Fiebre y niños: ¿pareja peligrosa?
1993/09/01 Agirre, Jabier - Medikua eta OEEko kidea Iturria: Elhuyar aldizkaria
La fiebre en pediatría extrahospitalaria es la causa de una quinta parte del total de consultas (20,9%), siendo la primera posición la tos. En los niños menores de un año la fiebre es la segunda causa de consulta, por detrás de los estudios médicos rutinarios (control de la alimentación y el desarrollo, vacunas, etc.) y la tos. Además de estos datos estadísticos, la fiebre es uno de los motivos más frecuentes de las consultas y llamadas telefónicas de urgencia.
Qué es la fiebre?
La regulación y control de la temperatura corporal se realiza principalmente por cuenta del centro termorregulador situado en el hipotálamo, complementado en otros lugares. En el centro del cerebro, este centro situado entre los dos hemisferios, está formado por otras unidades más pequeñas y se encarga de mantener nuestra temperatura estable mediante un mecanismo complejo. Cuando estos mecanismos se modifican o se mezclan, la temperatura aumenta y eso es lo que llamamos fiebre.
La señal más clara de que la fiebre es un fenómeno autorregulado es que no se eleva por encima de los 42 ºC (en el trasero) y por debajo de los 41 grados rara vez.
Pero el aumento de la temperatura no significa necesariamente enfermedad. La temperatura tiene un ritmo circadiano, diario aproximadamente, en el que se producen variaciones de 0,25-0,8 grados entre las seis de la tarde y las tres de la mañana. Por la noche la temperatura baja, alcanzando su nivel más bajo a las tres de la mañana, y a partir de ahí va aumentando poco a poco, alcanzando el nivel más alto hacia las seis de la tarde. Este ritmo varía de una persona a otra y no existe en los recién nacidos, puesto que se pone en marcha hacia el segundo año. Salvo en la época neonatal, la temperatura corporal de los niños es ligeramente superior a la de los adultos, debido probablemente a su mayor superficie corporal relativa y a su mayor metabolismo.
El ejercicio físico también puede aumentar considerablemente la temperatura y otros factores que pueden provocar cambios serían la ingesta de temperatura ambiental, alteraciones emocionales y alimentos ricos en proteínas.
Muchas y muy diferentes son las causas de la fiebre. Las infecciones son, por supuesto, las más frecuentes, pero existen otras enfermedades que no son infecciosas y que son capaces de producir fiebre.
Cómo se toma la temperatura?
La primera referencia histórica de la utilización del termómetro para medir la temperatura corporal data de 1870 y fue descrita por Wunderlich. Desde entonces han ido apareciendo diferentes tipos de termómetros, y en la actualidad son tres los que se utilizan habitualmente: el mercurio ya tradicional, las tirillas de plástico que cambian de color por cambios de temperatura y los termómetros electrónicos o de lectura digital que se han ido convirtiendo cada vez más en corrientes en los últimos años. Las más fiables de estos tres tipos son las de mercurio y las electrónicas, ya que las tiras de plástico, a pesar de detectar cambios de temperatura, no nos dan cifras precisas.
Es muy importante el tiempo de mantenimiento del termómetro, que lógicamente irá variando en función de la localización.
Muchas madres son muy fidas de su capacidad para conocer la temperatura del niño sólo con el simple cambio (tocando con la palma de la mano, el escocés o los labios la frente del niño u otras partes del cuerpo). En un estudio realizado en 1974, Bergenson detectó errores en un 42% de las valoraciones así realizadas. Por lo tanto, se puede afirmar que este sistema no es fiable para determinar la temperatura corporal.
Dónde se toma la temperatura?
Los puntos más frecuentes para tomar la temperatura corporal son la boca (debajo de la lengua), el axila o axila y el recto (ano).
Temperatura bucal
No se debería intentar tomar la temperatura en la boca antes de los 5 o 6 años, y para ello es necesario que el niño acompañe adecuadamente.
La localización debe ser exacta (debajo de la lengüeta) y ahí debería estar colocado el termómetro un minuto o más, excepto el electrónico (estos son “más rápidos” y la temperatura alcanzada es 0,5 grados (5 décimas) inferior a la tomada en el trasero. Es importante saber que los alimentos fríos o calientes pueden producir oscilaciones de uno o dos grados. Por lo tanto, se recomienda realizar la medición lo más alejada posible de las comidas.
Temperatura axilar
En un trabajo realizado en 1984, Kresch descubre que la temperatura axilar es muy variable y que es poco sensible para medir la fiebre. La capacidad de dar un valor adecuado es escasa y tarda unos ocho minutos en registrar la temperatura con un termómetro de mercurio, pero no con el termómetro electrónico. Por encima y en contra de todo lo dicho por Kresch, el axila es la localización más común para tomar la temperatura en niños de más de un año. Por eso merece la pena decir cuál es la técnica adecuada. La ampolla de mercurio o sensor de termómetro electrónico debe colocarse en el pliegue que se produce entre el brazo y el pecho. El brazo deberá ser cruzado con el pecho hasta el hombro contrario y mantenerlo sostenido si el niño no ayuda adecuadamente (5-8 minutos en el caso del termómetro de mercurio).
