Luis Federico Leloir Agirre, Premio Nobel de origen vasco argentino

Este bioquímico argentino recibió en 1970 el Premio Nobel de Química muy apreciado. El premio fue concedido por el descubrimiento del nucleótido de los azúcares y su influencia en la biosíntesis de los carbohidratos. A continuación se recogen las respuestas del cuestionario que se envió a Argentina.

Luis Federico Leloir Agirre, Premio Nobel de origen vasco argentino


Elhuyar.- ¿Dónde nació? y cuáles son tus recuerdos de juventud.

Luis Federico Leloir.- Nací en París, pero vine a Argentina con dos años. Mis padres eran argentinos. Mi padre, Federico, era abogado pero no trabajaba en eso; estaba en la administración agraria. Mi madre, Hortensia Agirre, era documentaria de Donamaria. Mi padre tuvo nueve hijos: cuatro en el primer matrimonio y cinco en el segundo. Yo soy la más joven.

Cuando estaba en la escuela ya tenía vocación científica. Los temas de memoria, es decir, la historia, la geografía y la literatura, eran difíciles. Razonado, lo que se entendía con lógica era más contento. Por eso estudié medicina. También podía estudiar Física o Química.

Mientras estudiaba medicina, estudiar anatomía me hizo sufrir mucho, porque no podía memorizar los nombres y estructuras de los músculos y huesos.

Elhuyar.- Usted ha estudiado medicina. Sin embargo, trabaja en bioquímica y ha recibido el Premio Nobel de Química. ¿Cómo se entiende esto?

L.F. Leloir.- Mi vocación nació poco a poco. Cuando empecé a ir al Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina. Su director era Bernardo Houssay, un fisiólogo muy conocido en el mundo. En 1947 recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina junto a Carl y Gerty Cori.

Luego, cuando obtuve el título médico, por las mañanas iba al hospital y por las tardes al laboratorio. Sin embargo, empecé a pasar cada vez más horas en el laboratorio y al final me quedé totalmente en el laboratorio.

Elhuyar.- ¿Cuál es tu principal interés en la investigación?

L.F. Leloir.- El interés principal consiste en conocer nuevos descubrimientos, aunque sean pequeños, lo que genera mucha satisfacción. Es como un verdadero premio a la investigación.

Cada uno, al igual que los conquistadores de la antigüedad, siempre tiene ganas de explorar cosas nuevas. En lugar de subir al barco, vamos al laboratorio y allí vamos ampliando el conocimiento mediante reactivos y herramientas; nuestro horizonte es muy amplio.

Lo importante es que durante todo el día piensen en la resolución de un problema. Sin embargo, las nuevas ideas son muy raras.

Elhuyar.- En tu vida has tenido muchos premios y menciones. ¿Cuál es para ti la más apreciada? ¿Quizás el Premio Nobel?

L.F. Leloir.- No creo que haya tenido mucha satisfacción por los premios. Lo más importante que he recibido, el Premio Nobel, me causó nerviosismo. Mi vida cambió. Mi intención era llevar una vida tranquila (con tiempo para leer, pensar y experimentar). El premio Nobel me ha alejado poco a poco de este plan. El hecho de tener que vivir las peripecias de este premio me puso nerviosa: ceremonia, entrevistas, visitas de periodistas, apariciones en televisión, respuesta adecuada a todas las preguntas, etc. Pero mi viaje a Suecia fue muy agradable y nunca estuve nerviosa. Sentí lo que sentí al recibir otros premios, pero en otro nivel.

Elhuyar.- Los premios Nobel y los prestigiosos premios científicos mundiales se conceden a investigadores que trabajan en países científicamente muy avanzados como los EEUU. ¿Qué significa recibir el premio Nobel para un científico local científicamente secundario? ¿Qué influencia puede tener en Argentina?

L.F. Leloir.- La entrega del Premio Nobel a un pueblo como Argentina puede ser un hito para los jóvenes. Este premio ha demostrado que a través del trabajo y la voluntad, a pesar de la falta de medios, se pueden obtener resultados interesantes y éxitos.

Creo que el hecho de que Argentina haya recibido dos premios Nobel en ciencia ha impulsado la actividad científica. Sin embargo, no ha alcanzado el nivel que exige el pueblo moderno.

Elhuyar.- Usted ha trabajado en países como Gran Bretaña y Estados Unidos, entre otros. ¿Hay realmente diferencias entre Argentina y estos dos pueblos? ¿Es menor de lo que parece? ¿Aumenta o disminuye la diferencia?

