“Los médicos tienen como misión ayudar ante la muerte y huir de ella es ser un mal profesional”

Se enfrenta a muerte en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Donostia. Consciente del impacto que la muerte tiene para todos, trata de preservar ese momento. Ha cuidado a muchos enfermos a punto de morir sin huir. Xabier Lete fue el encargado de cuidarla cuando estaba enfermo y a punto de morir, y en esos momentos especiales surge la amistad entre ambos. Juntos miraron la muerte y durante los meses cantó los últimos versos. Y es que, además de médico, también es bertsolari. Y también profesor de la UPV en la Facultad de Medicina y locutor del programa de radio Centro de Salud de Euskadi Irratia. Un comunicador en definitiva.

“Los médicos tienen como misión ayudar ante la muerte y huir de ella es ser un mal profesional”


¿Qué importancia tiene para usted proporcionar información detallada, clara y fácil de entender sobre salud y enfermedades?

Yo creo que es muy importante porque además necesitamos una cultura general y yo creo que uno de los grandes errores que hemos cometido los médicos no hemos sabido explicar de una manera comprensible porque hemos utilizado palabras muy técnicas. Ahora parece que el cuerpo y la enfermedad son un gran misterio. Esta falta de información hace que nos ocupemos de la salud en el momento de la enfermedad y no de la prevención.

Y después, cuando nos venga un paciente, lo importante es que confíe en él. Si no conseguimos la confianza, ¡la tenemos perdida! Y para conseguir la confianza debemos informarnos de forma comprensible.

En la actualidad, basta con hacer click en Internet para obtener información sobre cualquier enfermedad y tratamiento. ¿Qué ha supuesto?

Hemos visto esa influencia, tanto para bien como para mal. Es decir, cuando damos un diagnóstico a una persona, yo sé que para la mañana siguiente lo ha leído. Con eso contamos. Sin embargo, la cuestión es dónde ha consultado esa información y si es fiable o no. El hecho de disponer de tanta información también exige filtrar la información: a veces es adecuada y a veces no. Yo podría tener una neumonía y algunos dirán qué antibióticos se necesitan para tratar, y otros dirían que se cura con la neumonía pasmobelar.

La distancia entre médico y paciente también ha ido disminuyendo. ¿Cómo es la relación médico-paciente?

La sociedad ha cambiado. Antes decíamos que los médicos éramos muy paternalistas: nosotros decidíamos y el enfermo hacía lo que decíamos. Hoy en día esto ha cambiado: la información ha crecido, tenemos más capacidad y tendencia a tomar cada vez más decisiones en nuestra vida diaria. ¿Y por qué no en medicina?

Sin embargo, todavía tenemos trabajo por hacer. La autonomía es informar, plantear alternativas y la propiedad de las personas. Y eso, por un lado, es otra forma de trabajar, te pide que aportes más información, pero por otro lado, la propia sociedad tiene que reconocerla. No es tan fácil. Por un lado, requiere un mayor conocimiento, pero un conocimiento global con respecto a la vida. Muchas veces nos viene una persona y decimos a la familia: “La situación es grave. Vamos a decir al paciente”. Y la familia te dice: “¿Pero cómo le decimos eso?”. ¿Y por qué no?

Además, siempre se dice que los médicos hemos decidido que hemos sido un poder fáctico. Yo no voy a decir nada, pero para los demás también ha sido muy cómodo. Este cambio nos exige un hábito de tomar decisiones, también con nuestra vida y con nuestra salud. Asunción responsable de la salud. La salud es nuestra y nosotros tenemos que decidir. Y, de alguna manera, que los que les rodean rompan esas barreras del silencio, que a menudo tienen una actitud paternalista. Si un paciente reconoce tener una enfermedad grave y decide no tratarla, ¿lo aceptarán los demás?

Por otro lado, la relación entre médicos y pacientes ha sido modificada por las nuevas tecnologías, con el riesgo de que exista barrera informática. Si a mí me ponen delante el ordenador, con toda la información, y en lugar de hablar con el enfermo me mira al ordenador, estoy creando una barrera sin querer. Eso es muy triste para el paciente.

A veces la muerte se siente cercana, hay que mirar de frente a ella. Según tu experiencia, ¿cómo es el proceso de una persona inevitablemente morida?
El Puente Félix trata de hacer frente a la muerte para ayudar adecuadamente a los enfermos a morir y a sus familias. Ed. Jon Urbe/© PRESS FOTOGRÁFICO

Ahí deberíamos encontrar la causa de la muerte: cuando la muerte es muy rápida, apenas hay proceso. Pero las causas más comunes de muerte en la actualidad son tres: las enfermedades cardiovasculares cerebrales (demencias), los ataques cardíacos y el cáncer. Por lo tanto, la mayoría son progresivos y ahí, de alguna manera, necesitamos una información real. Es decir, tenemos otro error. “Hagan todo por mí o, más que por mí, por mis familiares”.

¿Pero qué es “hacerlo lo mejor posible”? Si yo sé que una enfermedad tiene una esperanza de vida de 3 meses, ¿hacer lo posible es dar quimioterapia a esa persona? Para mí eso no es correcto. Para esta persona puede ser mucho más real decir: “Mira, tú tienes una enfermedad incurable, no sabemos para qué, pero estás a corto plazo. Si tienes alguna ilusión en la vida, hazla. Déjate llevar por el entorno”.

