Gafas de sol, algo más que estética
2001/06/10 Mendiburu, Joana - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa
Los primeros rayos solares del año, junto con la ropa de verano, recuerdan que ha llegado el momento de sacar del cajón el traje de baño de la playa y las antiguas gafas de sol. Pero porque no se encuentran o porque están completamente pasados de moda, se toma algo de dinero (unos más y otros menos) y se acude a la tienda de gafas para comprar nuevos.
¡Entonces empiezan las comerias! ¿De cristal, policarbonato o acrílicos? ¿Negros, amarillentos o rojizos? ¿Fotocromáticos o teñidos? Preguntas que quedan sin respuesta. Finalmente, se pierden en la amplia gama de posibilidades que hay en el mercado y se adquieren los favoritos que se presupuestan, olvidando que las gafas son para proteger los ojos de los rayos ultravioleta.
Pero las gafas de sol no deben seleccionarse sólo desde el punto de vista estético. A la hora de elegir, además de la forma y el color, hay que tener en cuenta las propias actividades, la sensibilidad hacia el sol y el presupuesto. Al margen de las marcas, recuerda que la estructura, el material y la oscuridad de las gafas son las que protegen los ojos de los rayos ultravioletas.
¿Cómo se eligen las gafas de sol?
A la hora de elegir las gafas de sol, lo primero que hay que tener en cuenta es el tiempo que uno pasa fuera. Y es que una persona que lleva mucho tiempo conduciendo, en el monte o, en general, en el exterior, tiene más necesidad de proteger los ojos de los rayos ultravioleta que la que está poco fuera.
La mayoría de las gafas dejan pasar entre un 15% y un 25% de la luminosidad, pero son las de cristal las que ofrecen mayor luminosidad óptica, así como la resistencia a la pedrera. Sin embargo, los de cristal son bastante pesados y se recomienda el uso de policarbonato para personas activas. Estas últimas no proporcionan la misma luminosidad óptica que las de cristal, pero tienen la ventaja de ser más baratas.
También hay otros que dejan pasar menos luz, pero sólo se recomiendan para montañeros de altitudes grandes.
Además del material hay que tener en cuenta el color de tinte de la gafas. El motivo de teñir las gafas de sol es atenuar la luminosidad del sol, pero cada color de tinte tiene un efecto diferente en la vista. Los colores de las gafas afectan a la luminosidad que llega a los ojos y a la facilidad de distinguir colores y contrastes.
El marrón, el gris y el verde son colores neutros, por lo que reducen la luminosidad del sol sin causar ningún inconveniente en distinguir los colores. Con las gafas de esos colores se ve muy claro y los músculos del ojo no se cansan tanto. Sin embargo, para quienes realizan actividades muy diferentes a lo largo del día, las gafas fotocromáticas que se oscurecen en función de la luminosidad son las más cómodas, ya que no hay que vestirse ni quitarse una y otra vez.
Las gafas amarillas protegen menos de la luz, pero son adecuadas cuando hay poca luz. Ofrecen una muy buena percepción de profundidad y lejanía y son idóneas para todos los deportes de nieve.
Los rojizos sólo deben utilizarse en condiciones de poca luminosidad ya que aumentan la visibilidad y los contrastes. En consecuencia, se recomiendan para esquiar o conducir con niebla cuando esté nublada.
Otra característica que no hay que olvidar es el precio de las gafas. Los más caros son los de cristal, mientras que los más baratos son los acrílicos, ya que ofrecen menos luminosidad óptica que los otros dos materiales y pueden provocar distorsiones en la imagen. Sin embargo, pueden ser muy adecuadas en casos excepcionales o como gafas de repuesto.
Las gafas baratas que se pueden encontrar en las tiendas ordinarias, se recomienda no utilizar. Estas gafas reducen la luminosidad del sol, pero protegen muy poco y a veces nada de los rayos ultravioleta. Como consecuencia, la pupila se abre más, pero no recibe ninguna protección. Hace más daño que beneficio a los ojos. Por eso es importante fijarse en la protección que ofrece la gafas más que en el precio.
¿Y si no se utilizan, qué?
La gente que no tiene gafas en verano puede argumentar que no tiene ningún problema en la vista, pero hay que tener cuidado, ya que los rayos solares pueden producir efectos a corto y largo plazo, tanto en la piel como en los ojos. Al igual que las quemaduras de tres días en la piel, a corto plazo los ultravioletas de rayos sólo producen una pequeña conjuntivitis en los ojos. En el momento puede ser incómodo y a veces doloroso, pero se cura. Sin embargo, los efectos a largo plazo son mucho más perjudiciales, ya que pueden provocar cataratas, cáncer y enfermedades degenerativas en la retina o los músculos, entre otras. Según la Organización Mundial de la Salud, en la actualidad en el mundo hay 20 millones de personas ciegas por cataratas, de las cuales se estima que el 20% son debidas a rayos solares.
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