L.F. Leloir.- Hay grupos y personas argentinas que han destacado por su esfuerzo individual a nivel internacional. Falta de trabajo en equipo y sobre todo de seguimiento. La brecha con los países líderes en investigación en Norteamérica y Europa es muy grande y en los últimos años se ha intensificado. Creo que el futuro, al menos en gran medida, radica en la situación económica del pueblo. Siempre recuerdo lo que dijo Houssay en el Instituto Popular para la conferencia de "La Prensa": " Señoras y señores, debemos confiar en el futuro de nuestro país a corto o largo plazo. Si nos basamos en este modelo, con un duro trabajo bien dirigido podemos estar a la altura de los pueblos avanzados en dos o tres décadas. Toda la sociedad, por esta situación, está en buen estado. Con el trabajo de sus pensadores y sabios, nuestra nación alcanzará un alto nivel. Nuestros hombres serán útiles para el hijo honrado y para la humanidad. 1.

Elhuyar.- "Qué futuro puede tener un joven investigador argentino? ¿Qué consejos le darías?

L.F. Leloir.- Argentina podía estar entre países avanzados y prosperos. Hemos perdido muchos años, pero todavía podemos alcanzar un buen nivel. Para ello necesitamos formar mejor a nuestros jóvenes, trabajar más la ciencia y desarrollar mejor la tecnología.

Tenemos que excitar a los jóvenes continuamente; en casa con libros y revistas, en la escuela con demostraciones prácticas y en la universidad con buena enseñanza. Además es importante mantener la curiosidad a lo largo de toda la vida.

El consejo que puedo dar a los jóvenes se puede considerar obsoleto, pero yo les daría lo mismo que cuando yo era joven: que aprendan, que sean disciplinados, que se respeten y que no digan mentiras. Hay jóvenes que son muy diferentes. A algunos también habría que recomendarles no morir.

Elhuyar.- En los últimos años la universidad se ha masificado mucho, al menos en Euskal Herria y en el Estado español. Se ha convertido en centro de expedición de títulos y ha olvidado su verdadera función docente e investigadora. ¿Qué requisitos debería tener la Universidad? ¿La docencia y la investigación son complementarias entre sí?

L.F. Leloir.- En Argentina también hay masificación en la Universidad. Piden que los jóvenes tengan la oportunidad de acceder a una enseñanza superior con toda razón. Desgraciadamente las universidades no están tan preparadas para enseñar a tantos alumnos y por lo tanto la enseñanza es mala, los locales son escasos, no hay suficientes profesores y estos no tienen posibilidad de investigar, ni siquiera para autoformarse.

El problema está en el camino de llegar a un nivel dramático. Parece necesario buscar otra solución para los jóvenes que quieran avanzar. Una solución provisional es crear carreras cortas de trabajo útil. Hay que dar oportunidades a los jóvenes y además informarles de todas las oportunidades laborales que ofrece la sociedad. Por otro lado, un uso más amplio de los ordenadores y la televisión puede facilitar las tareas de enseñanza.

Elhuyar.- Durante casi 80 años de tu vida, la sociedad ha sufrido cambios drásticos: tras dos guerras mundiales, ha conocido un desarrollo tecnológico sin precedentes en la historia. ¿Qué futuro tendremos?

L.F. Leloir.- Mi investigación desde el punto de vista personal en bioquímica ha sido una experiencia fascinante. Tuve la oportunidad de trabajar en una época en la que esta especialidad científica tuvo un desarrollo espectacular. Poco a poco fuimos descubriendo la composición química de los seres vivos. Luego vimos cómo se transforman las sustancias químicas que se forman en las células. Se conoció la vía de reacción química para la formación de proteínas, grasas, hidratos de carbono. Los trabajos de nuestro laboratorio ayudaron a conocer el camino de reacción de la biosíntesis de oleones y polisacáridos. Esto se debe al descubrimiento de los azúcares nucleótidos que actúan como donantes de las unidades de monosacáridos.

Los avances actuales han superado lo que esperamos en los momentos más optimistas. Se seguirá investigando para solucionar algunos de los grandes problemas que tiene la humanidad, independientemente de que su nombre sea bioquímica, bioingeniería u otros.

El progreso científico/técnico parece tener una sola dirección. No parece posible retroceder a tiempos en los que nuestros antepasados vivían hace pocos miles de años. La humanidad seguirá en su espíritu de progreso hasta que alguna catástrofe destruya el mundo... y quizá entonces siga en otro mundo...

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