Caza: ¿herramienta de conservación?
1998/03/01 Larrañaga Arrizabalaga, Santiago Iturria: Elhuyar aldizkaria
Las posturas a favor y en contra de la caza generan debates calurosos. Mientras los partidarios defienden como un derecho, los contrarios lo consideran como una actuación contra el medio ambiente y la ética. A estos últimos no les falta razón, ya que la caza (o algunas formas de cazar) ha provocado numerosas catástrofes. Pocas veces se ha planteado, sin embargo, que la caza puede servir para mantener o mejorar el valor natural de un medio, ya que el interés de los cazadores es que haya el mayor número de piezas de caza posible en un territorio. Aunque sea de la misma manera, los cazadores deben ser conscientes de la necesidad de mantener el entorno en buen estado y garantizar la supervivencia de las poblaciones salvajes, y especialmente de los agricultores y propietarios de tierras, que son, en definitiva, los responsables de la gestión que se va a llevar a cabo en estas tierras. Para alcanzar este objetivo es necesaria una adecuada gestión de las poblaciones y del hábitat, ya que el mantenimiento de una especie implica la conservación de su hábitat.
Además, la caza puede servir para paliar la crisis de la agricultura. De hecho, la práctica cinegética puede ser un uso alternativo o complementario de los territorios no rentables. En los Picos de Europa, el ingreso obtenido a través de la caza mayor tiene una gran importancia económica para sus poblaciones. En Euskal Herria, el coto social de caza de Koartango se ha convertido en una importante actividad complementaria de la agricultura.
Por otro lado, la caza también puede servir para controlar las poblaciones afectadas. Como consecuencia de la pérdida de depredadores naturales y de los cambios que el ser humano ha producido en el medio, algunas especies crecen incontroladamente en detrimento del medio y de otras. La capacidad biológica de un medio respecto a una determinada especie es el número de ejemplares de esta especie que pueden mantener sus recursos sin daños o restricciones. El desarrollo de una población por encima de este número de individuos reducirá excesivamente los recursos presentes en la zona como consecuencia de una sobreexplotación y reducirá la capacidad biológica al disminuir el número de ejemplares de esta especie que pueden vivir de forma sostenible en la zona. En el Parque Natural de Gorbeia, por ejemplo, debido a la excesiva densidad de ciervos, el bosque sufre una gran presión y mueren muchas máquinas de animales por hambre y debilidad. Hace unos años, por el contrario, algunos de los ciervos seleccionados (enfermos, de mal aspecto, etc.) se ha conseguido revitalizar el bosque matándolo.
Gestión de la caza
La caza de una especie puede deberse a diversas razones: obtener un rendimiento de los animales (carne, cuero); considerarla como deporte, que la propia captura exija dificultad, peligro, esfuerzo o habilidad; que se controle la población de la pieza por los daños que produce; y que lo que es hoy más importante sea una actividad de ocio.
Desde la Ley 4/89 de Conservación de Espacios Naturales, Flora y Fauna Silvestre, en todas las Comunidades Autónomas son obligatorios los Planes de Ordenación Cinegética (PORN), cuya responsabilidad es obtener información sobre la ecología y poblaciones de las especies cinegéticas y decidir las medidas a adoptar en función de su objetivo. Conocer la ecología de la especie nos aportará información relevante para su gestión. De hecho, en función del ciclo biológico, de la actividad, de la organización social, del hábitat, del pastoreo y de la época reproductiva, la caza tendrá efectos diferentes en cuanto a su conservación y a la propia práctica de la caza. No es lo mismo cazar en el paso de la paloma torcaz que en la contrapasa; en el paso, la población acaba de crecer y en el camino al sur mueren muchos ejemplares debido al invierno y al gran esfuerzo migratorio. En ese momento la caza no tiene por qué causar grandes daños a la población de paloma torcaz. Sin embargo, en contrapasa, debido al nivel de mortalidad invernal, la población que se dirige al norte es mucho menor y, además, son ejemplares que deben realizar la siguiente reproducción. Su caza influye directamente en el número de pollos que nacen ese año y afecta gravemente a la población.
