos sin control. Pero, en 1934, Marie Curie murió de leucemia y fue entonces cuando empezaron a sospechar que los descubrimientos fascinantes podían tener un lado oculto y dañino.
En 1934, Irene y Frederic Joliot-Curie descubrieron radiactividad artificial y, el mismo año, el italiano Enrico Fermi abordó las reacciones de fisión nuclear. Pero estas obras tuvieron que ser interrumpidas por la entrada de Europa en la Segunda Guerra Mundial.
Uso militar
Como se ha dicho, Europa entró en guerra y, al igual que el resto de áreas, tuvieron que interrumpir las investigaciones científicas. Pero no todo el mundo estaba en guerra y el testigo de la investigación de la física nuclear, al igual que otras muchas investigaciones, fue tomada por los estadounidenses. Para 1942 disponían del primer reactor nuclear y de las primeras bombas atómicas para 1945. No tuvieron que esperar mucho para realizar la prueba, ya que ese mismo año, los días 6 y 9 de agosto, fueron lanzados a Hiroshima y Nagasaki, provocando 150.000 muertos y daños graves que siguen siendo evidentes a largo plazo. No se podía retroceder, el mundo estaba metido en la era atómica.
Para 1952, Estados Unidos tenía preparada una bomba H de potencia mil veces mayor que la bomba lanzada en Hiroshima y que elimina a los seres vivos sin dañar los materiales. Desde entonces, los elementos radiactivos se han utilizado en la mayoría de las guerras, como un material imprescindible para ganar guerras. Las armas de Uranio empobrecido, por ejemplo, fueron utilizadas por primera vez en 1991 en Irak, y desde 1995 en Bosnia y en 1999 en Kosovo.
En consecuencia, alrededor de 300.000 kilos de uranio empobrecido, radiactivo, se dispersaron en las proximidades de Irak, Kuwait y Arabia Saudí, existiendo entre 300 y 800 balas enterradas en Irak y Kuwait. Los ejércitos de Estados Unidos e Inglaterra reconocieron que en las guerras de Bosnia y Kosovo fueron derribados 9.000 y 15.000 proyectiles de uranio empobrecido, respectivamente.
La desconfianza en la energía nuclear
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la radiactividad comenzó a desarrollarse para uso civil. El primer reactor para producir energía fue destinado a la red eléctrica de Estados Unidos en 1951. Tres años después fueron utilizados en Rusia, Reino Unido y Francia en 1956, Alemania en 1961 y Canadá en 1962.
En 1999 había 439 unidades repartidas por todo el mundo, 104 de ellas en Estados Unidos, 58 en Francia, 53 en Japón, 35 en Gran Bretaña y 29 en Rusia. Rusia, Canadá, Alemania, Corea del Sur, Ucrania, Suecia, India, España y Bélgica son otros países que han apostado por esta energía. Así, en la actualidad, la energía nuclear representa el 17% de la producción mundial de energía.
Sin embargo, desde que se produjo el accidente de Chernobil, la opinión pública está dominada por la desconfianza. Tras las campañas de los grupos ecologistas y las ideas difundidas por muchos medios de comunicación, la parte más importante de la sociedad se muestra contraria a esta energía. La contaminación producida por los residuos radiactivos y la gestión de los residuos son actualmente los principales temas de protesta. Y parece que esta protesta es efectiva porque algunos países europeos, entre ellos Alemania, están en vías de exclusión de la energía nuclear.
Pero, para llegar a esa desconfianza, ha pasado por la historia negra de los graves desastres que todavía hoy se observan. Uno de los días más decisivos de esta historia es sin duda el 26 de abril de 1986, fecha en la que estalló el 4º reactor de la central nuclear de Chernobil. Los siniestros se produjeron incluso antes de esa fecha de desgracia, aunque no afectaron a la población, según afirman. La primera en 1957 en la central de Windscal (Gran Bretaña) y la segunda en 1979 en la central de Three Mile Island (Estados Unidos). En 1986 no había solución. Todas las medidas de protección posteriores resultaron inútiles. Obsérvese el número de cánceres y casos de malformación provocados por altos niveles de radiactividad en Ucrania.
Pero la desconfianza generada desde el accidente de Chernobil al lugar no sólo se debe a que las consecuencias son evidentes y no despreocupantes. Las autoridades rusas de la época quisieron ocultar el accidente durante unos días, lo que no ha hecho sino aumentar su desconfianza en la energía nuclear. Posteriormente, la opinión pública puede resumirse en la siguiente frase: "no entendemos mucho, pero los expertos miente".
El caso de los residuos nucleares
En este sentido, cada vez es más difícil para quienes apuestan por la nuclear defender su postura. Aunque se asegure que no volverá a ocurrir ningún accidente, la cuestión de la gestión de los residuos nucleares sigue pendiente y, además, a pesar de ser un problema de muchos países, no parece que la solución se vaya a encontrar rápidamente.
Los residuos radiactivos se clasifican en tres grupos. Pertenecen al grupo A las actividades más débiles y de menor duración (unos 30 años). Este tipo de residuos está formado por los residuos de isótopos de radio utilizados en medicina nuclear, laboratorios de investigación, industrias como el papel o la siderurgia. También se incluyen algunos productos utilizados en centrales nucleares (filtros, equipos contaminados, ropa, etc.). Estos residuos, a pesar del 90% del volumen de residuos radiactivos, no almacenan más del 10% de la radiactividad.
Los residuos del grupo B son más débiles que los del grupo C, pero ambos son de larga duración (pueden durar millones de años). Entre los residuos del grupo C se encuentran los productos de fisión producidos por reacciones de fisión nuclear en reactores nucleares.
Estos residuos son enterrados de forma que no se alteren a la espera de encontrar la solución definitiva. Todos los países afirman que el problema de los residuos no debe dejarse para las generaciones venideras, pero todavía nadie ha encontrado la solución adecuada.
Mientras tanto, los residuos seguirán teniendo mucho que decir, ya que nadie quiere que su región se convierta en un contenedor de residuos nucleares.
Muchos países retroceden
La opinión pública no es partidaria de la energía nuclear y aunque en su día los reactores de gran potencia habían llegado a ser el signo de orgullo del país, hoy en día cada vez son menos los gobiernos los que apuestan por esta energía. Austria, en 1978, en referéndum dijo no a la nuclear. Italia y Suiza aprobaron sendas prórrogas en 1987 y 1990.
Suecia ha cerrado la primera central y prevé cerrar otras once hasta 2010. Alemania, que en la actualidad produce el 30% de la energía mediante nucleares, ha anunciado que cerrará todas las centrales para el año 2021. En Estados Unidos, desde el accidente de Three Mile Island en 1979, el desarrollo de esta energía se ha estancado, pero todavía no la descartan.
Japón y Francia son, por tanto, los dos principales países que en la actualidad siguen apostando por esta energía. Sin embargo, también en estos países las opiniones contrarias tienen cada vez más repercusión; en Japón, en 1999, por los siniestros ocurridos en algunas plantas de producción de combustible, y en Francia, tras el abandono del gran generador Superphenix, que se había impuesto durante veinte años.
Publicado en el suplemento Natura de Gara.
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