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María Sibylla en Meria, fascinada por los bichos

2013/04/01 Etxebeste Aduriz, Egoitz - Elhuyar Zientzia Iturria: Elhuyar aldizkaria

Ed. Manu Ortega/CC BY-NC-ND

En 1699, a los 52 años, María Sibylla toma el barco en Meria. Le costó recaudar fondos para pagar el viaje; tuvo que vender más de 200 cuadros, pero al final podría cumplir ese sueño. Dejó escrito el testamento por si acaso y, junto a la hija más joven, se dirigió a Surinam. El sueño de Merian era observar de cerca los insectos de aquella región tropical, estudiarlos y dibujarlos.

Recordó cómo se fascinó por los insectos. Tendría trece años. "Empecé con los setas, en Fráncfort, en mi pueblo natal --escribiría diferente- y me di cuenta de que las otras orugas también daban guapos y mariposas. Empecé a recoger todas las hierbas que podía para ver cómo se transformaban".

Para entonces era un buen dibujante en Meria. Su segundo padre, el primero fallecido a los 3 años, era pintor y él le enseñó a dibujar, y pronto se dio cuenta de que su hija tenía un don especial. Al principio dibujaba sobre todo flores y, de vez en cuando, añadió algún insecto junto a las flores. Pero poco a poco los insectos se hicieron cargo de las flores. Estaba fascinado por las mariposas y las hierbas de Meria. Quería conocer su forma de vida: cómo nacían, qué comían, cómo crecían, cómo se transformaban... Cuidaba, alimentaba y dibujaba diferentes fases de su ciclo de vida.

Así, sin apenas darse cuenta, un mundo bastante desconocido empezó a salir a la luz. De hecho, pocos eran los que prestaban atención a los insectos que entonces se consideraban "bestias del diablo". La metamorfosis no se conocía bien y la creencia de que se producían espontáneamente de aguas y lodos sucios era extendida. Merian lo vio claro: "todas las hierbas nacen de los huevos de mariposas que han copulado antes".

Ed. Manu Ortega/CC BY-NC-ND

Lo decía en su primer libro que publicó con dibujos de insectos, en el Der Raupen wunderbare Verwandlung und sonderbare Blumennahrung de 1679, una admirable transformación de las orugas y unos curiosos alimentos florales. En 1683 publicó la segunda parte del libro. En esos libros nadie había imaginado a los insectos como hasta entonces. Eran imágenes de animales vivos, no de animales muertos y conservados, como era habitual. El macho Sits vertió esperma y la hembra dibujó los huevos, las orugas comiendo hojas, las mariposas o incluso los lagartos extendiendo la lengua hacia el alimento... Estas imágenes, junto con los textos que escribía a su lado, demostraban que antes investigaba en profundidad lo dibujado.

Inventó composiciones que luego serían muy imitadas: una o dos especies de insectos, una de ellas alimentada por la temblor de la planta. Subrayaba así la relación entre estos insectos y las plantas. De hecho, Merian vio que muchas hierbas se alimentaban sólo de una planta: "Es de destacar que he tenido a menudo orugas que comen una sola flor y que si no la daba, se morían inmediatamente". También encontró algún ejemplo raro: "cuando no tienen suficiente alimento, estas larvas se comen una a otra, su hambre es tanto". Y conoció los mecanismos de defensa de las orugas: "estas grandes hierbas se enrollan al tocar en el tallo, pero si se aprietan se giran violentamente". O "enseguida se perturba, cuando se siente lo más pequeño, se enrolla de repente y se queda en el suelo, haciendo el menstruo, hasta que todo esté totalmente tranquilo".

Solía encontrar orugas en los jardines, primero en Frankfurt y después en Nuremberg cuando se casó allí. De hecho, daba clases de dibujo a las hijas solteras de familias acomodadas, lo que abrió las puertas a sus jardines. Luego, en 1685, con 38 años, abandonó a su marido y con su madre y sus dos hijas se trasladó a Holanda, una comunidad religiosa labadista. Allí, por primera vez, comenzó a ver insectos espectaculares procedentes de otro mundo: misioneros y mariposas procedentes de los trópicos, etc. Eran maravillosos.

Tras cinco años de vida con los labadistas, poco después de la muerte de su madre, se trasladó con sus hijas a Amsterdam. Se colocó un estudio para realizar y vender dibujos de flores, pájaros e insectos. Y siguió descubriendo joyas procedentes de territorios tropicales: "En Holanda me sorprendió la belleza de los animales que traían de las Indias Orientales y Occidentales". Pero nadie aportaba información sobre estos insectos. Si esos insectos maravillosos tuvieran la oportunidad de observarlos en el lugar y con vida... Soñar y hacer. Partió a Surinam, la colonia holandesa en Meria.

Allí pasó dos años. No era un lugar cómodo para vivir. No tuvo una relación agradable con los europeos de las plantaciones de azúcar; a menudo sintió que le rían por interesarse por otras cosas que el azúcar. Pero la selva tenía buenos regalos para Merian. "Llevé a casa esta beldar y enseguida se convirtió en una crisálida de madera --escribió al volver a Europa en su libro Metamorphosis Insectorum Surinamensium (metamorfosis de los insectos de Surinam)-. Dos semanas después, a finales de enero de 1700, salió esta hermosa mariposa, cubierta de brillantes plata, azul marino, verde y morado. Belleza indescriptible. Imaginar esta belleza con pinceles es probablemente imposible".

Ed. Manu Ortega/CC BY-NC-ND

También se sorprendió con las hormigas: "En América hay grandes hormigas que comen árboles enteros y pueden dejar el árbol como un mango de escoba en una sola noche". Otras hormigas "si quieren ir a algún sitio y no hay camino, construyen puentes; en un lado la primera muerde o hace un trozo de madera, la segunda la coloca detrás de la primera y se aferra a ella, la tercera coge la segunda, etc. Así llegan hasta el otro lado y luego pasan miles de hormigas por el puente". Y describió las arañas peludo que se alimentaban de hormigas. "Cuando no encuentran suficiente hormiga, cogen de los nidos pequeños pájaros que absorben su sangre. De vez en cuando cambian la piel como las orugas, pero nunca he visto volar".

Era la primera vez que se documentaban este tipo de comportamientos de los insectos. En Europa muchos no creyeron. Incluso hubo quien dijo que las hormigas no podían hacer puentes. Los inventos de una mujer...

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