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45 Huella de un cerebro y corazón

2018/06/01 Galarraga Aiestaran, Ana - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ed. Manu Ortega /CC BY-NC-ND

Los miembros de la Sociedad de Ciencias Aranzadi llevan años exhumando los restos de los muertos y exhumados en la Guerra Civil. En 2010 también estaban en La Pedaja (Burgos). Como es habitual, Paco Etxeberria trabajaba bajo la dirección del forense, antropólogo e investigador Gabilondo. Un día decidió llamar a Fernando Serrulla Rechi. También es médico forense y miembro de Aranzadi, especialista en saponificación, entre otros. Por eso le llamó Etxeberria: dentro de algunos de los cráneos que estaban desenterrando, estaban encontrando algunas pistas especiales. Podían ser cerebros.

Así lo corroboró el estudio: se trataba de cerebros conservados gracias al proceso de saponificación, con un total de 45. Y con ellos un corazón. Según Serrull fue un descubrimiento inusual: “No es tan raro que aparezca un cerebro saponificado. En el mundo hay cerca de 400 documentados. Pero nunca se encontraron tan a la vez. Cuéntanos: En el verano de 1936 se introdujeron 104 cuerpos en esta fosa y casi la mitad se saponificaron los cerebros. El del corazón es único, no se conocen otros casos en ningún otro lugar”.

En aquella época se produjeron varios fenómenos que permitieron la saponificación. Así lo explica Serrulla: “Para que se produzca la saponificación en los cuerpos es imprescindible que haya agua. Y aquel verano de 1936 fue muy lluvioso. La fosa sería, por tanto, como una piscina. Y el agua impide la putrefacción de los cuerpos”.

Recuerda que en otras situaciones ocurre justo lo contrario. En lugares donde la humedad es muy baja, los cuerpos aparecen momificados, deshidratados: “Si las momias egipcias se han mantenido hasta hoy, no sólo por los tratamientos a los cuerpos, sino por la deshidratación provocada por la humedad muy baja y las altas temperaturas. Por lo tanto, los tejidos no se pudren porque se deshidratan antes de que comience el proceso de putrefacción, y a veces se conserva el cerebro”.

Proceso de saponificación

Explica a continuación las razones por las que se impide la putrefacción de los cuerpos en el agua: “El 60-70% del cuerpo es agua. La introducción de un cuerpo en una bañera evita la pérdida de agua de los tejidos. Esto hace que el proceso de putrefacción se ralentice notablemente. El cerebro es un 60% de grasa. En el agua se hidroliza y quedan ácidos grasos”.

Fernando Serrulla Rech. Instituto de Medicina Legal de Galicia. Unidad de Antropología Forense.

Serrulla ha determinado que muchos de los que fueron enterrados en aquella fosa fueron asesinados por disparos en la cabeza, por lo que, por un lado, los cerebros estaban protegidos dentro del cráneo, pero por otro, el agua tuvo acceso a ellos. Y entre los ácidos grasos del cerebro y el sodio y calcio del suelo se produjo un proceso de saponificación.

Serrulla explica detalladamente el proceso: “Las grasas corporales son triglicéridos, es decir, una molécula de glicerol con tres ácidos grasos. Si los triglicéridos permanecen en el agua durante largos periodos de tiempo, se produce una hidrólisis y se liberan las uniones de ácidos grasos. Por lo tanto queda glicerol y ácidos grasos libres. La mezcla de ácidos grasos libres con algún catión produce ésteres. Y todas las tierras tienen calcio, incluso las de poca cal, como las gallegas. Y también tienen sodio”.

Empareja con la fabricación de jabón: “El jabón se elabora mezclando aceite y sosa cáustica, ácido oleico y sodio. El resultado es jabón. Pues pasó lo mismo allí”.

Un corazón

Desde entonces, se han dado cuenta de que la saponificación de los cerebros de los enterrados no es un fenómeno tan extraño, sino que también se está descubriendo en otros lugares, como en la fosa del cementerio de El Carmen (Valladolid) o en Villabasta de Valdavia (Palencia). Por el contrario, la aparición del corazón saponificado es totalmente rara. Y es que el corazón apenas tiene grasa, en realidad es un tejido muscular.

Según Serrull, su dueño tenía grasa en el corazón por una enfermedad. “Sufriría alguna enfermedad genética. 14 individuales de La Pedaja, cuyo cerebro también está conservado. Quizás tenía una tesaurismosis. Una vez conocí un caso en una autopsia y el corazón parecía un hígado graso. En estos casos, el corazón tiene tanta grasa infiltrada que tiene más grasa que el músculo”.

