Calor sí, pero en la medida
2002/07/14 Orobengoa, Olatz - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa
Cuando el sol empieza a sonar fuerte, sentimos la necesidad de salir de casa. Hacemos más ejercicio y ponemos al sol gran parte de nuestra piel. Hace calor y nuestro cuerpo también se calienta. Es entonces cuando se ponen en marcha los sistemas de refrigeración corporales para evitar que el cuerpo se caliente demasiado.
Los animales homeotermos son aquellos que mantienen la sangre a temperatura estable durante todo el año, entre ellos el ser humano. En nuestro caso la temperatura interna óptima es de entre 36º y 37.5º C. Nuestro cuerpo mantiene activa esta temperatura mediante diferentes mecanismos.
Cuando la temperatura exterior es más fresca que la interna, el cuerpo produce calor. Pero cuando en el exterior empieza a hacer calor, nuestro interior también empieza a calentarse. Si la temperatura interna supera los 37,5° C, es muy peligroso para el metabolismo, ya que a partir de una temperatura empeora el funcionamiento de las enzimas que forman parte fundamental de nuestro metabolismo. En definitiva, las enzimas son proteínas y las proteínas tienden a desnaturalizarse a altas temperaturas. La desnaturalización significa que las moléculas pierden su estructura tridimensional. Como consecuencia, pierden totalmente su capacidad de reacción con otras moléculas, provocando un alto riesgo de desmoronamiento del metabolismo.
Sudor, refresco del cuerpo
Para evitar que la temperatura interna del cuerpo suba demasiado, una parte del cerebro, el hipotálamo, pone en marcha sistemas de refrigeración. Los vasos sanguíneos, capilares, próximos a la piel se expanden y transportan más sangre. Este cambio acentúa el trabajo del corazón y acelera los latidos. Además, las glándulas sudoríparas que tenemos en la piel tienen más trabajo en la producción de sudor.
Cuando se transporta más sangre en capilares próximos a la piel, el calor pasa de la sangre a la superficie. En la superficie, esta energía en forma de calor se utiliza para evaporar el sudor. Por tanto, este calor procedente del interior se consume y refresca el cuerpo. Sin embargo, para su evaporación es necesario que exista una corriente mínima de aire cerca de la piel. Si no pasa aire, el sudor no se puede evaporar y permanece en él. Por lo tanto, no se liberará calor.
El sudor es el mecanismo más eficaz para refrescar nuestro cuerpo, ya que se utiliza mucho calor para evaporar el sudor. Por ello, es mucho más refrescante utilizar un abanico para el cuerpo que beber una bebida fría. Pero para que el sudor cumpla su función, es muy importante utilizar ropa adecuada. Se utilizarán lo más nasales posibles para que pase aire cerca de la piel y evapore el sudor. Las ropas que se pegan al cuerpo absorben el sudor, pero no dejan evaporarse, por lo que en lugar de refrescar nos calientan más.
Cuanto más calor haga, más trabajo tiene que hacer nuestro cuerpo para mantenernos frescos: más sangre pasará cerca de la piel y más sudoración hará el cuerpo. Se calcula que a una temperatura ambiente de 37ºC, una hora al sol, una persona pierde un litro de agua por medio del sudor. El ejercicio puede suponer una pérdida de dos litros y medio por hora. Conviene cuidar bien esta pérdida de agua, ya que es imprescindible mantener un nivel adecuado de hidratación corporal. Además del agua se pierden abundantes sales minerales y electrolitos por medio del sudor. En días de gran pérdida, es muy importante comer alimentos ricos en estas moléculas, frutas y verduras.
Efectos adversos del calor
La mejor forma de refrescar la sudoración no significa que el sistema sea perfecto. Cuando la sangre que se mueve cerca de la piel sube, la sangre llega mucho menos a los músculos y órganos internos. Esto puede provocar en algunos casos dolor de cabeza y fatiga. Además, la cantidad de agua que se pierde por el sudor hace que la sangre sea mucho más fuerte y el corazón tenga más dificultad para moverse por el cuerpo. Si el cerebro no tiene suficiente sangre pueden producirse mareos y, por falta de sales minerales, provocar calambres musculares. Es más, cuando aparecen problemas de refrescación corporal o si permanecen en un lugar muy caliente durante mucho tiempo, existe el riesgo de sufrir un golpe de calor.
El golpe de calor produce un bloqueo total de los sistemas de refrigeración del cuerpo. Esta persona no puede sudar lo suficiente para refrescar el cuerpo y además se aprietan los capilares cercanos a la piel. Además, se acelera el ritmo cardíaco y respiratorio. Como consecuencia, el calor no puede ser expulsado y el riesgo de sobrecalentamiento aumenta considerablemente. Si la temperatura corporal alcanza los 40º C, el cerebro puede verse afectado y existe un riesgo muy elevado de sufrir un infarto. Por ello, la persona con golpe de calor debe ser trasladada al hospital lo más rápidamente posible.
Las personas mayores y los niños pequeños son los que más perciben los efectos del calor. Las respuestas fisiológicas de las personas mayores al calor son menos positivas y tienen más riesgo de sufrir ataques cardíacos o problemas cardiacos durante los días de calor intenso. Los niños pequeños, por su parte, tienen sistemas de control de calor poco desarrollados y, además, son más fáciles de deshidratar que los adultos.
Para evitar todos estos problemas, las medidas a tomar en los días más calurosos del verano son muy sencillas:
- Utilizar ropa holgada de colores claros.
- Bebe mucho agua y no te olvides de las sales minerales.
- No tomar bebidas alcohólicas o con cafeína, ya que son diuréticas y aumentan la deshidratación.
- Evitar alimentos ricos en proteínas o grasas, sustituyéndolos por comidas ligeras.
- No hagas deporte con una temperatura superior a 37ºC y toma el día con tranquilidad.
- Siempre que sea posible camina a la sombra.
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