No vivir sin champú
2004/10/24 Rementeria Argote, Nagore - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa
Cada año se gastan miles de millones de euros en productos de arreglo de pelo. Antes se utilizaban los artículos disponibles en el hogar según las necesidades: jabón tradicional para el lavado del pelo, cepillado y destellado del vinagre, agua de avellanado de la cabeza, etc.
Sin embargo, en la actualidad existe una gran variedad en el mercado. Existen productos especiales para todo tipo de necesidades: tintes para cubrir el pelo azul, espumas para dar volumen, lacas para mantener el peinado, cremas para facilitar el planchado... Ante esta posibilidad en la balda de la tienda, lo más difícil es encontrar el producto más adecuado. El dicho también lo dice: la opción de la opción, al final incorrecta.
Además, es curioso, pero el ser humano tiende a no querer. El rizo quiere un pelo liso, las rubias son rojizas, el sueño de estirar a quien tiene el corto y el largo tiene el aspecto sano del pelo recién cortado. Y en esta revuelta, las casas de cosméticos capilares lanzan cada vez más productos nuevos al mercado.
El champú, tema necesario
Dicen que la costumbre hace falta y que en la actualidad el champú para el lavado del pelo es un tema necesario para el aseo diario. Según la costumbre, el acondicionador, el endurecedor y demás productos también pueden considerarse necesarios, pero lo más básico en cuanto al pelo es el champú.
Antiguamente se utilizaba el jabón tradicional para lavar el cabello. Pero el jabón tenía más de un problema, entre otros, que le quitaba el brillo al pelo, ya que el jabón cubre el pelo y pierde el brillo natural. A la vista de ello, se necesitaba un jabón especial para la limpieza del cabello.
Este jabón especial era un champú. La función básica del champú es la de eliminar la grasa propia del pelo, que es la que se adhiere al polvo y demás sustancias que le dan forma de suciedad. Esa necesidad no es la actual, por supuesto, y hay siglos en los que se dieron los primeros pasos para llegar al champú actual. Los egipcios, por ejemplo, utilizaban agua de limón diluida con agua y añadían hierbas aromáticas para que el pelo adquiriera un aroma dulce.
La palabra xanpu proviene del idioma hindú. XIX. En la segunda mitad del siglo XX, el champú era el masaje que se producía en la cabeza en las peluquerías más refinadas de Inglaterra, al tiempo que se lavaba el pelo, y no el producto que se utilizaba para limpiarlo. La fórmula básica de este producto era la misma en todas las peluquerías (agua, jabón y sosa), pero guardaban en secreto la medida de estas materias primas y el resto de ingredientes que les añadían.
Pero la verdadera revolución la trajeron los detergentes al mundo de los champús. Por ello, se dice que el precursor de los champúes actuales fue producido en Alemania en 1890, cuando se hizo por primera vez el primer champú con detergente en lugar de jabón. Pero muchas veces se reconoce este mérito a los estadounidenses porque fueron los primeros en producir y utilizar el champú en grandes cantidades.
Fórmula mágica
Con el tiempo se ha ido adaptando la fórmula de los champús en función del pH de la piel de la cabeza, del tipo de pelo y, cómo no, de las necesidades y demandas de los clientes. En la cosmética del pelo se invierte mucho dinero, en definitiva, la investigación busca el champú más adecuado para cada situación.
El champú, como detergente, tiene componentes tensoactivos, también llamados surfactantes. En las moléculas de estos componentes se distinguen dos partes: una de ellas es capaz de unirse al agua (la denominada parte hidrofílica) y otra parte es capaz de unirse a la grasa (parte lipofílica). Estas características permiten que el champú, una vez frotado en el cabello, extraiga la grasa y la aclare y la lleve con ella, dejando el pelo limpio.
Sin embargo, los componentes tensioactivos tienen un pH alcalino (superior a 7), mientras que el pelo y la piel de cabeza son ligeramente ácidos (unos 5,5-6). Por ello, el champú también contiene un componente ácido, muchas veces extraído de alguna fruta o planta.
Pero no todos los champúes son iguales, claro. Y desde el punto de vista del comprador, los elementos esenciales que separan un champú del resto son las esencias y las grasas esenciales. El comprador elige el champú de olor que le gusta, y los responsables de ese olor característico son esas esencias y grasas. Pero además son nutrientes para el pelo. Las esencias de siempre han salido de la manzanilla, la hierba de la menta o el lavadero, pero hoy en día hay casi todo tipo de olores.
Sabiendo que el papel del champú es el de desengrasar el pelo, resulta sorprendente saber que el propio champú tiene grasas. Pero las únicas grasas de los champúes no son grasas esenciales; para mantener la humedad natural del cabello se utilizan también grasas extraídas de animales y plantas como la lanolina y la lecitina.
Además de todos estos componentes, existen compuestos que dan forma final al champú, dando un espesor determinado. Y no podemos olvidar los elementos ocultos que forman parte de la fórmula y que cada productor esconde. Esto no es de extrañar, ya que los fabricantes de cosméticos capilares gastan mucho dinero en la investigación y los champús son el resultado de largos y costosos procesos.
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