Mertxe de Renobales: “El punto más negro de la biotecnología es el problema de la propiedad intelectual”
Mertxe de Renobales: “El punto más negro de la biotecnología es el problema de la propiedad intelectual”
¿Cómo definiría la biotecnología?

La biotecnología abarca muchas tecnologías. Desde un punto de vista general se puede decir que se trata de utilizar procesos de vida para obtener productos y servicios. Lo que nos interesa hoy en día es la ingeniería genética o tecnología del ADN recombinante.
¿Cuáles son los beneficios de la biotecnología para la agricultura?
La ingeniería genética nos ha permitido desarrollar plantas transgénicas. Sin ello hubiera sido imposible, por ejemplo, desarrollar plantas (Bt) que generan su propio insecticida. Según el informe sobre el desarrollo humano de la ONU, estas plantas reducen el uso de insecticidas. Por ejemplo, en Estados Unidos, en 1999, en el 32% de las plantaciones de algodón se sembró la planta de algodón Bt, lo que supuso una reducción de 1.350 toneladas de insecticidas y un aumento de la producción de 130.000 toneladas. De esta forma se reduce el impacto sobre el medio ambiente y se reducen indirectamente las aplicaciones de estos productos, reduciendo el uso de combustibles y las emisiones de CO 2.
Por último, la biotecnología ha permitido el desarrollo de plantas tanto en suelos ácidos (el 40% de los suelos cultivables son ácidos) como básicos (más del 25%).
Según algunos expertos, las plantas transgénicas son una vía para solucionar el problema del hambre. ¿Qué te parece?
En el mundo, hoy en día, hay 800 millones de personas que no tienen alimentos suficientes o suficientes. Y otros 1.200 millones de personas tienen menos de un dólar al día. El problema del hambre es muy complejo y hay partidos políticos, socio-económicos y técnicos: el problema de la distribución, los precios asequibles para los que lo necesitan, la capacidad de producir alimentos donde se necesita…
El informe de la FAO prevé que para 2050 haya 9.000 millones de habitantes en el mundo, de los que 7.000 millones serán habitantes del tercer mundo. Por tanto, el aumento de la producción es imprescindible, sobre todo en aquellos países en los que la alimentación es insuficiente.
Si en 2050 la productividad de las cosechas es la misma que en 1997, se necesitarán 1.600 millones de hectáreas más para cultivar (aproximadamente el doble actual), lo que requerirá deforestaciones masivas. Desde el punto de vista científico-técnico, las plantas transgénicas pueden ayudar a resolver esta situación. Bien digo que pueden ayudar, porque no tenemos que perder de vista la única opción.
Desarrollar variedades locales de mayor productividad y plantas resistentes a plagas. En la actualidad, sólo el 26% de las tierras de África Subsahariana cultivan variedades de sorgo de alta productividad y, además, el 70-80% de la bata se pierde por virus. En Sudamérica, como en Bolivia, el 50% de la patata es destruida por nematodos. La biotecnología permite evitarlo. Por otro lado, las plantas que se adaptan a suelos ácidos o alcalinos permitirán aumentar la productividad.
Para que esto sea así, el conocimiento de los laboratorios debería estar en manos de todos. De momento no es así, ¿no?
El alto porcentaje de la tecnología transgénica está en manos de pocas compañías internacionales. El problema de la propiedad intelectual relacionado con la agricultura y la producción de alimentos ha sido denunciado por Naciones Unidas (Informe de Desarrollo Humano 2001), la FAO, la Fundación Nuffield, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, Brasil, China, India, México y el Reino Unido.

Todas estas instituciones han aconsejado que se diseñe un sistema de propiedad intelectual que favorezca la investigación y que, al mismo tiempo, contribuya a la difusión de productos de gran beneficio social. Asimismo, debe incrementarse la inversión pública en el desarrollo de variedades de alta productividad y los países desarrollados deben intervenir en la formación de científicos del tercer mundo.
¿Se utilizan productos transgénicos en otras áreas?
Sí, los productos transgénicos se utilizan también en otras áreas. Por ejemplo, muchos de los productos de las farmacias se obtienen a partir de transgénicos como la insulina.
Por otra parte, los animales transgénicos del laboratorio se utilizan para investigar determinadas enfermedades o definir la función de ciertos genes.
También son transgénicos algunos productos industriales, como las enzimas utilizadas en la industria de jabones de la lavadora y las enzimas utilizadas en el procesado de alimentos. Muchos microorganismos utilizados en la recuperación de suelos contaminados o agua también son transgénicos.
¿La biotecnología ha perjudicado a la agricultura y al medio ambiente?
Como todas las tecnologías, esto tiene su lado bueno y no tan bueno. Creo que el problema de la propiedad intelectual es el punto más negro. Existen también aspectos medioambientales, pero se necesitan más datos para sacar conclusiones. Por ejemplo, el flujo génico entre las cosechas cultivadas y las plantas silvestres sexualmente compatibles se ha estudiado en muy pocos casos y sólo se ha iniciado el debate sobre la posible influencia de este posible flujo génico en la cosecha original.
La Unión Europea cuenta con un completo programa de investigación sobre la seguridad de los organismos modificados genéticamente. Sin embargo, la falta de conocimiento exhaustivo sobre estos aspectos no es sinónimo de riesgo. Es importante actuar con mucha prudencia, pero sin frenar el miedo. Una vez realizado el análisis y cuantificación del riesgo, para lo que se requieren datos, se podrán definir procedimientos para una correcta gestión.
¿La biotecnología no tiene vuelta?

Teniendo en cuenta la ayuda que pueden ofrecer las plantas transgénicas para solucionar los problemas, no debe descartarse la biotecnología. Como ciudadano, creo que hay que poner normas y protocolos para una buena gestión. Hay que tener en cuenta los intereses de todos los implicados, no sólo de los grupos económicos que están detrás del desarrollo, sino también de los agricultores (especialmente de los pequeños agricultores) y de los consumidores de países desarrollados y no desarrollados. En este punto puede haber muchas opiniones legítimas; el consumidor occidental puede estar más preocupado por los problemas relacionados con la alergia, pero en el olvido, los del tercer mundo pueden estar interesados en aumentar la productividad.
¿Pero dónde queda la salud del consumidor?
De cara a la salud de las personas, las cosechas transgénicas comercializadas hasta el momento y los alimentos elaborados con sus ingredientes no han generado problemas de salud. Las cosechas transgénicas, antes de su comercialización, filtran unos controles que no soportan las cosechas mejoradas con métodos convencionales, y se aceptan individualmente, nunca por grupos (por ejemplo, todos los maíz Bt). Hay que tener en cuenta que el riesgo cero no existe y saber que si aplicáramos los mismos controles y criterios estrictos a los productos de supermercados o farmacias, las estanterías quedarían medio vacías. Por supuesto, también hay que seguir investigando sobre aspectos relacionados con la alergia, con el fin de obtener más información sobre algunos aspectos.
Buletina
Bidali zure helbide elektronikoa eta jaso asteroko buletina zure sarrera-ontzian