Inteligencia Natural

2025/06/01 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

La inteligencia artificial ha reavivado el debate sobre el propio entendimiento: qué es la inteligencia, en qué se diferencia lo que llamamos inteligencia humana y artificial, en qué estructura se basa… Junto a este debate, los últimos estudios sobre la estructura del cerebro animal y las capacidades cognitivas han demostrado que algunas de las hipótesis que hasta ahora han estado arraigadas son erróneas. En el fondo, y una vez más, han puesto en cuestión la visión derivada del pensamiento antropocentrista.

Ed. Christopher Auger-Dominguez

Desde el punto de vista antropocéntrico, el cerebro humano es la especie más compleja y con mayores capacidades cognitivas de todos los animales. También se ha considerado que existía una jerarquización entre otros animales. Así, la diferencia entre los cerebros de los reptiles, las aves y los mamíferos se consideraba, sobre todo, en un nivel de complejidad. Es decir, tendrían básicamente la misma estructura, pero la complejidad seguiría aumentando a medida que se avanza en la jerarquía.

Sin embargo, dos estudios recientes publicados en la revista Science han desmentido completamente esta hipótesis. De hecho, han demostrado que los cerebros de los reptiles, las aves y los mamíferos han evolucionado por diferentes vías y han desarrollado de manera independiente circuitos cerebrales complejos.

En ambas investigaciones ha participado el investigador del centro Achucarro y de la UPV Fernando García Moreno Ikerbasque, que ha confirmado que el resultado es un ejemplo de evolución convergente. Se denomina así a la creación de estructuras análogas en distintas especies, es decir, que las especies procedentes del antepasado común no poseían y que tienen una forma y función similares. Como se ha demostrado, esto ha sucedido con los cerebros de los reptiles, las aves y los mamíferos: cada uno ha evolucionado a su manera a partir de diferentes bases para, en definitiva, llevar a cabo las mismas funciones cognitivas. En palabras de García, “la inteligencia o los cerebros complejos se han reinventado por separado en la evolución”.

Evolución convergente

García compara con la rueda: “Se pueden hacer ruedas de muchas formas: triangulares, cuadradas, pentágonos… Al final, en diferentes lugares y épocas, siempre ha triunfado el círculo. ¿Por qué? Porque es lo que mejor funciona. Por convergencia tecnológica o cultural, grupos humanos ajenos han llegado a la misma solución utilizando diferentes medios y materiales. Lo mismo ha ocurrido con los cerebros de los diferentes grupos de animales. La diferencia no es que sean la misma base, pero algunas son más complejas que otras; han llegado a desarrollar el mismo nivel de complejidad para las mismas funciones, partiendo de diferentes bases y utilizando diferentes vías”.

Fernando García Moreno, investigador de Ikerbasque de la UPV/EHU.

Al igual que los cuerpos de las aves están adaptados para volar, sus cerebros también están adaptados a ello, y las neuronas no tienen nada que ver con los mamíferos. Para explicarlo, García ha retrocedido en su evolución evolutiva: “El cerebro de todas las aves es, por un lado, muy homogéneo. Esto significa que todos vienen de una especie y que esa especie común ya volaba. ¿Por qué el cerebro de las aves es tan raro? Porque se ha adaptado a volar, de forma secundaria; como los huesos están vacíos, para pesar menos. Por otro lado, las neuronas han adquirido un tamaño muy pequeño en el cerebro y, además, han sido compactadas. Por lo tanto, cuando observas el cerebro de un pájaro, no encontrarás capas y zonas como las de un mamífero. Encontrarás masas compactas de neuronas como en el metro de Madrid a las 7:00 de la mañana. De esta manera, consiguen reducir el peso y la talla del cerebro”.

En general, en las especies animales existe una correlación entre el tamaño individual y el de las células. Las neuronas son un tipo de células, por lo que las neuronas de un elefante son mucho más grandes que las del hombre. Según García, no es así con las aves, ya que en el mismo lugar tienen muchas más neuronas: “Si coges dos cerebros que pesan 100 g, uno de primate y otro de un ave, verás que el primate tiene la mitad de las neuronas del ave. Y si se compara con el cerebro del primate o con el de otro mamífero, este último probablemente tenga una tercera parte del ave. De hecho, las aves necesitan un cerebro complejo para procesar la información, pero a la vez tiene que ser liviano”.

Las diferencias van más allá del tamaño y la consistencia. En el desarrollo del embrión también se ha comprobado que las neuronas de los mamíferos y las de las aves se derivan de diferentes células. Así lo explica García: “Investigamos el desarrollo de las neuronas en aves, reptiles y mamíferos, y vimos que no se producen en los mismos lugares, no se forman de células madre equivalentes y no se convierten en una secuencia temporal en la misma”. Es decir, cada uno hace su camino. Esta evidencia refuta totalmente la idea de desarrollo jerárquico que sitúa al ser humano en lo más alto.

