¿Somos lo que comemos?
2010/12/12 Aulestiarte Lete, Izaro - Elhuyar Zientziaren Komunikazioa
Los niños nacen estériles y después comienzan a recoger las bacterias de su madre. Estos microbios se multiplican y llenan los intestinos; en el vientre de un adulto pueden vivir mil especies. Lo cierto es que hasta ahora no ha quedado claro qué afecta a la composición de esta comunidad. Es decir, ¿qué especie de bacterias hay en nuestro intestino y en qué cantidad? ¿Y por qué?
Esta composición puede depender de lo que recibamos de nuestras madres, pero también de lo que comemos o de algún otro factor. Hasta ahora ha habido un debate sobre la supuesta causa de las variaciones internas de las comunidades microbianas, que muchos defienden que los factores más decisivos son precisamente la dieta y el hábitat.
Los científicos llevan años utilizando nuevas técnicas genéticas para intentar averiguar si diferentes especies de animales poseen diferentes comunidades microbianas. Algunos estudios anteriores sugieren que los animales con una alimentación similar suelen tener comunidades microbianas similares. Sin embargo, los miembros de la Universidad de Yale (EEUU) han comprobado recientemente que la diversidad de la composición de las comunidades intestinales está muy condicionada por la especie de su huésped.
Relación evolutiva también en nuestros intestinos
Con el objetivo de comprobar si la clave es la alimentación, los investigadores de Yale han analizado 26 muestras de heces, todas ellas recogidas en el hábitat natural de los animales: tres subespecies de chimpancés, dos especies de gorilas y excrementos de dos seres humanos, una de Arizona y otra de la República Central Africana.
Secuenciaron el ADN de las bacterias de cada muestra y se centraron en un gen concreto, cuya secuencia varía de una especie a otra. En las muestras correspondientes a los primates se observó que en su intestino había diferentes tipos de bacterias y que el número de bacterias de cada tipo era diferente. Con estos datos, los investigadores crearon el árbol correspondiente a las relaciones bacterianas entre primates; establecieron juntos primates con el mismo tipo y cantidad de bacterias intestinales y viceversa.
Para sorpresa de los investigadores, vieron que aquel árbol coincidía con la relación evolutiva de los primates: las bacterias encontradas en el intestino humano, por ejemplo, son más similares a las de las dos subespecies de chimpancés que a las de los gorilas. Consideran que la alimentación no es probablemente un factor determinante, ya que los dos seres humanos analizados compartían bacterias intestinales, aunque pertenecían a dos zonas diferentes del mundo.
“Las bacterias son realmente importantes para la salud humana. Mejoran el sistema inmunitario, nos protegen de las toxinas y contribuyen al proceso de maduración y renovación de las células intestinales, ha señalado uno de los responsables del estudio. El número de microbios intestinales es diez veces superior al de nuestras células. Lo cierto es que no sabíamos exactamente cómo y por qué llegan a nuestro vientre”.
Los resultados del estudio pueden dar cierta luz a esta cuestión. “Observando la composición intestinal es posible separar los chimpancés de los humanos. La novedad es que los microbios intestinales han seguido la evolución de sus huéspedes durante millones de años”.
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