El núcleo de la Tierra
1999/10/31 Kortabarria Olabarria, Beñardo - Elhuyar Zientzia
Las nuevas técnicas exploratorias que se están desarrollando últimamente, como la medición de ondas sísmicas, han ayudado a conocer un poco el interior de esta antigua Tierra, sobre todo la superficie y el manto, mientras que el núcleo aún es un tanto misterioso.
Sin embargo, en cuanto al conocimiento de las características del núcleo, no todo es oscuro, hay luces. De hecho, algunos fenómenos, como el campo magnético de la Tierra, dependen de la forma, tamaño y composición del núcleo. Conociendo la masa y el volumen de la tierra, se ha podido calcular la densidad media del núcleo, aproximadamente 5.500 kilogramos por metro cúbico. Sin embargo, hay que tener en cuenta que cuanto más interna está la materia más comprimida, por lo que, según los expertos en la actualidad, la densidad del núcleo puede rondar los 12.000 kilogramos por metro cúbico. Por lo tanto, de ahí se puede pensar qué características puede tener.
Con estos datos -y otros de carácter informativo- es posible desarrollar teorías o modelos, pero poco más, ya que no es posible llegar al interior de la Tierra y conocer sus características. Según las teorías y modelos más aceptados, el núcleo terrestre tendría un radio de 3.500 kilómetros y la temperatura superaría los 6.000 grados de Kelvin. La materia presente sería una aleación de níquel y hierro, debido a la alta densidad de ambos metales. En los 2.270 kilómetros exteriores de esta aleación la materia sería líquida, mientras que en 1.200 interiores sería sólida.
Sobre el núcleo se encuentra el manto, situado en los 2.900 kilómetros siguientes al radio terrestre. La temperatura del manto, tanto interior como exterior, oscilaría entre los 3.800 y los 1.300 grados de Kelvin. El manto estaría formado por rocas de hierro y magnesio, con silicio y oxígeno. La roca es sólida, pero debido a la presión puede moverse y salir en estado líquido la superficie.
Finalmente, la corteza terrestre. La superficie terrestre tiene una profundidad de entre 8 y 70 kilómetros, variable según se mide en océanos o continentes. Aquí se trata de una materia sólida, con rocas formadas principalmente por una lava que se dirige desde el interior hacia la superficie. Estas rocas se denominan basaltos y están formadas por hierro, aluminio y silicato de magnesio. También existen rocas de granito -silicato de potasio, sodio y aluminio-- que forman los continentes. La densidad del manto es superior a la de ambos tipos de rocas, por lo que la superficie terrestre está continuamente flotando sobre el manto.
Desde un punto de vista general se observa que los elementos de alta densidad se encuentran más cerca del centro de la Tierra, mientras que los de baja densidad se encuentran más cerca de la superficie. Esto es importante, ya que así se puede saber que el núcleo es rico en hierro y que el manto y la corteza terrestre son silicatos. Cuando se formó la Tierra, los compuestos químicos de la nebulosa del planeta comenzaron a condensarse. Como consecuencia de ello, en la esfera gigante que surgió, aún tenía una mezcla uniforme de todos los compuestos, pero cuando la gravedad comenzó a despuntar y el planeta comenzó a contraerse, la temperatura interior aumentó. También influyó la radiactividad de algunos elementos químicos. Entonces se derretió la materia, los materiales más densos se fueron hacia el interior y el resto se quedaron flotando sobre ellos. La tierra era un cuerpo independiente.
Como el núcleo es metálico, la Tierra tiene un potente campo magnético. El hierro, al ser un excelente conductor y casi líquido, se ha convertido en un dinamo natural. En la parte más líquida del núcleo se generan corrientes de convección, ya que al subir el material se enfría y al bajar se calienta. Estas corrientes de convección son aquellas que, progresando lentamente y de forma muy organizada, generan campos magnéticos. El movimiento de rotación del planeta también contribuye a ello.
Sabiendo esto, se puede decir que cualquier planeta con campo magnético en el sistema solar tiene un núcleo fluido y conductor que gira. Marte, por ejemplo, tiene indicios de magnetismo. Por lo tanto, se puede pensar que en el pasado tuvo un núcleo vivo, aunque ahora no lo tiene o se ha enfriado demasiado.
Mientras la Tierra tenga un núcleo caliente, la materia del manto seguirá teniendo movimientos de convección. El interior del manto, en contacto con el exterior del núcleo, produce la mayor parte del calor que puede alterar el aspecto de la corteza terrestre, bien mediante la tectónica de placas -terremotos, o bien mediante el vulcanismo. El vulcanismo fue, además, el causante de la atmósfera, aunque posteriormente fue transformado por los seres vivos.
Si algún día queda el trabajo del núcleo terrestre, a nuestro planeta le pasará lo mismo que a Marte. El vulcanismo finalizará, el movimiento continental también, el campo magnético desaparecerá y con él la magnetosfera, que hoy nos protege de la peligrosa radiación solar, y el único fenómeno de la naturaleza para cambiar la forma de la superficie terrestre será la erosión. Finalmente, la Tierra será un planeta inhabitable y seco.
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