Uno de los cerebros estudiados por Serrulla. Se aprecian los pliegues y las estructuras principales. ED. : Serrula et al.

Serrulla ha confesado que le gustaría investigar más a fondo este corazón y otros aspectos como estudios histológicos, químicos y genéticos. De hecho, Serrulla y sus compañeros publicaron en 2016 la primera investigación sobre estos órganos (en la revista Science and Justice) y seguirían investigando a gusto, pero no tienen subvención para ello.

Algunos aspectos de la investigación

En el artículo publicado se detalla que se trata de una investigación interdisciplinar. Así, junto a los litigios antropólogos trabajaron arqueólogos, odontólogos, patólogos, historiadores, antropólogos sociales, osteoarqueólogos, biólogos, psicólogos, fotógrafos, geofísicos y voluntarios de diferentes ámbitos.

Entre los datos históricos, el artículo recoge los que explican el contexto: la mayoría de los muertos eran hombres jóvenes que se enfrentaron al levantamiento fascista. Muchos fueron asesinados por disparos en la cabeza, no junto a la fosa, pero tampoco lejos de ella. Fueron enterrados en más de un turno y tenían mucha sangre perdida para echar al agujero. Según los investigadores, esto facilitó la saponificación: la falta de sangre de los cerebros retrasó la pudrición y contribuyó a la saponificación, especialmente porque el agua llegó a los cerebros mezclado con cationes.

Para llegar a estas conclusiones, se analizaron tres cerebros (los mejor conservados) mediante análisis macroscópico, histológico, radiológico, químico-toxicológico y genético. Además, se realizó un análisis químico de la tierra y se elaboraron modelos 3D.

En cuanto a la tierra, en el artículo se menciona que es arcillosa, impermeable, y que en el tramo en el que se inhumaron los cadáveres (julio a noviembre de 1936) estaría llena de agua. También destaca la lluvia que precipitó: La estación meteorológica más cercana se encuentra en Atapuerca y, como ha señalado Serrulla, aquellos veranos y otoño fueron especialmente lluviosos: aquel julio llovió siete veces más de lo normal.

La aparición del corazón saponificado es totalmente rara. Según Serrulla, su dueño habría sufrido alguna enfermedad, ya que en realidad el corazón apenas tiene grasa. ED. : Serrula et al.

Así, los cerebros quedaron saponificados. En el artículo se indica el aspecto que tenían al desenterrarse: “El color, textura y olor de estas masas eran similares al de la tierra circundante. Se caracterizaban por la conservación de pliegues cerebrales y otras estructuras principales, aunque perdieron entre el 20 y el 30% del volumen. La mayoría tenían un toque graso, pero algunos estaban secos. Muchos estaban divididos y algunos tenían restos de balas. Alrededor del 30% tenían ambos hemisferios, y unos pocos incluso fragmentos de cerebelo”.

En uno de los tres estudiados en detalle se identificó también una hemorragia antes de morir. Mencionan que podría ser consecuencia de tortura o violencia sufrida.

Llave de apertura

Por la similitud de los cerebros saponificados con la tierra circundante, a Serrulla no le parece extraño que en otros lugares, a pesar de que haya alguno, nadie se dé cuenta, “como tierra”. Sin embargo, desde entonces se les ha “abierto los ojos” y se han convertido en referentes.

Serrulla confiesa que si los que trabajan en los yacimientos encuentran un cerebro que puede ser conservado, le llaman: “El caso más destacado es el de algunas catacumbas romanas. II. son del siglo XX y se encontraron hace una docena de años. Sus restos están siendo investigados por varias universidades que han encontrado más de 20.000 cuerpos apilados uno encima del otro. Al parecer murieron por una epidemia y fueron enterrados todos a la vez. Pues muchos han conservado el cerebro. Y allí trabajaba un miembro de la Universidad de Burdeos, Eline Shotsmans, que me llamó para estudiar los cerebros”.

Tras analizar los cerebros enviados por Shotsmans, Serrulla explica que los resultados fueron muy similares a los de La Pedaja: “Su composición, aspecto… es muy similar. De alguna manera, los cerebros de La Pedaja han servido para aprender que este fenómeno se ha producido en otros lugares, y para sospechar que esas masas que aparecen en el interior de los cráneos no son fragmentos de tierra, sino cerebros, incluso si han pasado siglos por el enterramiento”. Por tanto, el descubrimiento de La Pedaja ha sido la clave para abrir una puerta y comprender mejor los restos del pasado.

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