Precisamente, pocos días después de que se publicaran estos estudios, la revista Nature publicó otro trabajo sobre aves. En los papagaitxos se analizaron circuitos relacionados con la capacidad vocalizante, que muestran mayor flexibilidad y control que otras especies. Y han demostrado que los papagaitxos y los seres humanos tenemos zonas parecidas en el cerebro en relación a las vocalizaciones, con un funcionamiento similar. Esto también ha sido considerado un ejemplo de evolución convergente por parte de los investigadores.

Desde el punto de vista humano

Maider Pérez de Villarreal Zufiaurre, doctora en veterinaria especializada en etología, es una doctora en veterinaria veterinaria. La etología es una ciencia que estudia el comportamiento de los animales y, también en este sentido, Pérez de Villarreal ha insistido en que la visión antropocéntrica nos ciega a la hora de estudiar a otros seres vivos: “Por eso nos parecen tan sorprendentes los comportamientos inteligentes de muchas especies, porque los vemos desde nuestro filtro”.

Maider Pérez de Villarreal Zufiaurre. Doctor en Veterinaria especialista en Etología.

Actualmente se dedica a la didáctica de las ciencias experimentales y, entre otras teorías, utiliza la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. “Dentro de esta teoría, una de las definiciones de inteligencia es la habilidad o destreza para resolver o superar problemas, o la capacidad de crear nuevos productos, que son útiles para una o más culturas. A menudo, utilizamos esta definición para decir que una especie es inteligente. ¿Y en qué nos basamos? Pues normalmente tienen tres características comunes para ser considerados como inteligentes. Una es la sociabilidad, otra es la supervivencia larga y, por último, el uso de herramientas. Pero con estas características solo tenemos en cuenta a los animales y estamos perdiendo otros cuatro reinos: plantas, hongos, bacterias y protistas. Estos seres vivos también son capaces de evitar y superar sus problemas”.

En cualquier caso, volviendo a los animales, Pérez de Villarreal considera que “si quitáramos el filtro del antropocentrismo, al final diríamos que todos los animales son inteligentes y que algunos de ellos tienen, de alguna manera, más inteligencia”. Entre estos últimos destacan, por sus peculiaridades, los pulpos y los insectos sociales, además de las aves.

En el caso de los pulpos, destacan la complejidad cerebral y las capacidades cognitivas, especialmente teniendo en cuenta que son invertebrados. En un estudio publicado en la revista BMC Biology en 2022, se descubrió que la complejidad neuronal y cognitiva del pulpo puede proceder de la analogía molecular con el cerebro humano. En concreto, encontraron que en el cerebro de los seres humanos y de los pulpos están activos los mismos transposones. Los transposones son fragmentos de ADN capaces de moverse de un lugar a otro del genoma y, tanto en humanos como en pulpos, una familia de transposones llamada LINE está activa y participa en los mismos procesos: el aprendizaje y la memoria.

Destacan la complejidad del cerebro del pulpo y las capacidades cognitivas, especialmente teniendo en cuenta que son invertebrados. Ed. Ennar0/Shutterstock.com

Otro ejemplo de evolución convergente es que en el estudio se menciona que solo en todas las especies, pulpos y seres humanos se ha demostrado la actividad de los elementos LINE en los lóbulos cerebrales que controlan las capacidades cognitivas.

Adaptadas al entorno

Pasando de nivel molecular a comportamiento, Pérez de Villarreal confiesa que el documental My Octopus Teacher (Mi profesor de pulpo) le ha dejado rastro: “No creo que haya muchos estudios sobre la relación entre una persona y un pulpo”. El documental narra la amistad del cineasta Craig Foster con el pulpo que vive en un bosque de algas en el sur de Sudáfrica. “Es muy hermoso ver cómo se crea la confianza, la amistad… entre individuos de dos especies tan distintas. No es solo la inteligencia, también son esas otras capacidades. Y los pulpos son, en realidad, especies solitarias. Además son gautarras y para crear esa relación el ser humano tenía que ir de noche al hábitat del pulpo”.

En concreto, Pérez de Villarreal ha subrayado la importancia del entorno, recordando una cita atribuida a Albert Einstein: “Si se juzga a un pez por su habilidad para trepar a los árboles, se le considera estúpido toda la vida”. Por lo tanto, si nos fijamos fuera del filtro antropocéntrico, deberíamos reconocer que el pulpo es un ser extremadamente inteligente en su entorno. Ha puesto varios ejemplos que lo protegen: capacidad de camuflaje, memoria, planificación, uso de herramientas… Un pulpo que tenían en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) aprendió a apagar las luces: lanzaba chorros de agua a las bombillas por su tanque de agua. Finalmente, los trabajadores decidieron liberarse, ya que les salía muy caro reparar las averías eléctricas provocadas por el pulpo.

