Recompensas con abundante cosecha

El edificio de la Facultad de Químicas de Donostia-San Sebastián tiene una estructura típica muy peculiar. Siempre nos ha parecido laberíntico y hemos estado muchas veces, a punto de perder, por plantas y habitaciones parecidas. Afortunadamente, este año hemos tenido una gran experiencia, ya que hemos tenido que acudir muchas veces. Víspera de vacaciones, por ejemplo, dos veces: la primera P.M. Premio Príncipe de Asturias otorgado a Etxenike y X.M. de Jesús Ugalde. Premio Munibe. Ambos profesores de la Facultad de Química, investigadores punteros y, si nos parece oportuno, amigos y compañeros de alto nivel. Estos premios han sido muy raros, ya que, aunque en muy pequeña medida, hemos sentido la emoción de los premiados y premiados en el interior de todos los que formamos parte de la comunidad científica de Euskal Herria, aunque niveles. ¡Que os venga! Pedro Miguel Etxenike es un hombre desmayable. En su despacho, en la Facultad de Química de San Sebastián, la pizarra siempre está llena de símbolos que desmayan a cualquier persona. La trayectoria profesional de este navarro también es vertiginosa: Profesor de la Facultad de Química, Catedrático de Física de la Materia Condensada, miembro del Consejo Científico de la BBV, Asesor de Ciencia y Tecnología de Iberdrola, Xabier M. Premio Munibe, Premio Euskadi de Investigación, Premio Depont de Ciencia, Premio Príncipe de Viana y, más recientemente, Premio Príncipe de Asturias. Dice que es tan gorda como su curriculum, pero con el premio recién obtenido hizo un hueco para hablar con Elhuyar.

Recompensas con abundante cosecha


Pedro Miguel Etxenike:

Elhuyar: Acaba de entregarte el Premio Príncipe de Asturias, arrancar con la felicitación es una ley humana...

Pedro Miguel Etxenike: Gracias. La verdad es que estos últimos han sido unos días muy especiales para mí, me han tenido “muy ocupados”, pero he pasado momentos muy bonitos. Para mí, además de agradable, ha sido un honor conseguir este premio. En cualquier caso, no quisiera dejar constancia de que nos quedemos a descansar a la sombra del premio, ya que en este momento el premio será un medio en mis manos para mi gente y también como herramienta para crear nuevas oportunidades para jóvenes investigadores.

Elh. : Por lo tanto, a partir de ahora, esperamos que dentro de 20 años, o bien que la lista que hemos mencionado al principio sea mucho más larga...

P. M. R. Creo que sí, pero quizás no sea por lo que yo he hecho, sino por lo que van a hacer los que empecé conmigo.

Elh. : El trabajo diario nos exige muchas veces mirar hacia atrás e intentar explicar de dónde viene lo que hemos hecho hasta ahora. ¿Qué le llevó a estudiar física?

P. M. R. Yo empecé a estudiar en Lekaroz y allí hice el Bachillerato; la verdad es que me gustaban la mayoría de las cosas, pero igual tenía una física y matemáticas que me gustaban especialmente y partí de ese camino. También podía aprender matemáticas, pero en aquella época era más cómodo hacer física, porque había posibilidad de hacerlo en Pamplona y San Sebastián, y eso fue lo que me puso en camino de la física. Por lo tanto, no creo que haya más razones de fondo y peso.

"Se necesitan 20 o 100 equipos como el nuestro para poder ganar un Premio Nobel".
Periódico/ I. Otaegi

Elh. : Alguna vez te hemos escuchado que el ambiente de tu casa tuvo una gran influencia en ti, que de alguna manera te impulsó. ¿Hasta dónde le afectó?

P. M. R. Nosotros nacimos en Isaba, mi hermana Maite, mi hermano Jabier y yo y nuestros padres siempre nos demostraron que no tendríamos más de nuestros estudios en el mundo; cuando hacíamos los tres primeros años de bachillerato íbamos a Pamplona a hacer los exámenes y mi madre siempre nos ayudaba a preparar las cosas. También aprendimos en casa, la importancia de preparar las cosas correctamente. Sin duda fue una gran enseñanza para mí.

