Transfusiones de sangre y Doping
1997/09/01 Callado Hernando, Luis Felipe Iturria: Elhuyar aldizkaria
A medida que se han desarrollado métodos o herramientas de detección del dopaje, se han creado nuevas vías para mejorar el rendimiento sin recurrir a ellos. Entre ellas tenemos transfusiones de sangre. Aunque parezca un método nuevo, las primeras huellas aparecieron en los años 70. Sin embargo, la dificultad de demostrar si se ha utilizado o no este método hace que sea siempre un tema de actualidad, por lo que en la actualidad aparece en la lista de doping que publica el Comité Médico del Comité Olímpico Internacional.
En el Estado español la ley del deporte establece que el dopaje sanguíneo es la ingestión de sangre o de cualquier producto que contenga hematíes. Dicen que esto es muy conocido entre los deportistas, como hemos dicho antes. ¿Pero esta práctica es realmente beneficiosa para el rendimiento del deportista?
Fundamentos fisiológicos
El papel del ATP en la contracción muscular es clave. Cada fibra muscular contiene en su interior miles de miofibrillas, cada una de las cuales tiene unos 3.000 filamentos de actina y 1.500 filamentos de miosina. El cabezal de miosina tiene actividad ATPasa por lo que al contraerse, este cabezal podrá obtener la energía necesaria para contraerse rompiendo el ATP. Sin embargo, la cantidad de ATP en la fibra muscular sirve para una contracción de 1 segundo, por lo que para mantener el esfuerzo es necesario producir más ATP. Para obtener el nuevo ATP se asocia al ADP Pi que se forma como consecuencia de su degradación, pero este proceso, a pesar de su simplicidad, necesita energía.
El 95% de la energía utilizada para mantener las contracciones largas se obtiene por metabolismo oxidativo, siendo este proceso mucho más eficaz si la cantidad de O 2 es suficiente. Por lo tanto, como el O 2 es necesario en estos procesos metabólicos, si aumentásemos el transporte de O 2 al músculo que se está contrayendo, la fuerza de este músculo también aumentaría. Así podemos entender el valor de las transfusiones sanguíneas en el deporte.
O 2 se transporta la mayor parte atada a la hemoglobina en los glóbulos rojos. Por ello, un aumento del número de glóbulos rojos mediante una transfusión de sangre aumentará la capacidad de transporte de O 2. La poliglobulia (incremento de la cantidad de glóbulos rojos) producida por transfusiones de sangre, aumenta considerablemente la cantidad de O 2 utilizada en el ejercicio.
Transfusiones de sangre
Se utilizan dos tipos de transfusiones sanguíneas: autólogos y homólogos. En la primera, la persona que dona y recibe la sangre es la misma y en la segunda, la sangre que se toma en la transfusión es la donada por otra persona. En la actualidad, ante la expansión del SIDA, la hepatitis y otras enfermedades infecciosas, el método más utilizado en el deporte es la transfusión de sangre autóloga.
Si se desea utilizar este tipo de doping, normalmente se realiza flebotomía (inserción de jeringuilla en la vena) al deportista y se obtienen 2-3 unidades de sangre (1-1,5 litros). La sangre se recoge en bolsas de plástico siempre asepsia y en sistema cerrado para evitar la contaminación bacteriana. Al ser los glóbulos rojos los que nos interesan en este proceso, la sangre se separa en los componentes y después se almacenan los glóbulos rojos de forma adecuada. Si se desea almacenar los glóbulos rojos durante más de tres semanas, para mantener su capacidad de transporte de O2 se utilizará una solución de glicerol para la congelación de los eritrocitos. Tras sufrir la flebotomía, el deportista necesita un plazo de 3-4 semanas para normalizar el número de glóbulos rojos.
Entre 1 y 7 días antes de la competición, los glóbulos rojos almacenados se descongelan, se disuelven en el suero fisiológico y se vuelven a meter al deportista. En él, cuando llega la competición, el número de glóbulos rojos del deportista es mayor y con ello la capacidad de transportar O2 al músculo que se está contrayendo.
Efectos de las transfusiones sanguíneas en el deporte
De acuerdo con lo anterior, la poliglobulia obtenida mediante transfusiones de sangre facilita el metabolismo aeróbico, aumentando la fuerza del deportista. El aumento de esta fuerza aeróbica podría suponer mantener el esfuerzo durante más tiempo, por lo que los mejores resultados con este método se pueden conseguir en deportes de subsistencia como ciclismo, cross o maratón. Los trabajos de varios investigadores demuestran que tras una transfusión de 400 ml de glóbulos rojos, en una crono de 10 kilómetros se puede conseguir una mejora de un minuto y, tras 800 ml de uso, el tiempo necesario para que la fuerza del deportista esté a punto de agotarse en una carrera se incrementaría en un 23%. Por ello, últimamente muchos deportistas, sobre todo ciclistas, han tratado de conseguir el mismo resultado haciendo su entrenamiento a alta altitud.