A Pérez de Villarreal le preocupa la ética de mantener a estos animales en los acuarios. “Cuando surgieron los acuarios, los peces y los invertebrados no se consideraban inteligentes. Ahora sabemos que tienen entendimiento, y las leyes también lo tienen en cuenta. Por ejemplo, en el Reino Unido les dan juguetes a los pulpos, y cada uno tiene el suyo, porque cada uno tiene sus peculiaridades, como nosotros. El caso es que el pulpo, al ser invertebrado, no tiene cráneo, y el órgano con función cognitiva tampoco es como el nuestro. Pero, como hemos visto, eso no significa que sean menos. Hay que tener en cuenta, además, que su vida es muy corta. ¿Cómo consiguen transmitir todo este conocimiento a las generaciones futuras? Quizá tenga que ver con la epigenética”.

Hay quien dice que el pulpo tiene nueve cerebros. De hecho, los pulpos tienen alrededor de 500 millones de neuronas (al igual que los perros), dos tercios de ellas repartidas en tentáculos. Esto hace que los tentáculos sean muy independientes y sensibles y que, a la vez, sea necesaria una integración eficaz para controlar conjuntamente los movimientos y las percepciones de todos. No se parece mucho a nuestro cerebro y no es de extrañar, ya que, como ha recordado Pérez de Villarreal, nos separamos de nuestro antepasado común hace 500 millones de años.

Inteligencia de los insectos

Los insectos están aún más lejos de nosotros que los pulpos. Antes se pensaba que los insectos eran como pequeños robots biológicos, seres que actuaban según un algoritmo innato. En los insectos sociales, la mente se consideraba como una propiedad emergente que se derivaba de la organización de la comunidad. Sin embargo, cada vez son más los estudios que demuestran que los insectos son capaces de modificar su comportamiento y aprender cosas nuevas en función de las experiencias y necesidades vividas.

Maider Pérez de Villarreal ha dado un ejemplo sobre las avispas para señalar la complejidad de la inteligencia de los insectos. “Los insectos tienen una estructura llamada cuerpo pedunculado en el cerebro, para la integración multisensorial, para la memoria espacial y el aprendizaje en equipo. Dentro de las avispas, algunas especies son solitarias y otras sociales. Especialistas de la Universidad de Drexel en Filadelfia analizaron 29 especies de avispas sociales y de avispas solitarias. Y observaron que a medida que se evolucionaban los comportamientos sociales de las avispas sociales, se reducían las regiones cerebrales ligadas al procesamiento cognitivo. Además, demostraron que los cuerpos pedunculados de las avispas solitarias eran notablemente mayores que los de las avispas sociales. Los investigadores creen que las avispas sociales, al confiar en sus compañeros, podrían invertir menos en su inteligencia individual”.

Cada vez son más los estudios que demuestran que los insectos son capaces de modificar su comportamiento y aprender cosas nuevas en función de las experiencias y necesidades vividas. Ed. Dany Store/Shutterstock.com

En otro ejemplo, los abejorros son los protagonistas: “En un estudio realizado en el Reino Unido, enseñaron a los abejorros a mover una pelotita y a meterla en un agujero. Y demostraron que unos aprendían a ver a otros por imitación. Como nosotros, es decir”.

También se han realizado estudios de inteligencia individual y colectiva en otras especies, y también en la nuestra. Por ejemplo, a partir de las hormigas, algunos investigadores han propuesto que el cerebro humano ha disminuido a lo largo de la evolución, como consecuencia del crecimiento de la inteligencia colectiva. Como en las avispas.

Conciencia animal

El debate sobre la evolución del cerebro animal no se ha cerrado y cada vez son más los expertos que creen que los insectos, pulpos, crustáceos, peces y otros animales más desfavorecidos tienen conciencia. Así, en 2024, un grupo de biólogos y filósofos publicó la Declaración de Nueva York sobre Conciencia Animal en la Universidad de Nueva York, en una conferencia titulada “Ciencia emergente de la conciencia animal”.

La declaración solo tiene tres puntos. En la primera se dice que las investigaciones científicas también reconocen la conciencia de los animales que no son mamíferos o aves. En la segunda, afirman que hay “indicios realistas” de que todos los vertebrados y muchos invertebrados pueden tener conciencia. Por último, hacen un llamamiento a ser conscientes de ello y a actuar con responsabilidad en relación a los animales. Y para ello, es imprescindible abandonar totalmente el antropocentrismo.

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