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El terror perfecto

2010/02/11 Carton Virto, Eider - Elhuyar Zientzia

La revista The Lancet retira definitivamente un artículo publicado hace doce años. En este artículo se asoció al autismo la triple vacuna contra el sarampión, la rubéola y el semental, a través de un estudio realizado con doce niños que aparecieron problemas intestinales y síntomas del autismo tras la supuesta vacunación. El artículo fue publicado en la revista The Lancet en 1998, una de las revistas médicas más importantes, y desde entonces su producción se ha visto incrementada como una pelota de nieve caída hasta crear un terror perfecto.

Todos los ingredientes necesarios para un susto perfecto se unieron a la triple vacuna. El niño tenía todo: una enfermedad difícil y desconocida, el reconocimiento de una prestigiosa revista científica y un David, el Dr. Andrew Wakefield, estaba dispuesto a luchar contra el Goliath enfrentándose al sistema médico-farmacológico oficial.

El miedo a la triple vacuna estalló en Gran Bretaña en 2001 y alcanzó su máximo esplendor en los medios de comunicación en 2002. Entonces, la familia de Tony Blair, primer ministro de Gran Bretaña, también se pilló de lleno cuando se negaron a responder, cuando les preguntaron si habían vacunado a su hijo más joven. Si el pánico perfecto faltaba el guing, fue puesto por los blair. Ni nada, ni nadie fallaron y, como es preciso, las evidencias científicas y los buenos trabajos periodísticos quedaron al margen en beneficio de los prejuicios, opiniones, creencias y titulares. Por supuesto, el resultado del horror no defraudó: las vacunaciones disminuyeron de forma notable en algunos lugares y, posteriormente, se produjo un aumento de las enfermedades.

Doce años después, Wakefield se convierte en un héroe caído . Una investigación de dos años y medio de duración revela que Wakefield y sus compañeros no actuaron correctamente. Ni desde el punto de vista ético ni científico. Por un lado, los niños que realizaron pruebas no éticas ni innecesarias, no aceptadas por el comité de ética correspondiente, y por otro, los 12 niños que se centraban en la investigación no fueron casos aleatorios enviados por los médicos, sino que se trataba de demostrar que habían sido bien seleccionados para sumarse. Si hay muy pocos casos aleatorios para sacar estas conclusiones, imagina la validez de un estudio realizado con los niños seleccionados. Además, se ha producido un conflicto de intereses en este caso, ya que Wakefield recibió el dinero del abogado de un grupo de padres que quería denunciar la vacuna. Al final nos ha salido miembro de la red del Wakefield Goliath convertido en David.

Wakefield tendrá que responder ahora por lo hecho, pero si no queremos depender de otro terror perfecto, no basta con castigarlo. Su trabajo fue avalado por una revista más prestigiosa y por un sistema de medios de comunicación más poderoso. Es fácil echar la vista atrás y señalar a alguien con el dedo, la verdad, pero eso no exime a los agentes que tuvieron un papel fundamental en el horror. Repetimos una y otra vez el mismo rito, copiar, pegar, copiar, pegar, pegar, copiar, pegar, pegar, copiar... la secuencia es tan larga que es hora de confesar la verdad. Estamos enganchados a los terrores perfectos, y qué mal nos gusta. Mucho más que ese mirlo antídoto.

Publicado en Berria

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