Y ahí hay procesos traumáticos y no traumáticos, porque la muerte es un tabú que hemos quitado de nuestra sociedad. Lo hemos trasladado de casa a hospital, o a residencias de ancianos, y no vemos ni reconocemos la muerte como un proceso natural. Pero, sin embargo, yo diría, por mi experiencia, que si hay algo bonito en el mundo, eso es ver a una persona morir tranquilamente. “Yo he cumplido mi tiempo mundial, he hecho lo que me tocaba, estoy en paz con todos los que me rodean, me he despedido y me voy”. Y en la época en la que nos toca, es muy bonito.

Pero en otras ocasiones, los que le rodean no le dejan morir tranquilamente y, de alguna manera, hacemos algunas vallas del silencio, es decir, no decir nada a los pacientes. El enfermo no es tonto, sabe que tiene, que no está bien. No le dejamos que muera y se despide.

Debemos dejar que el paciente se comunique, perder ese miedo. No podemos mantener el botiquín hasta el último día y de repente decir “ha muerto”. Esto también tiene consecuencias graves en el entorno: la muerte traumática no es sólo la repentina, sino la negación.

Entonces, ¿cómo podemos ayudar a una persona que está muriendo?

Debemos decir al paciente la verdad que puede aceptar. Yo creo que estas noticias no se pueden dar de golpe. No puedes decirlo: “Tú tienes una enfermedad incurable y además morirás en 6 meses”. Pero se puede decir: “tienes una enfermedad grave. Intentaremos con este tratamiento, pero sepa que algunos salen bien y otros no”.

¿Y cómo ayudar? En la medida de lo posible, estar con él, junto a él, preguntar si tiene alguna ilusión por cumplir con su vida… y hablar de cómo quiere la muerte. “Yo, cuando llego a ese punto, así y así quiero” y de alguna manera romper ese código de silencio.

Yo recuerdo que una persona muy cercana me decía: “Yo tengo casi 80 años, tengo cáncer y sé que no se curará. Por favor, no me des quimioterapia. Pero mi ilusión es ir a la comunión de mi nieto”. Fue a la comunión de su nieto y luego dijo: “Yo por favor no me lleves al hospital, manténgalo en casa”. Y para ello se está adaptando el sistema sanitario. También se están creando estructuras para estos cuidados paliativos de última hora: existen servicios de hospitalización a domicilio. De alguna manera, tenemos que devolver al enfermo a su entorno. A este respecto hay algunos versos: “me gustaría morir en la cama en la que nací yo”. No sé si eso es posible, pero al menos en un entorno natural sí. Eso sí, lo que hoy en día no tiene sentido es la muerte por sufrimiento: la muerte con dolor o estómago.

La muerte es un momento vital. ¿Hasta qué punto los anestésicos y analgésicos que administramos pueden influir en los procesos cognitivos que se producen en el momento de la muerte?

Si la muerte es súbita es necesaria la ayuda de estos químicos. En un accidente, el paciente que ha sufrido un golpe en la cabeza, yo debo ser anestesiado con un respirador mecánico, etc. Tengo que intentar hacer todo lo posible para curar. Ahí tienes que introducir anestesia y todo, y la conciencia se rompe completamente.

En Euskadi Irratia, el médico Félix Zubia colabora todos los domingos en el programa Centro de Salud, ya que es imprescindible que todos sepamos cuerpo y enfermedad. Ed. EITB

En otras situaciones, cuando la muerte está prevista y sabes lo que viene, tomamos medicamentos y otras cosas, y se vive de una manera mucho más natural. La existencia o no de estas vivencias del último momento —túneles de la muerte, etc.— ha sido narrada por uno u otro paciente, pero pocos.

Pero para mí hay una cosa, en primer lugar, que no es admisible una muerte por sufrimiento. Para nadie. Los médicos decimos que nosotros hemos curado, a veces curamos, pero que siempre tenemos que ayudar. En el momento en que no podemos curar, estar al lado, aliviar los síntomas, ayudar al máximo…

 
A la hora de hacer el duelo, ¿influye el cuidado de la propia familia?

Evidentemente, estas familias tienen un trauma mucho menor, ya que viven con más tranquilidad la muerte. Está científicamente registrado.

Sobre todo, yo no dejaría la muerte para el último momento, ni siquiera sin enfermedad. Puedo morir hoy, o mañana, y es importante predecir, ver, decir con normalidad todo lo que quieras. Y luego, llegado el último momento, empezar el proceso antes, el momento de despedir: “¿Con quién quieres estar? ¿Con quién hablar? ¿Qué rito quieres hacer? Religiosa o no, me da igual. ¿Qué quieres hacer?”. Todo ello contribuye de alguna manera.

¿Los médicos os han llevado a vivir situaciones difíciles, en el trabajo, las dificultades de las familias?

A veces sí. Muchas veces, sabiendo lo que tiene el enfermo, los locales dicen “no, yo no quiero tenerlo en casa. Llevadlo al hospital”. Y lo trasladan al hospital. Es más, a veces se les pone un sedante, pero, de alguna manera, en lugar de beneficiar a los pacientes, estamos tratando ese estrés o la incapacidad actual de esta familia. Y así lo vemos.

¿Cómo es para ti, como médico, trabajar cara a cara con la muerte?

Es duro, siempre te supone una carga. Pero también es algo bonito. Ayudarte en un momento importante de la persona y de su familia te hace vivir experiencias muy bonitas. Duros, pero yo siempre planteo que cuando un paciente llega de forma grave, primero es un problema técnico y luego, cuando conoces el entorno, se convierte en un problema humanizado. Yo creo que es una función de los médicos y que huir de eso es ser un mal profesional y ser un cobarde como persona.

Muchas veces, como consecuencia de no enfrentarse a todo esto, el médico sabe que el enfermo morirá, pero en lugar de decirlo, sigue y sigue tratándose. Eso también es una mala práctica médica.

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