Para una correcta gestión de la caza es necesario conocer el número de ejemplares de una población y para ello se utilizan censos. Para la elaboración de estos censos se pueden utilizar diferentes técnicas en función de especies, medios, recursos, etc. La observación directa es la técnica más sencilla, pero no siempre es posible, por ejemplo, por la dificultad de contemplación del animal o por la imposibilidad de separar cada ejemplar cuando los animales se encuentran en grandes grupos. En estos casos, se deberán utilizar otras técnicas: prorrateo, tránsito, ocupación, índices, etc. En el caso de los índices, se relaciona el número de indicios o huellas de cualquier actividad dejada por los animales con el tamaño de la población. Por ejemplo, la cantidad de estiércol recogida en la lotería una noche se ha utilizado para calcular el tamaño de las colonias de estorninos.
Aunque es importante conocer el número de ejemplares de una especie, la población presenta fluctuaciones a lo largo del tiempo y el conocimiento de su dinámica puede ser, en algunos casos, tan importante o más importante que el conocimiento de las cifras absolutas. Los parámetros que se tendrán en cuenta para el análisis de esta dinámica son, entre otros, la estructura por sexo y edad, el éxito reproductivo y las tasas de supervivencia/mortalidad.
Dado que la proporción de machos/hembras tiene una incidencia directa en la reproducción, la relación entre ambos sexos debe ser analizada en todo momento, recurriendo a mantener la más adecuada. Los diferentes aspectos de la ecología de la especie son muy importantes en esta proporción: si es monógamo o poligamo, si ambos sexos tienen una tendencia a la dispersión o a una supervivencia diferente, etc. El conocimiento de la proporción de jóvenes y adultos es también de gran utilidad en especies con gran esperanza de vida y en las que se pueden definir bien las distintas clases de edad. En el caso de la caza mayor es habitual el uso de pirámides de edad. La forma de la pirámide de edad y la proporción de machos/hembras por clase de edad pueden ser importantes para conocer la estructura futura de la población. Pero para ello también tenemos que tener en cuenta el éxito reproductor, ya que no todas las crías que nacen pueden sobrevivir. Por lo tanto, dependerá del éxito reproductivo, de la natalidad y de la tasa de supervivencia//mortalidad, y de factores como la densidad, el tiempo, las enfermedades o los accidentes por carretera.
Una vez conocida la situación y evolución de la población, en la gestión se pueden plantear dos objetivos claramente diferenciados: por un lado, reducir el número de animales hasta una cantidad que no vaya a causar daños (aunque esto se limite a muy pocos casos); por otro, incrementar la explotación, es decir, extraer el mayor número posible de la población sin poner en peligro el futuro de la población; conseguir una Cosecha Máxima Continua (UMJ).
Según estos dos objetivos que se plantean en la gestión de las especies cinegéticas, la extracción puede realizarse de dos formas. En el caso de especies nocivas, se impulsará la sobreexplotación empujando a la desaparición de la población, mientras que si buscamos la optimización de la extracción se deberá calcular UMJ. Para ello será necesario conocer cómo crecen y recuperan las poblaciones. Con este objetivo se han desarrollado y utilizado diversos modelos matemáticos, entre los que se encuentran los más simples, con modelos no estructurados. En ellos no se tiene en cuenta la estructura de la población; las variables son el tamaño de la población, la capacidad biológica de la zona y la tasa de crecimiento (natalidad/mortalidad). Cuando el tamaño de la población es pequeño, el crecimiento de la población es exponencial. Sin embargo, a medida que aumenta la población, los recursos ambientales (por ejemplo, la comida, las guardas) van disminuyendo progresivamente, lo que es nulo cuando la población alcanza o supera la capacidad biológica del medio. Cómo cambia la producción de la población a explotar. La implicación más importante de este modelo es que la producción máxima de la población no se alcanza en la máxima densidad, sino en la media. Podemos seguir diferentes estrategias de explotación de la población. Uno de ellos es el establecimiento de cupos, que fijan el número de ejemplares a cazar. Otra estrategia es fijar el esfuerzo, limitando por ejemplo el número de cazadores o los días de caza.
Este tipo de modelo, por su sencillez, ha sido muy utilizado, pero no siempre es el más adecuado. Por un lado, la tasa de crecimiento no siempre es constante, ya que depende de variables como las condiciones ambientales, y por otro, la caza no es aleatoria: en el caso de la caza mayor, por ejemplo, las presas más apreciadas son los machos o los ejemplares mayores. De esta forma se modifica la estructura de la población y esto puede afectar a la producción. Por tanto, en algunos casos será necesario tener en cuenta todas las variables posibles que inciden en la dinámica de la población; los modelos que lo hacen son estructurados: calcularán la producción y permitirán predecir la respuesta de la población ante la explotación.