La escasez de O2 en altas altitudes hace que aumente la producción de glóbulos rojos. Pero los resultados obtenidos con este entrenamiento, aunque más fisiológicos, son difíciles de mantener en el momento de la carrera, mientras que con la transfusión de sangre, la subida de la hemoglobina se puede aplicar a determinadas competiciones.
Sin embargo, no podemos olvidar que las transfusiones de sangre son un tratamiento. Se utiliza cuando hay pérdidas de sangre o anemias fuertes. Sin embargo, puede causar problemas en personas sanas. Estos efectos adversos pueden ser más graves en función del tipo de transfusión utilizada.
En el caso de una transfusión homóloga de sangre, las características de la sangre del donante y del receptor deben analizarse adecuadamente para saber si son compatibles o no. Siendo los grupos ABO y el factor Rh más importantes entre todas las características de la sangre, éstos son los que hay que revisar antes. No obstante, aunque la sangre sea compatible, puede producir en el receptor reacciones inmunitarias (desde la fiebre o el picor hasta el shock anafiláctico) de la transfusión sanguínea no autóloga (0%-5%). En la misma línea, a través de la sangre pueden transferirse muchas enfermedades infecciosas, especialmente el SIDA o la hepatitis.
En cuanto a la transfusión de sangre autóloga, está claro que es mucho más segura para el deportista, ya que la sangre que recibe es la suya. Pero por otro lado, a pesar de que los problemas inmunológicos son más escasos, no podemos olvidar que los materiales utilizados durante todo el proceso (agujas, material de extracción, bolsas de recogida de sangre, etc.) o la técnica elegida pueden generar problemas. Por ejemplo, un procesamiento de sangre inadecuado o un fallo en la reintroducción de la sangre puede provocar infecciones o reacciones inmunológicas.
Detección de doping de sangre
El objetivo del control del doping ha sido desde siempre detectar sustancias externas. A medida que se avanzan los métodos de detección del doping, aparecen nuevos tipos de doping que quedan fuera de las detecciones. Detección, sin duda, para el investigador de sustancias extraídas del organismo (anabolizantes, excitantes, analgésicos, etc.) La dificultad más evidente para detectar el doping de sangre es su facilidad. Por otro lado, el actual control de doping se basa en el análisis de muestras de orina tomadas tras la competición o durante el entrenamiento. Por lo tanto, las transformaciones en la sangre son difícilmente destacables, ya que para ello las muestras de sangre son imprescindibles. Sin embargo, a pesar del método adecuado y del uso de muestras de sangre, las posibilidades de detectar el uso de transfusiones de sangre son escasas.
En el caso de una transfusión homóloga de sangre, al ser la sangre que entra de otra persona, podremos encontrar en la circulación sanguínea del deportista una pequeña cantidad de glóbulos rojos extraños. Sin embargo, esta cantidad suele ser muy pequeña (8-10% tras la transfusión de una unidad de sangre) por lo que las técnicas de detección deben ser muy precisas. Estas técnicas se basan en la detección de las diferencias entre el grupo sanguíneo propio del deportista y el grupo sanguíneo correspondiente a los glóbulos rojos ingeridos. La aparición de glóbulos rojos con diferentes antígenos hace pensar que este deportista ha tomado sangre de otra persona.
Cuando la transfusión de sangre es autóloga, las posibilidades de darse cuenta son mucho menores. Como la sangre introducida pertenece al propio deportista, los antígenos que tienen todos los glóbulos rojos son iguales. Por ello, los únicos métodos que podemos utilizar en la actualidad son indirectos. A pesar de que la sangre es del deportista, la transfusión sanguínea produce algunas transformaciones fisiológicas. Por lo tanto, para hacer frente a este doping debemos aprovechar estas transformaciones. Por ejemplo, la transfusión aumenta la tasa de hemoglobina inhibiendo la producción endógena de la eritropoyetina. Por otra parte, los glóbulos rojos transfundidos, por todos los procesos sufridos, son más débiles y se rompen más rápidamente. Por tanto, tras el ejercicio los niveles de hierro y bilirrubina suben mucho en el suero. Sin embargo, normalmente es muy difícil demostrar que estas transformaciones están relacionadas con la transfusión de sangre.
Como sabemos, la utilización de transfusiones de sangre puede alargar la duración del ejercicio. Por ello, todas las organizaciones deportivas internacionales han incluido esta práctica en sus listas de doping. Pero todavía estamos muy lejos de saber hasta qué punto esta técnica está extendida entre los deportistas. El desarrollo de métodos de detección y la difusión de información sobre este tema pueden ser vías de solución en el futuro.
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