La temperatura axilar puede ser un grado inferior o inferior a la del ano.
Temperatura del culo
Éste es el mejor indicador de la temperatura corporal y sin duda el lugar más recomendable es el recto, sobre todo en niños menores de un año. Los riesgos de la técnica son muy reducidos, y los accidentes se deben a la rotura de la columna de mercurio (mientras el termómetro se encontraba en el interior del culo del niño) y a perforaciones por técnicas inadecuadas. El uso de termómetros electrónicos ha evitado, a pesar de su extrema dificultad, el riesgo mencionado.
Si se opta por este método, se debe introducir el termómetro unos cinco centímetros en el canal de recto, cuidadosamente, realizando una lectura a los 2-3 minutos. Con el niño boca abajo (por ejemplo sobre nuestras rodillas), separando con una mano las mejillas de los glúteos y metiendo con la otra el termómetro en el culo, cerramos las mejillas de los glúteos, manteniendo el niño duro hasta que llegue el momento de la lectura de la temperatura (para evitar movimientos bruscos).
Las referencias a las temperaturas en boca y axilas son siempre a la temperatura rectal. El pediatra, por tanto, está muy acostumbrado a terminar cuando su madre le ha dicho la temperatura de su bebé, con una frase así: “he descontado cinco décimas, puesto que he colocado el termómetro en el culo”. Como hemos visto, la diferencia puede ser de 5-10 décimas. Ojo, pues, a la hora de comparar las temperaturas en diferentes lugares.
¿Cuál es la temperatura normal?
No es fácil (también se puede decir que es imposible) decidir cuáles son los límites de la temperatura corporal, como ocurre con otros datos fisiológicos. Sin embargo, en condiciones basales se considera que la temperatura normal en el ano es de unos 37,5 grados, siempre teniendo en cuenta las variaciones anteriormente mencionadas, ya que se trata únicamente de oscilaciones dentro de la normalidad.
Cómo se trata?
La gravedad de la fiebre dentro de la familia hace que los padres consideren más urgente su tratamiento que la causa que la produce. Muchas veces, además, piensan que la fiebre necesita necesariamente un antibiótico y desde el principio quieren utilizar uno de ellos sin consultar al médico. Hoy en día no está del todo claro si la fiebre es “amiga” o “enemiga”; si puede ser una evolución de la causa que la ha originado. Por lo tanto, todavía no está claro si la fiebre debe ser tratada o no.
No obstante, existen varias sugerencias para tratar la fiebre. Como la reducción de la temperatura puede conseguirse también mediante fármacos y sin medicamentos, podemos estar tranquilos considerando que la fiebre (temperatura del culo mayor de 37.5-38ºC) no es peligrosa para el niño (si no pasa de 41º C, esto es muy raro). La fiebre alta no significa necesariamente convulsión, ya que estos procesos sólo aparecerán en niños con una tendencia previa (porcentaje muy bajo). En estos casos, el pediatra tomará las medidas necesarias según los casos.
Aunque aceptemos todos estos comentarios, y no es poco, puede ocurrir que el niño con fiebre alta se encuentre en mal estado, mal localizado. En este caso (fiebre alta + mal cuerpo) se resumen a continuación algunas de las medidas que se pueden tomar. Ofrecer agua u otro líquido, poco pero a menudo. El niño más curioso lo pide, pero hay que estar muy atento con los niños pequeños (riesgo de deshidratación), quitando la ropa al niño, ya que el exceso de ropa y mantas dificultan la temperatura. También es muy útil refrescar al niño con una esponja empapada en agua templada (antebrazos, piernas y frente principalmente). Frotar por colonia o alcohol es siempre muy peligroso porque reduce los niveles de glucosa en sangre y puede venir cone.
Si la temperatura del niño es aún alta, se puede colocar en la bañera siempre en aguas templadas evitando el agua fría, ya que el enfriamiento brusco provocaría escalofríos y la temperatura volvería a subir.
Además de estas medidas domésticas (aunque sean domésticas, pero sin duda provechosas), el pediatra emite algún tipo de medicamento (denominado ANTITÉRMICO) para reducir la fiebre, a ser posible por vía oral, los Supositorios se dejarán en caso de vómitos.
Los medicamentos para la fiebre son muy variados, pero hoy en día una de esas tendencias es que el ácido acetil-salicílico (ASPIRINA, por decirlo todos para entenderlo) sólo se deje para niños mayores de doce años, y especialmente para aquellos en los que se quiere luchar no sólo contra la acción antitérmica sino también contra la inflamación. ¿Y por qué? Pues por la relación que puede existir entre la aspirina y el sistema de Rey.
Como se ha indicado anteriormente, la fiebre no es peligrosa, salvo en circunstancias y condiciones especiales, pero debe ser considerada como una señal que nos avisa de que algo no está en el cuerpo del niño. Probablemente habrá alguna infección, con una temperatura superior no necesariamente mayor. Y trataremos de encontrar el motivo lo antes posible, consultando a nuestro pediatra habitual o acudiendo al servicio de urgencias que nos ha indicado.
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