Elh. : ¿Es lo que has aprendido en casa una ley que dice “Men sana in corpore sana” que tanto te parece que te gusta?

P. M. R. Puede que sea así. Como te he dicho, nacimos en Isaba y empezamos a caminar por las montañas de allí desde pequeño, y parece que fue de la mano de la afición por el deporte; luego cuando fui a estudiar a Inglaterra esa afición me aumentó y hoy también me gusta mucho; esquiar, andar en la montaña... antes practicaba también squash, y a menudo también suelo jugar al tenis y a la pelota y al golf. Mi hermano y yo participamos todos los años en la Behobia-San Sebastián, a ver quién hace más tiempo y a decir verdad, en los últimos tres años yo he ganado.

Elh. : ¿Cómo te organizas para poder llegar a todas las tareas y aficiones?

P. M. R. Yo creo que cualquiera puede hacerlo si realmente le gusta lo que está haciendo. Sólo hay que saber organizarse bien, porque si haces la cuenta verás que nos va mucho tiempo sin hacer nada. Es cierto que estos últimos días he estado más tiempo, pero normalmente no tengo problemas.

Elh. : También tuvo otras responsabilidades políticas, porque fue la Consejera de Educación del Gobierno Vasco. ¿Fue difícil volver luego al mundo de la investigación?

P. M. R. Pasé cuatro años en el Gobierno Vasco y poco, creo que con más años sería mucho más difícil. Cuatro años no es nada sobre todo lo esencial, en cualquier ámbito, para cambiar y la física que encontré al volver era muy parecida a la que dejé cuando fui. No quiero decir que me pongamos con esto inmediatamente y también entonces vi muy claro que tenía que volver a salir fuera, lo que me hacía falta para poder centrarme en mi trabajo y conseguir la paz. Por eso me fui a Cambridge y allí estuve dos años y medio, luego en los EEUU y así poco a poco conseguí recuperar mi nivel y aprender “oficio”.

Elh. : Con la tranquilidad que nos da el tiempo, ¿cómo recuerda los años transcurridos en el Gobierno Vasco?

P. M. R. Yo tomé el mando con satisfacción, pero también con satisfacción, creo que ese es el camino en política. En esa época, además, había mucha ilusión y creo que en aquellos años se hicieron grandes cosas para el autogobierno de los vascos. Me viene a la cabeza la Ley del Euskera, y también los nuevos caminos que creamos para la investigación y las nuevas oportunidades para los jóvenes, a través de la ley de las ikastolas, que luego no se encauzó como yo quería; ETB también está ahí, aunque cuando lo veo yo no me lo veía en absoluto.

Elh. : ¿Puede un investigador trabajar sin ponerse la bata blanca?

P. M. R. Sin duda, al menos yo no necesito una para realizar correctamente mi trabajo. Nosotros creamos modelos para luego ver si esas previsiones coinciden o no cuando se miden las cosas, así que nosotros estudiamos las mediciones que hacen los demás y trabajamos en la mente, en el papel y en el ordenador.

Elh. : Las personas que decidieron entregarte el Premio Príncipe de Asturias mencionaron su capacidad para ir más adelante en las teorías y su capacidad y habilidad para explicarte con facilidad, ¿esto hay que entenderlo como un losintx en la ciencia?

P. M. R. En mi caso sí. Si alguien me pidiera que explicara mi trabajo en una frase, ¡eso diría yo también! Quien ha dicho eso sabe lo que es el trabajo del físico y yo diría que además conoce bien mi trabajo, ¡hace falta un amigo para lanzar un homenaje así!

Elh. : Todavía le falta el premio Nobel a la lista de premios...

P. M. R. Algunos me han mencionado eso, pero no será posible. Para que Euskal Herria tenga un premio Nobel deberíamos tener al menos 20 o 100 grupos como el nuestro. Tal vez dentro de unos 100 años o lo conseguiremos.

Elh. : Acabas de decir que la investigación no es sólo “talento”, que detrás de la investigación hay mucho trabajo, sudor. Cuéntanoslo.

