Yo creo, ¿y tú?
Por alguna casualidad, la otra vez estuve sentado en una terraza con algunos conocidos del barrio. Hablamos de muchos temas, hasta que en un momento nos pusimos a hablar de vacunas contra la COVID19. “¿Usted cree en la eficacia de las vacunas?”, me preguntó. A partir de ese momento, la conversación tomó un rumbo que nunca hubiera imaginado: muertos por vacunas, grafeno, autismo, terapia génica...
Salieron todos los clichés del discurso contra las vacunas, y tengo que reconocer que me costó mucho hacer pedagogía científica. “Tenemos puntos de vista diferentes”, me dijo, “tú lo científico y yo lo otro”, añadió. Y ahí está el problema, amigos míos, ahí está la cuestión.
A la hora de hablar de la eficacia de las vacunas, solo debe hablarse de una perspectiva científica. Está claro que cualquiera no puede analizar y entender los datos científicos, pero para eso está la divulgación científica. Actividad que debería tener la obligación de cualquier investigador. Y sí, hoy me voy a dedicar a la apología a las vacunas, a la apología pedagógica, desde el punto de vista científico, para que en la opinión de cualquier ciudadano se incorpore ese punto de vista científico.
Aunque hay decenas de ejemplos, en esta ocasión quiero hablaros de una vacuna desarrollada para prevenir una enfermedad que nos afecta a las mujeres: la vacuna contra el virus del papiloma humano. Se estima que el 70% de los cánceres de cuello uterino se deben a infecciones de dos cepas del virus del papiloma humano (VPH16 y VPH18). El uso de la primera vacuna contra este virus fue aprobado en 2006. Desde entonces, muchas evidencias científicas han confirmado que se trata de una herramienta eficaz para evitar el desarrollo del cáncer de cuello de útero.
Un estudio realizado por el Departamento de Salud Pública de Escocia en colaboración con las universidades de Strathclyde y Edimburgo muestra que desde el inicio del programa de vacunación en Escocia en 2008 no se ha detectado ningún caso de cáncer de cuello de útero entre las mujeres vacunadas a los 12-13 años.
Además de en Escocia, en los países empobrecidos, la implementación de esta vacuna ha tenido un gran éxito en la prevención de la infección por VPH. En Ruanda, por ejemplo, en 2011, gracias a una tremenda campaña de concienciación sobre la vacunación contra el VPH, consiguieron incorporar más del 90% de las mujeres de la etnia. en un estudio publicado en 2019 en la revista científica The Lancet Global Health se analizó la prevalencia del virus en las mujeres vacunadas y no vacunadas en la capital de Ruanda y se comprobó que la vacuna tenía una eficacia del 98% contra los principales responsables del cáncer de cuello uterino, las cepas VPH16 y VPH18.
Si en Ruanda se mantuviera esta alta cobertura de vacunación, allí se estaría en camino de erradicar el cáncer de cuello de útero en las próximas décadas.
Las evidencias científicas están ahí. Son indiscutibles. Por eso, yo creo en la eficacia de las vacunas, ¿y usted?
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