Pero además de conocer el estado y evolución de la población, tenemos la posibilidad de actuar en la medida en que sea posible cambiar el entorno. Esto nos lleva a la gestión del hábitat, que es el territorio que permite a una especie satisfacer todas sus necesidades y delimita la capacidad biológica que le corresponde a cada especie. La manipulación de los factores que influyen en ello puede ayudar o dificultar la vida de las poblaciones de las diferentes especies. Dado que la ecología de cada especie es muy diferente, cada caso requiere diferentes tipos de gestión del hábitat. En bosques muy cerrados, para aumentar el número de pastizales para grandes mamíferos, la apertura de claros es una oportunidad. Otra alternativa puede ser la fijación de reservas en los cotos de caza, en los que, prohibiendo la caza, constituirán un importante refugio de poblaciones.
El principio del ciervo: dos caminos para la caza
En la caza del ciervo se pueden plantear dos objetivos diferentes, la producción de grano (producción máxima) y la caza de trofeos, y la gestión para conseguir uno u otro será radicalmente diferente. Dependiendo del objetivo, gestionaremos los dos sexos como dos poblaciones diferentes, para que en el primer caso tengamos el mayor número de hembras posibles y en el segundo, para que los machos se mantengan en perfecto estado.
Cuando queramos un gran número de ejemplares, deberemos mantener una alta proporción de hembras, al igual que en el caso de las reses, ya que las que tienen crías son las urrijas. Dejaremos únicamente el mínimo número de machos capaces de evitar problemas de consanguinidad, que serán considerados competidores de las hembras.
En la caza de trofeos se valora el tamaño y forma de la ramificación. En función de la edad y condición física, será importante tener comida suficiente. Para ello, la densidad de ciervos deberá ser baja, sobre todo la de las hembras, ya que actúan como competidores de los machos. La caza de trofeos se realiza a rececho; el cazador, con la ayuda del guarda forestal, caza un ejemplar con las características especificadas. La caza de esta forma incide en que el animal elegido sólo morirá; debido a su gran selectividad y a un profundo conocimiento del comportamiento de los animales, este método ha sido presentado como modelo de caza ecológica. Se trata de una caza practicada de una manera muy diferente: con perros o personas, los animales se dirigen hacia puestos de cazadores. Aunque un gran número de cazadores permite cazar, su impacto es muy elevado. Por eso, será mejor cazar al acecho, pero no siempre es posible (animales muy asustados, bosques cerrados).
Herramienta de conservación
Hoy en día, cuando el medio ambiente se encuentra amenazado por múltiples causas (destrucción de hábitats, sobreexplotación de recursos, contaminación,...), parece paradójico afirmar que la caza con resultados bastante conocidos puede combinarse con la conservación de la naturaleza. Para saber si una determinada especie puede estar sometida a una presión cinegética, primero habrá que ser conocido sobre su ecología. Esto nos permitirá saber si esta especie puede ser explotada de forma sostenible o, por el contrario, si debe prohibirse su caza.
Frente a los criterios éticos, no se puede negar que la caza se realiza con la muerte de los animales, lo que parece una contradicción con la palabra conservación. Pero debemos tener claro que la conservación de una especie o población no debe implicar el mantenimiento de la vida de cada ejemplar. Esto tiene una importancia relativa en beneficio del medio ambiente y de la especie, y sobre todo si el dinero obtenido de la caza se invierte adecuadamente: si se convierte en un recurso económico de varios territorios agrícolas, además de la diversidad de especies, puede contribuir al mantenimiento de los modos de vida autóctonos o al menos proporcionar una solución alternativa. De este modo, los beneficios económicos pueden pasar a un segundo plano en comparación con las ventajas que la gestión puede suponer directamente en el entorno. La mejora del hábitat afectará directamente a la calidad de vida de las personas de los cotos de caza y de las personas que se acerquen a los mismos, de forma que el interés por la caza pueda resultar beneficioso para el conjunto de la sociedad.
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