P. M. R. Ramón y Cajal dijo lo mismo mucho antes que yo, que el sudor era al menos el 48% de la investigación. Muchas veces pensamos que lo más importante para la investigación es que sea muy rápido, pero normalmente no es así. Se necesita paciencia, voluntad y fe para desarrollar y defender las propias ideas. Hay que obsesionarse por seguir a cualquier precio con lo que defendes. Por supuesto, eso es una de las características del genio, pero también del loco y, por tanto, hay que medirlo bien.

Muchas veces pensamos que lo más importante de un investigador es que sea muy rápido, pero normalmente no es así. Se necesita paciencia, voluntad y fe para desarrollar y defender las propias ideas.
Periódico/ I. Otaegi

Elh. : En muchas ocasiones ha mencionado que conocer lo que se está haciendo en el extranjero fue muy importante para ti...

P. M. R. En el momento en que yo cursé los estudios era imprescindible salir al extranjero para hacer un doctorado real. Ahora en Euskal Herria no es necesario, porque el nivel que encontré entonces en Cambridge ya existe aquí, pero a pesar de todo es necesario salir fuera. No debemos olvidar que el doctorado no es más que el inicio de la investigación del investigador, no es una cumbre en contra de lo que muchos creen.

Elh. : Ideas, experiencias, experiencia frente a otros…

P. M. R. Las relaciones personales son fundamentales para transmitir ideas, pero sobre todo para poder debatir. Cada vez ampliamos más información a través de internet, pero esto no puede sustituir la riqueza intelectual que se genera en torno a las relaciones personales. Obviamente, la mayoría de nuestras ideas suelen ser malas, la mayoría de las hipótesis que hacemos acabarían en la basura si no habláramos con nadie, pero en un debate, poco a poco, tu interlocutor te dará pistas que te ayudan a ver el camino y eso no se puede hacer por internet. A nadie se le ocurre extender la teoría un poco atrevida a través de internet, sabiendo que hay peligro de avergonzarse, pero siempre se crea un ambiente mucho más rico.

Elh. : ¿Cómo recuerda los años en Cambridge?

P. M. R. Fueron muy bonitos para mí, precisamente los años más bonitos de mi vida. Ahora también estoy muy bien en Donostia... Muchas veces me dicen que “podías trabajar en cualquier universidad del mundo y ¿por qué en Donostia?” Eso me sorprende de verdad, porque para mí ha sido una gran fortuna poder hacer lo que quiero hacer donde quiero.

Elh. : ¿Estás haciendo lo que quieras, Pedro?

P. M. R. En la medida de lo posible sí. Tengo medios, pero no me gustaría tanto, la verdad. Como le decía al principio, el Premio de Pinza de Asturias que me han dado ahora es un medio para poder hacer más cosas en adelante. Por ese camino he empezado a hablar con el Gobierno Vasco para crear un instituto aquí mismo; uno de los objetivos principales de este instituto es adaptar la infraestructura adecuada para canalizar de una manera más fácil y cómoda nuestras relaciones con investigadores extranjeros, sin tener que estar muy preocupado con las facturas de final de mes.

Elh. : También ha conocido de cerca el proyecto Museo de la Ciencia 21...

P. M. R. Es una noticia que me ha encantado. En la sociedad actual, en cualquier sociedad democrática, la educación científica es muy importante porque muchas decisiones tienen contenidos tecnológicos o científicos y, por tanto, es fundamental formarse en ello. La divulgación es muy importante y debemos impulsar todos los pasos que se den en esa dirección. En este proyecto he dado mi nombre como apoyo para decir que yo también soy partidario de ello. Para mí ha sido especialmente gratificante que Kutxa haya entendido el acierto de este proyecto.

Elh. : Si tuvieras que elegir el que más te gusta de tu trabajo, ¿qué pondrías en la parte superior?

P. M. R. Sin duda me resultaría muy difícil. Muchas veces te pasas una idea y disfruto muchísimo con ella; ver que los alumnos avanzan también es satisfactorio o, como he dicho, entender que la sociedad, en este caso Kutxa, necesita un proyecto de 2.000 millones de pesetas para que luego la propia sociedad tenga formación científica.

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